Las dos principales áreas de negocio de la firma valenciana Closca Desing, el casco plegable para cilistas urbanos y la botella reutilizable, se habían hundido en la coyuntura de emergencia sanitaria. El ingeniero Carlos Ferrando, fundador de esta «start up», veía impotente en la noche del 19 de marzo -«la cremà»- que era incapaz de sostener el equipo armado, el ánimo se le venía abajo y contactó con otros emprendedores para compartir penas. «Miraba a quién podía tirar la culpa, pero pensé que no podía quedarme parado y hacerme la víctima y decidí reinventarme en lugar de quejarme». De estas cavilaciones nació un nuevo producto que rediseña el símbolo de la pandemia, la mascarilla, con el ánimo que acompaña a la marca y a la comunidad que ha generado de convertir elementos de la realidad urbana en símbolos inspiradores del cambio.

Este emprendedor alcireño lanzó el día 9 su diseño Closca Mask, una máscara pensada para durar, lavable, plegable, que cuenta con seis filtros desechables incluidos que son los que utilizan las mascarillas tipo FFP2, homologadas para la lucha contra el coronavirus, y en apenas una semana ha vendido casi 7.000 unidades. En la jornada de ayer, sólo hasta mediodía, 2.380. La empresa asegura que no tiene ánimo de lucro. Por cada unidad vendida entrega cinco mascarillas sanitarias para la protección de personal de hospitales y grupos de riesgo. «Por primera vez Coscla viraliza desde la 'terreta' hacia fuera cuando hasta ahora siempre había sido al revés», señala Ferrando.