Orgullosos de tí como marido, padre y abuelo. Familia por sangre y alma. Unidos en el amor y en el perdón». Los epitafios tienen que escribirse ahora en vídeo. Miguel se contagió y nadie sabe cómo, porque cumplía con el confinamiento. Recluido en el chalet de La Canyada desde hacía mes y medio. Contagiado en casa por cualquier despiste, cualquier objeto, el enemigo le acechaba para impedirle terminar de disfrutar la vida. Es verdad que ya tenía achaques: hacía unos años había sido operado del corazón y el riñón le había dado algunos problemas. Lo demás, la historia de demasiados miles: fiebre, malestar, hospital, Uci... el virus interrumpió abruptamente una vida a la que el trabajo le había dado derecho a rebañar con tranquilidad y felicidad: la que le había proporcionado el haber acabado arriba habiendo empezado abajo.

Miguel era hijo de Guardia Civil. Como todos en aquella época, trotamundos de puesto. El nacimiento le llegó, pues, en la tierra de origen materno, Cullera. Acabaron trasladados a València. Padre Perera, Cádiz. Russafa. Y un día, el hijo de la postguerra entró de botones. Tanto él como su hermano Toni (quien se ha preocupado por visibilizar la historia) sabían que el estudio era la base de abrirse camino. Y fue, fueron, subiendo la escalera. Auxiliar y, peldaño a peldaño, hasta Director de Sucursales. Trato con el cliente en tiempos de cartilla de papel. De empleado en la Oficina Principal fue llevando el rutilante cargo a Paterna, Picanya y la propia ciudad.

Hijo de un tiempo en el que había que aprovechar hasta la última oportunidad para ir llenando la hucha. Hijo, pues, de los tiempos del pluriempleo. Por la tarde aprovechaba sus conocimientos mercantiles en al empresa privada. Cuando se casó no tenía más que el sueldo de empleado. Había que alargar las jornadas. El nombramiento como director de sucursal fue la recompensa final a un trabajo abnegado para ganarse la tranquilidad. «Vivía para trabajar y para dar a su familia una seguridad». La que le dio a sus dos hijos, que se decantaron por los automóviles y la abogacía. «Gracias papá por la vida y también por el amor la fe y la educación. La fortaleza en la lucha, la esperanza, el ánimo y la entrega, la generosidad en la adversidad y por el ejemplo de redención y perdón.» escribieron sus hijos.

Su hermano Toni está especialmente sensible por el tiempo que se vive y se lamenta por los que de han ido. Sus contemporáneos. «Los que trabajaron por todos nosotros, que dejaron su juventud, y su salud para mantener la familia y llevarnos a donde llegamos a estar, ahora no hay nadie reclamando la justicia social».

* Ex director del Banco Exterior de España (78 años)