En la umbría de la Sierra de Espadán, en su vertiente septentrional, hallamos el pueblo de Aín. Como otros municipios del interior de la Comunitat Valenciana se trata de un territorio de contrastes: belleza paisajística, éxodo rural y despoblación. Aín es un municipio castellonense de origen musulmán cuyo topónimo significa «fuente, manantial», debido a la estrecha relación entre la disponibilidad de recursos hídricos y su poblamiento histórico. Perteneciente a la comarca de la Plana Baixa, se localiza rodeado de una importante formación boscosa en pleno corazón del Parque Natural de la Sierra Espadán, el segundo espacio protegido más extenso de la Comunidad Valenciana (31.180 hectáreas).

Se accede a Aín a través de carreteras procedentes de Eslida, Alcudia de Veo y de Almedíjar, estrechas y de trazado sinuoso por el accidentado relieve, dibujado por escarpadas montañas y estrechos valles. El término de Aín se sitúa a los pies del Pico Espadán (1.099 m.) en la parte más estrecha de la denominada Vall d'Artana a 495m. sobre el nivel del mar. Su término municipal limita al norte con Alcudia de Veo, al Este con Eslida, al Sur con Chóvar y Azuébar y al Oeste con Alcudia de Veo y Algimia de Almonacid. Integrado en un atractivo paisaje dominado por densos bosques de alcornoques, encinas y pinos, el municipio tiene la naturaleza como su principal reclamo turístico.

Aín posee un clima moderado la mayor parte del año, aunque durante los meses de diciembre y enero se alcanzan temperaturas bajas y son frecuentes las nevadas en sus montañas e incluso en su singular caso urbano, integrado por sus casas generalmente blancas, calles empedradas y pendientes pronunciadas. De nuevo la orografía condiciona el paisaje, en este caso el urbano. De hecho el pueblo se asienta en un promontorio entre dos barrancos, el de la Caridad y el de Picayo, y está a los pies de la Peña Campaña.

La despoblación es el rasgo socioeconómico que define y condiciona el presente de Aín. Y su futuro. La población actual, alrededor de 130 vecinos, apenas representa algo más de la quinta parte de la población de finales del siglo XIX (500 hab.). En 1950 tenía alrededor de 300 vecinos. Sin embargo, su población flotante sorprende pues en el período estival se sobrepasa el millar de habitantes.

Su economía se basa fundamentalmente en la agricultura y la silvicultura, integrada por viñedos en los sectores más adaptados al terreno, olivos, frutales como el manzano y el cerezo, y una importante acumulación de alcornoques (Quercus suber), de los cuales se extrae el corcho para fabricar tapones. Se trata de una materia prima de excelente calidad, tradicionalmente explotada por vecinos de Aín y de los municipios del entorno, como Eslida y Almedíjar. Constituyen además un excelente atractivo turístico especialmente para los visitantes senderistas, que aprecian el valor medioambiental de estos bosques del mediterráneo húmedo. Aín cuenta con varios restaurantes que ofrecen gastronomía local.

El núcleo urbano y el castillo de Benalí

El municipio de Aín no es un municipio que destaque por sus monumentos urbanos. En el núcleo se encuentra la iglesia parroquial de San Miguel, cuyos antecedentes constructivos se hallan en una antigua mezquita árabe. Como en otras poblaciones similares, la edificación de culto fue el origen de calles sinuosas (carrer Major, Enmig, Estret?) que facilitaron la construcción de viviendas. La iglesia es del siglo XVIII, de una única nave y capillas laterales. Destaca un lienzo de Sant Ambròs, del siglo XIX. El conjunto urbano, sin embargo, es muy atractivo.

En las afueras del núcleo de población destaca la Peña Campana, que domina el flanco septentrional, y los restos de dos fortalezas en el sector meridional, los castillos de Aín y especialmente el de Benalí. Éste tiene su origen árabe y fue tomado por las tropas cristianas en el siglo XII. Los restos del castillo se encuentran custodiados por un denso bosque de pinos. Se mantiene en pie la torre del homenaje, una torre vigía y unos muros de la muralla. Constituye un excelente mirador, por lo que el visitante puede disfrutar de unas vistas magníficas de la Sierra de Espadán. Desde el punto de vista histórico local este castillo es el símbolo de los moriscos de Aín, pues dio cobijo a la revuelta de finales del siglo XVI, hasta su expulsión en 1609.

El patrimonio hidráulico de Aín. La cultura del agua

Un rasgo característico de Aín es el agua. El municipio destaca por las numerosas fuentes que, junto a otros elementos arquitectónicos como los molinos, servían a los vecinos para sus usos industriales y domésticos, y facilitaba el riego de sus tierras. Por este motivo los árabes escogieron el nombre de «Ayn», que se traduce como manantial, fuente, galería de agua. Se trata de un pueblo rodeado de huertas escalonadas, abancaladas, que han ido adaptándose a las pendientes características de su término. Consecuencia de esos desniveles se tuvo que ingeniar el agricultor para regar parcelas de ambos lados del barranco de la Caridad, como es el caso del Arquet, un arco-acueducto que facilitaba el paso del agua.

Situado en el casco urbano, destaca el lavadero municipal, rehabilitado por el ayuntamiento y es abastecido por el barranco de la Caridad. A escasos metros se puede observar desde un mirador habilitado una excelente panorámica de la huerta, abancalada. Bajando al río por el lavadero se ubica el Molinet, un molino harinero municipal, que está funcional tras las tareas de su restauración. En las proximidades del Lavadero se sitúa otro antiguo molino, el Molí del Duc, hoy transformado en establecimiento de restauración. Contiene antiguas herramientas y aperos del medio rural.

En las afueras del núcleo de población funcionaron otros tres molinos hidráulicos, que molturaban cereales. Constituyen excelentes testimonios de la actividad protoindustrial de Aín: el Molino de L'Arquet y el Molino de Guinza o de Arriba. En ambos casos se han restaurado como viviendas particulares. El tercer molino, el de Abajo, se encuentra en dirección al Calvario; conserva las paredes y actualmente es la piscina municipal.

Aín es territorio de fuentes, por una hidrogeología favorable: una combinación de suelos permeables e impermeables que convierten a la Sierra de Espadán en un reservorio de recursos hídricos. Sobresalen tres fuentes: la de San Ambrós, la de la Caritat y la de Ereta. La primera se sitúa cerca del río Anna que bordea el pueblo, es conocida por el retablo de cerámica que representa la imagen del Santo, y por la chopera centenaria que hay en su entorno. La fuente de la Caritat tiene su origen en una cueva (mina) en el barranco homónimo; su considerable caudal ha permitido el abastecimiento de agua al pueblo así como buena parte del regadío histórico de Aín. Finalmente señalamos la fuente «Ereta», alejada del municipio y que abastecía las construcciones y casetas que utilizaban los agricultores cercanos a los secanos. Hoy es un abrevadero.