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Videoconferencias al servicio de las artes

El conservatorio de Riba-roja imparte todas sus clases online y salva las dificultades «tirando de imaginación» - Lo importante es «mantener la rutina»

Videoconferencias al servicio de las artes

Candela Belenguer tiene 15 años y a las 6 de la tarde espera, en su móvil, una llamada a través de Hangouts. Será una videoconferencia para dar clase con su profesora de Bolera, y se ha vestido con la ropa de entrenar, compuesta por un maillot y una falda. Todo es aparentemente normal, excepto porque la alumna se encuentra en su casa como las otras cuatro compañeras de su clase, a las que ahora ya solo ve a través de la pantalla de su móvil coordinadas por su profesora.

Candela es alumna del Conservatorio Profesional de Danza de Riba-roja de Túria y desde hace tres semanas todas sus clases son a distancia, online, gracias a las múltiples plataformas que han sido descubiertas a raíz de la educación virtual. «Estoy dando clases a través de Skype perfectamente, pero hemos pasado del contacto directo para corregir posturas a tener que decirle al alumno que se eche hacia atrás, que la cámara no enfoca bien la posición de los dedos», explica Juan José Campos, Jefe de Servicio de Educación y Cultura del Ayuntamiento de Riba-roja y exdirector del conservatorio.

Es una anécdota, pero define bien estas tres semanas en las que según los directivos del centro, la implicación de profesores, alumnos y familias ha sido «total». Sin embargo, Campos reconoce las dificultades que entraña este sistema educativo virtual, casi improvisado: «El debate nacional es cómo evaluar el tercer trimestre, el ministerio debería marcar las pautas. Sabemos que tenemos que hacer una evaluación adaptada a la realidad, no podemos ser puristas», explica. La parte teórica se puede avanzar, tanto en la música como en la danza. Sin embargo, la práctica se antoja más complicada. Los alumnos y alumnas del conservatorio de danza participan en la mayoría de sus clases a través de videollamadas colectivas. Sin embargo, en el conservatorio de música las clases son individuales, y las videoconferencias se producen entre el profesor y el alumno.

«Lo importante es que no se desvinculen de la actividad y del ejercicio en el caso de danza; es verdad que el que estudiaba sigue estudiando y el que no, no, pero se trata de mantener la rutina», señala Campos. Como él, Amparo Ruiz, directora del conservatorio de danza, añade que a la dificultad de no impartir las materias cara a cara su suma que las casas particulares no están acondicionadas para bailar. «Se necesita un suelo que no haga daño al saltar, espejos, que son fundamentales para verse a uno mismo, una barra y un equipo de música, que no todo el mundo tiene en casa», señala. No obstante, la respuesta ha sido «maravillosa», grabándose videos desde cualquier parte de casa. Por eso, Ruiz reconoce que en la evaluación se tendrá en cuenta la «predisposición y esfuerzo» de los alumnos frente a la «calidad» que se exigiría en circunstancias normales.

Ruiz reconoce que la docencia online sí que les permite ver y hacer las correcciones pertinentes a sus alumnos. «Lo que es difícil es mostrar lo que quieres que hagan a través del móvil porque en el cara a cara nos pasamos la clase subiendo el brazo, el codo, la pierna para que ellos sepan lo que tienen que sentir para hacerlo adecuadamente», explica la docente.

El sonido, por audios de WhatsApp

En el conservatorio de música, su

vicedirectora, Rebeca Capella, reconoce que el profesorado está usando «mucha imaginación»: «En temas de tecnología había mucha gente rezagada y ahora nos estamos poniendo las pilas a pasos agigantados», señala. De hecho, utilizan distintas vías en función de las necesidades: «Enviamos fotos y vídeos para mostrarles las posturas correctas, sobre todo a los más pequeños, y para corregir el sonido del instrumento, por videoconferencia pierde algo de calidad, así que nos envían audios o vídeos grabados», explica Capella, y ahonda en los problemas que se encuentran por el decalaje del sonido: «no puedes parar a mitad de un pasaje a corregirle porque llega tarde, debes esperar hasta el final», dice.

Dos alumnos de Rebeca, los hermanos Laura y Javier Arrué, de 12 y 9 años respectivamente, les gusta esta forma de asistir a clase. «Es más moderno, estás en casa tranquilamente, aunque a veces es lioso saber qué te toca», dice Laura. Javier, por su lado, ríe al recordar que a veces «me dicen que pare pero se escucha mal y toco la pieza entera hasta el final».

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