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El día después enciende las alarmas en el Palau

Preocupación por los efectos de un gasto disparado por la urgencia sanitaria y una fuerte caída de los ingresos - El temor a un embudo de expedientes por el parón administrativo completa la tormenta perfecta

El día después enciende las alarmas en el Palau

Hoy, todo es la urgencia y evitar el colapso sanitario, el gran desafío, conseguir que no falten camas UCI y respiradores. Pero llegará el mañana. Y ese día después de la crisis preocupa en el Palau de la Generalitat. Porque la paz política que, salvo alguna excepción, reina hoy para hacer frente a la pandemia no durará. Y la batalla (democrática) que se espera se librará en un paisaje cubierto de nubarrones.

En el horizonte se atisba una tormenta perfecta: la que dejará un gasto disparado y que no para de crecer, el necesario para conseguir material sanitario en un mercado global hipertenso, con mucha más demanda que oferta de estos productos, y para paliar los efectos sociales del parón económico. El otro elemento para la tempestad es la fuerte caída de los ingresos por esta hibernación de todos los sectores productivos, excepto los esenciales.

Hay un tercer factor, menos visible, pero que inquieta en Presidencia: la frustración que se puede generar si todo el aparato de apoyo económico anunciado por las administraciones en las últimas semanas tarda en llegar a los bolsillos de la ciudadanía. «Puede ser germen de un peligroso caldo de cultivo que marque el devenir político de los próximos años», asegura un alto cargo del Consell.

Esa hipotética lentitud de la respuesta pública está fundada en la combinación de una avalancha de peticiones y la ralentización de la maquinaria pública, porque una parte importante de los empleados públicos está obligada a permanecer confinada en sus casas y todos los sistemas de la Administración no están preparados para ser operativos desde fuera.

Ante esta preocupación, la Generalitat ha empezado a tomar alguna medida: Ximo Puig anunció esta semana el refuerzo de los equipos de Economía que tramitan los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE).

El panorama de esta emergencia sanitaria y social es diferente al que dejó la crisis financiera de 2008, que tuvo su traslado a las arcas públicas valencianas a partir de 2012 especialmente. Es el análisis que realizan en la sede presidencial valenciana. Entonces los ingresos cayeron por los suelos ante el frenazo de la economía y se necesitó el auxilio del Estado (vía créditos del Fondo de Liquidez Autonómica, FLA), pero no se partía de la necesidad de haber realizado un esfuerzo inversor extraordinario.

Ahora, la crisis del coronavirus se produce solo semanas después del temporal Gloria y a medio año de una DANA, catástrofes naturales que ya supusieron compromisos de gasto para ayudar a los damnificados y reconstruir las zonas afectadas. El horizonte se presenta más complicado.

La esperanza, en este caso, a diferencia de 2008, era un rebote rápido de la economía, superada la emergencia, pero incluso esta expectativa se difumina. Los expertos empiezan a vaticinar un modelo en U para esta crisis, y no en V. Significa que habrá un periodo de dificultad de duración incierta antes de remontar. La incógnita es la prolongación de esa línea horizontal de la U. Cuánto más larga sea, más complicada será la situación para el Ejecutivo valenciano.

En 2008, la UE no acompañó. Al contrario, su apuesta por la austeridad alargó las dificultades de los países del Sur. La esperanza vuelve a situarse ahora en Bruselas, que de momento continúa sin responder, aunque hay indicios de que Holanda y Alemania podrían ceder, con cada vez más contagios dentro de sus territorios. La solución anhelada es mutualizar la deuda con garantías del Banco Central Europeo (BCE), los coronabonos, pero de momento Europa da largas. La preocupación echa raíces en el Sur.

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