Ni les tocaba ir, ni nadie les ha llamado. Aún así, han decidido estar en esta 'guerra' que los profesionales sanitarios llevan librando desde hace semanas contra la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2. Son médicos o enfermeros que, o bien ya están jubilados o bien no están todavía en las bolsas oficiales de empleo al acabarse de graduar y no tener siquiera una especialidad o haberse presentado a una oposición. Se han apuntado para poder trabajar frente al coronavirus y lo han hecho de forma voluntaria porque en estos días lo que nos sobran son, precisamente, manos.

Por responsabilidad, por ponerse a trabajar, por ayudar, por no estar parados en esta época en la que la vida para... Las razones son diversas pero todas válidas. Según las últimas cifras de la Conselleria de Sanidad, la iniciativa de apuntarse de forma voluntaria por si hacen falta más manos entre estos colectivos de muy mayores o muy jóvenes ha sumado ya 2.239 adeptos, la gran mayoría jóvenes enfermeros recién graduados y médicos recién salidos de la carrera que aún no han pasado por sus años de residencia.

Es el caso de Teresa Colomina, una joven médico de 24 de València, recién graduada en la Universitat de València. El MIR es el que le iba a marcar los pasos a seguir en este 2020: a finales de enero el examen, a mediados de abril elegir plaza de residencia y a finales de mayo incorporarse en un hospital donde aprender una especialidad durante los próximos cuatro años. La aparición del coronavirus ha roto sus planes. Mientras espera recuperarlos, Teresa apostó por apuntarse a la bolsa como voluntaria. «Fue un poco porque muchos compañeros míos de academia lo iban a hacer y también porque tenía ganas de ejercer pero, sobre todo, porque todo el mundo está haciendo lo que puede y no podía estar en casa sin hacer nada. Sé que hay mil cosas que aún no sé hacer en Medicina, pero hay cosas que sí sé y podía ayudar», explica esta joven médica que, al menos, ha podido disfrutar de su viaje postmir, en el que estuvo de voluntaria trabajando en Perú.

«Volvimos del viaje el 14 de marzo. Ahí fuimos conscientes de lo que se venía encima», explica. En su casa, sus dos padres son médicos también, por lo que su decisión no ha sido una sorpresa. «Preferirían que me quedase en casa pero lo entienden», asegura Teresa.

En la misma situación está Isabel Terol, de 25 años y de Ontinyent. Ella también hizo el MIR en enero y estaba esperando a que llegara abril para poder elegir, máxime después de haber quedado en el puesto 139 de toda España. Para ella, ha sido una cuestión de «responsabilidad». «Nadie sabe qué hacer y tú, aunque poco, sabes un poco más que el resto y quieres ayudar», explica. A sus padres no les hizo «nada de gracia» que se apuntara voluntaria en la bolsa. «Fue una mezcla de satisfacción y miedo lo que han sentido porque nunca sabes si te van a llamar para qué será», añade Isabel.

Desde la Conselleria de Sanidad han insistido que las personas que han entrado en esta bolsa extraordinaria no estarán en primera línea y que solo se recurrirá a ellos si las bolsas «oficiales» empiezan a agotarse.

El bagaje de la experiencia

Y frente a la juventud y los que aún no han «roto mano» en esto de la Medicina, la experiencia. José Luis Micó es un enfermero del Hospital Arnau de Vilanova. Al menos lo era hasta el pasado diciembre cuando cumplió 65 años y «me jubilaron», como asegura. Solo han pasado tres meses desde su retirada por lo que aún tiene frescos «el gusanillo y el contacto con los compañeros». Tanto que está intentando echar una mano como puede desde su casa.

«Estoy en contacto a diario con mis compañeros y con la dirección y por ahora les he podido ir asesorando en cuestiones que yo tenía muy aprendidas porque estuve muchos años en Medicina Preventiva y he ido a muchos talleres de cómo ponerse y quitarse bien los trajes de protección, por ejemplo», cuenta.

Con esta experiencia, está mandando vídeos e información a sus compañeros y preocupándose a diario por cómo va el trabajo. Sin embargo ha decidido no darse de alta de forma activa en la bolsa extraordinaria «aunque lo haré si desde mi área de salud les hace falta, eso desde luego». Mientras, echa una mano en la distancia como cree que mejor puede. «En mi casa todo el mundo me dice que no me meta a ningún sitio porque soy de riesgo pero estoy sufriendo por mis compañeros». Y mientras sufra, José Luis seguirá ayudando en lo que pueda como el resto de 2.239 voluntarios.

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