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La solución más esperada

La esperanza se está cocinando en más de 60 laboratorios de todo el mundo. Los científicos valencianos advierten de que la vacuna para la Covid-19 no llegará antes de un año ni erradicará la enfermedad, pero sí nos ayudará a convivir con ella.

Un enfermero atiende a una paciente de Covid-19 en un hospital de Nápoles

Se estima que desde diciembre del pasado año en todo el mundo ya han fallecido más de 137.000 personas por la Covid-19. Desde entonces, según la web de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, existen más de 60 vacunas en desarrollo en todo el mundo para intentar combatirla. De estas, cinco han empezado sus pruebas con pacientes humanos, pero ninguna estará lista antes de que finalice el actual brote.

«El horizonte de un año parece demasiado optimista pero quiero ser optimista y creo que es posible porque ya había iniciados trabajos con la vacuna del SARS y hay grupos muy potentes que están haciendo un gran esfuerzo para tener todo listo cuanto antes», explica José María Martín Moreno, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universitat de València. «A mí, un año, o menos, me parece un tiempo razonable dada la cantidad de esfuerzo que se está invirtiendo en conseguirla -indica el virólogo valenciano Santiago F. Elena, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)-. En mi experiencia, con un equipo de trabajo mínimo y sin los recursos con que cuentan las empresas farmacéuticas y los laboratorios públicos de países donde se toman en serio la ciencia, en dos años teníamos una vacuna optimizada y lista para patentar. Como todo, es cuestión de recursos».

De todas formas, y según advierte Mireia Coscollà, investigadora del Grupo de Patogenómica Bacteriana de la UV, una cosa es tener la vacuna y otra empezar a vacunar: «Primero está la fase preclínica, en la hay que encontrar las vacunas candidatas; y después la fase clínica, la de ver si la vacuna es segura y eficaz, que es una fase larga. Y luego hay que producirla y distribuirla. Lo interesante es lo que se está haciendo, producir varias en paralelo y así hacer posible el horizonte de un año».

La forma más común de trabajar en una vacuna es generando virus vivos atenuados, como se ha hecho con la de la polio oral, la triple vírica (sarampión, paperas y rubéola), la fiebre amarilla o la de la varicela. También están las vacunas no vivas (las de la gripe o las hepatitis A y B, la polio inyectable o la rabia) que consisten en virus inactivos o en fragmentos de proteínas virales expresadas transgénicamente que funcionan como antígenos. Y entre estas dos aproximaciones está la generación in vitro de genomas virales para producir proteínas que servirán como antígenos para disparar una respuesta inmune, explica Santiago F. Elena. «Esta aproximación, que produce vacunas de una seguridad máxima ya que es imposible que el virus revierta, es la que se está usando en el laboratorio el profesor valenciano Luis Enjuanes en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC para el SARS-CoV-2». Y es un trabajo importante, entre otras cosas, porque se está haciendo en España. «Cuando las vacunas se desarrollan en otros países, tardan, al menos, dos años en llegar. Aunque lo que se consiguiera en el extranjero fuera mejor, es importante contar con una opción nacional para su uso inmediato», explicaba esta semana Margarita del Val, investigadora del Centro de Biología Molecular del CSIC.

Otra cuestión es que, si cuando la vacuna llegue a hospitales y centros de salud, lo hará en forma de solución universal y gratuita. «La investigación cuesta dinero -recuerda el investigador del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de la UV, Rafael Sanjuán-. Si los estados la financian, después pueden disponer de sus frutos y hacerlos llegar a la población, incluyendo la opción de hacerla gratuita y universal. Lo que no podemos es pensar que las cosas vienen solas y luego exigir. Los estados, en particular España, deberían quizás invertir más en ciencia. Muchas veces nos hemos beneficiado pasivamente (y tarde) de los avances de otros países». «Yo abogaría por algo que hemos discutido en la comunidad científica: que los Gobiernos se alíen para comprar los derechos de propiedad intelectual de la futura vacuna y garantizar su producción masiva a escala planetaria -indica Martín Moreno-. Esto no es una utopía, sino que podría asumirse al menos por la Unión Europea y por el G20 para que la vacuna esté disponible de manera universal y gratuita en todos los países».

Para cuando la vacuna del coronavirus llegue, Santiago F. Elena dibuja dos escenarios posibles. En el primero, el virus sigue siendo muy estable genética y antagónicamente y la inmunidad inducida por la vacuna es duradera, en cuyo caso estaríamos ante una solución a largo plazo. En el segundo, o bien el virus evoluciona más rápido de lo que parece o la vacuna no proporciona una inmunidad duradera. En este caso tendríamos que volver a vacunarnos cada año. Por suerte, los expertos apuntan que el SARS-CoV-2 no muta tan rápido para que las vacunas que se están investigando lleguen tarde. «Depende de cual sea la estrategia seguida para desarrollar la vacuna, las posibilidades de mutar serán mayores o menores -añade Fernando González Candelas, catedrático de Genética de la UV-. Pero la tasa de mutación es baja y hace prever que no será necesario cambiar de vacuna cada año».

Entonces, ¿es la vacuna la solución definitiva a la enfermedad? «Será lo mas aproximado -explica González Candelas-. Quizá no la erradique, pero sí resolverá gran parte de los problemas sociales que ha causado la pandemia como el colapso de los hospitales». Coscollà coincide con el catedrático: «Con la vacuna no erradicaremos el coronavirus pero dejará de ser un riesgo para la salud pública y su impacto estará muy mitigado. Pero espero que tengamos memoria para no olvidar que hay que invertir en prevención no sólo en el ámbito científico sino también en el productivo y social. Porque virus que emergen, acechan y son un peligro, hay continuamente». «Aunque este año nos están llamando la atención los fallecidos por el coronavirus, cada año fallecen más personas por gripe -asevera en este sentido González Candelas-, y, pese a disponer de la vacuna, las tasas de vacunación de la gripe están por debajo de lo deseable».

Así pues, optimismo con prudencia entre los científicos valencianos ante la llegada de la vacuna de Covid-19. «Si disponemos de una vacuna eficaz, la situación cambiará drásticamente -concluye Rafael Sanjuán-. Recordemos que en los países que las han administrado de forma sistemática, las vacunas han dejado casi en el olvido enfermedades tan temidas como la polio o la rabia, y que una vacuna permitió erradicar el virus de la viruela en todo el mundo en los años 70». En todo caso, la vacuna será el factor decisivo para volver a tener una «vida normal» (quien la tuviera, claro). «El caso de la mal llamada 'gripe española' de 1918 que mató a más de 20 millones de personas fue excepcional -recuerda F. Elena-. Esta se parece más a la de Hong Kong de 1968, que mató a millón y medio de personas. ¿Cambió en algo nuestra vida 'normal' entonces? Creo que no».

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