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Juan Romero: "Tendremos que aprender a vivir con pandemias"

El catedrático y exconseller tiene un sinfín de preguntas sobre el futuro tras la pandemia y una gran respuesta: "vivimos un momento histórico". y deja alguna otra certeza: "en un mundo desglobalizado, una inversión como la ampliación del puerto de València sería un anacronismo".

Juan Romero: "Tendremos que aprender a vivir con pandemias" Germán Caballero

Este abril es como agosto, para él. Está en su casa de El Puig en modo horario de tesis doctoral, dice: leer y escribir de seis de la mañana a doce del mediodía y de cinco a diez de la tarde. «Estoy acostumbrado. No me importa el encierro. Me facilita la concentración. No recuerdo otros veranos de otra manera». De vez en cuando levanta la mirada de páginas y pantallas hacia la montaña cercana. Por el placer del paisaje y por prescripción médica, a causa de un problema de retina. Cerca de él, en su estudio, observa cómo mengua la torre de libros que va acumulando durante el año académico y que llega a alcanzar el metro de altura. Ahora está con En el mundo interior del capital, de Peter Sloterdijk, «una joya», sentencia. Y ha acabado El triunfo de la injusticia, de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman; La mente de los justos, de Jonathan Haidt, y No Society. El fin de la clase media occidental, de Christophe Guilluy. Las existencias se van agotando, pero «ya llegarán otras antes de agosto».

¿Tiene la sensación de estar viviendo un un momento histórico, como la Revolución Francesa o la II Guerra Mundial?

Antes de nada, lo primero es que he aprendido a ser muy, muy, muy humilde. Con tres muy. Es la lección para las ciencias sociales. Los análisis de hace 15 días no sirven. El libro El cisne negro decía algo así: siempre aparece algo que no habíamos previsto y lo cambia todo. Y así es. Dicho esto, sí creo que estamos en un nuevo momento histórico, aunque muchas tendencias venían ocurriendo.

¿Como cuáles?

El Covid ha acelerado el proceso de desglobalización, pero estaba en marcha desde 2008; el repliegue de las sociedades, también; la vuelta de la mirada de los ciudadanos a sus estados en Europa, igual, y la sensación de un mundo multiunipolar estaba ahí: un mundo sin centro, con un relativo declive de Estados Unidos y un crecimiento de China y otros.

¿Y el final de todo esto proceso? ¿Tiene alguna idea?

Creo que se van abriendo dos narrativas diferentes. Una, entre más cooperación mundial o mayor repliegue de los estados. Y otra, sobre si se reforzarán las democracias o habrá más autoritarismo. Algunos creen que el modelo del Pacífico, que es la contraposición de las democracias liberales, sobrevivirá mejor.

El filósofo Zizek sugería hace poco que la salida de esta crisis puede ser algo parecido al comunismo.

O el modelo chino puro con sus variantes del Pacífico. O quizá otros que puedan surgir. Es un debate. Otro es si se van a producir cambios en la forma de vida de la gente: si vamos a una mayor austeridad, si se ha acabado el tiempo del hiperconsumo irracional y el modelo insostenible de las tres últimas décadas.

Las preguntas que plantea son muchas. ¿Tiene alguna respuesta? ¿Ve el camino por dónde pueden ir las cosas?

No. Y he aprendido a ser muy humilde. A mis alumnos de geopolítica les planteo como examen un ensayo con 23 preguntas que me hago yo. Otro tema es qué pasará con las libertades individuales o con la información.

¿La libertad está en riesgo si vamos hacia una mayor intervención del Estado, como parece?

Es interesante. Algunos piensan que ha llegado el momento de la inteligencia artificial y el impacto tecnológico, y no en el sentido que yo querría, sino de un mayor control de nuestras vidas. Las democracias deberán hilar muy fino. Pero preguntas hay muchas: ¿cuál va a ser la salida de la Unión Europea?

De momento ha conseguido un acuerdo de mínimos bastante tímido. Posiblemente haya que esperar algo más.

He escrito sobre esa involución europea. Otro asunto es lo que queda de las izquierdas europeas. ¡Qué mejor momento que este para trabajar propuestas como el ingreso mínimo ciudadano! O si hay posibilidades de elaborar una agenda social que haga observar a los ciudadanos que la salida nacionalpopulista no es la adecuada.Por todo ello creo que estamos en un momento histórico, además de por la gran depresión a la que vamos a asistir.

Algunos la comparan con la de 1929 y se da por hecho que será peor que la de 2008.

Para mí, es seguro que será así. Hemos tenido tres momentos en Europa para conformar un momento histórico: la gran recesión de 2008, la crisis de los refugiados, que fue nuestro 11S, y la gran depresión de 2020. Es un reto extraordinario e histórico.

¿Pero realmente la democracia tal como la hemos entendido en estos 42 años en España puede estar en peligro? Se hace difícil imaginar algo distinto.

Hay cosas que creía que no vería nunca. Pertenezco a la primera generación de europeos que no conoció una guerra y la primera que vio el nacimiento de la UE. Si me dijeran hace seis años que iba a decir lo que voy a afirmar ahora pensaría que había enloquecido, pero por primera vez veo en riesgo la UE como proyecto político y por primera vez tengo alguna duda de que la democracia liberal pueda mantenerse firme. Hay elementos disgregadores que veo que avanzan.

Imagino que piensa en la desigualdad social.

Sí, pero no solo. El incremento obsceno de los niveles de desigualdad está en la base de la nueva geografía del malestar, pero también pienso en la emergencia de los nacionalpopulismos.

Su colega Josep Vicent Boira dice que quizá la dualidad tras esta crisis no sea entre derecha e izquierda, sino entre quienes defienden que todo vuelva al estadio anterior y quienes consideran que pocas cosas deberían ser iguales.

Yo sigo encontrando diferencias. Nunca hablo de izquierda, sino del mundo de las izquierdas, porque los grandes relatos de la segunda mitad del siglo XX se han acabado, pero creo que al menos en Occidente el mundo de las izquierdas tiene margen para articular un relato con vocación de mayoritario sobre el pilar social. Si este no es el cemento de nuestras sociedades, prosperarán soluciones nacionalpopulistas con un ribete autoritario importante. La agenda neoliberal que vemos en EE UU no es la estación término que quiero para mis hijos.

¿Y nos tenemos que acostumbrar a estas catástrofes: sanitarias, naturales, ambientales...?

Antes de contestar deje que le diga que he aprendido que los invisibles (un reponedor, una cajera o el recogedor de la basura) eran realmente los esenciales, una lección histórica que no deberíamos olvidar. Y otra es que los científicos han recuperado el papel que nunca debían haber perdido. Y ellos dicen que nos tenemos que acostumbrar a estas situaciones. La nueva normalidad significará esto, que incluso no seamos capaces de erradicar el covid-19 y tengamos que acostumbrarnos a estos virus y pandemias. Y si nos olvidamos de la crisis climática en favor del crecimiento económico, esto será más recurrente.

Ya hay estudios que vinculan la pandemia a la contaminación y la mala calidad del aire.

Me parece importante, porque este momento histórico debe hacernos replantear el modelo de crecimiento y el productivo.

¿Entonces la ampliación del puerto de València, sobre la que estuvo bastante activo, volverá al centro de la actualidad o después de esta crisis es un debate muerto?

En un mundo desglobalizado, como hacia el que creo que vamos, apostar por una inversión de ese tipo sería un anacronismo. Los retos en la Comunitat Valenciana, que nos van a poner a prueba, están en otros lugares: en la crisis social, la mortalidad de empresas y la necesidad de suturar las heridas a partir, poco a poco, de un modelo productivo distinto.

El exconseller y exsecretario general de los socialistas valencianos en un siglo pasado intenta recuperar el nombre. «Siempre he sido Juan, pero son 45 años viviendo aquí y es una batalla que perdí. La socialdemocracia que había en València, el antiguo PSPV, el de Ernest Lluch, Vicent Soler y Alfons Cucó, me empezó a llamar Joan, pero siempre me gustó mi nombren». Al hablar de utopía cita a su maestro, el historiador Josep Fontana. «Decía que la sociedad que quería era la del mayor grado de libertad posible dentro de la mayor fraternidad y cohesión posibles». Tan simple y tan complejo.

¿Un contexto tan convulso no le sugiere volver a la política?

En absoluto. Aquella puerta se cerró hace más de veinte años y está muy bien cerrada. La vida es muy breve y se trata de ser feliz. Yo lo soy en el aula.

Ya, pero algunos echan en falta a los intelectuales en esta crisis, aunque eso ya casi es un tópico en cada situación difícil.

Hay bastantes, pero había tanto ruido de charlatanes que lo ocultaba todo. Pero hay aportaciones muy relevantes. Por cierto, entre los esenciales de la sociedad también estarían los medios de comunicación. Hay que apoyar ahora ese pilar de la democracia, cada uno en la medida que pueda, porque es fundamental.

¿Cómo queda el proyecto autonómico tras esta crisis? Parecía que con el estado de alarma íbamos hacia una mayor tutela del Gobierno, peo se ha demostrado después la vigencia y eficacia de las autonomías. No sé cómo lo ve.

Lo comparto plenamente. El Estado autonómico se ha demostrado que funciona. Cualquier tentación recentralizadora es un error, incluida la pulsión que subyace en la decisión de asumir el mando único, pero con la paradoja de encontrarse con un Ministerio de Sanidad que no tenía competencias ni funcionarios y se vio desbordado. La línea debería ser dar una vuelta a nuestro Estado autonómico para despojarlo de disfuncionalidades.

Dotarlo de instrumentos federales, entiendo.

Sí, porque eso un Estado funcionalmente federal con muchas disfuncionalidades. ¿Ha reparado en que en marzo llevamos más conferencias de presidentes que en toda la historia de esta figura? ¿Por qué no era normal?

¿La polémica sobre la contabilidad de los muertos, qué cuerpo le deja?

Que incluso en cuestiones muy básicas, como la estadística, el Estado autonómico ha de ganar mucho en eficiencia.

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