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Camioneros solidarios en tiempos de carreteras desiertas

Los transportistas que colaboran en descargar el material sanitario explican las ventajas y desventajas de conducir en autovías apocalípticas

Un operario al almacén aduanero cierra la carga de un camión. e. ripoll

Jonathan vive la pandemia del coronavirus a 3,5 metros de altura desde la cabina de su Mercedes. Su padre, Ramón, lo mismo. De Cuenca a Madrid. De Madrid a Cuenca. De Cuenca a València. Los dos queman el tacógrafo al volante de sendos camiones de Transportes Hermanos Culebras, una de las siete empresas que participaron el sábado en la descarga de 47 toneladas de material sanitario llegado desde China a Manises, en el undécimo vuelo fletado por la Generalitat Valenciana desde el inicio de la crisis. Como miles de transportistas en España, conducen hoy en carreras apocalípticas. Vacías, con la duda constante de no saber qué estaciones de servicio están abiertas. «Las dos primeras semanas de confinamiento sólo podías repostar, pero los servicios de comidas estaban cerrados. El que no llevaba comida en el camión no lo pasaría muy bien», explica Jonathan junto al almacén de aduanas WFS, del aeropuerto de Manises.

Junto a Jonathan y su padre, casi una docena de transportistas esperan la llegada del avión. La mayoría no cobrará por este trabajo de 8 horas, el tiempo que tarda el material en descargarse de la aeronave, «paletizarlo», cargarlo en los camiones y transportarlo a Feria Valencia, dónde quedará almacenado para su distrucción por parte del Consell a partir de hoy. Lo hacen por solidaridad. «Yo me he presentado voluntario. Hay que arrimar el hombro porque cuando acabe esto, mejor para todos», apostilla David Lloret, al volante de un Scania de la empresa Transportes Mazo. «No sé cuántas horas vamos a estar, la verdad. Un compañero me dijo que el primer día empezaron a las 10 de la mañana y terminaron a las 11 del día siguiente. Pero hay que colaborar», añade bajo sus gafas y una enorme mascarilla blanca.

Los camioneros son otros de los héroes invisibles en la época del coronavirus. Tipos y tipas duros de toda la vida que ahora trabajan para que el mundo no se pare. Gracias a ellos, los supermercados abren todos los días, los paquetes llegan a casa y, lo que es más importante, los hospitales funcionan con normalidad. Ramón reflexiona sobre el fenómeno de lo primero, el de la cadena de alimentación: «Hay un síndrome de acaparar, porque todos quieren tener seguridad. Las empresas quieren tener los almacenes llenos, igual que la gente quiere ver repleta su despensa».

La soledad en la carretera no es un problema para el camionero. Es el pan de cada día. El inconveniente es que la infraestructura viaria que sostiene al camionero en su día a día también ha desaparecido. «Al principio, entre Madrid y Barcelona no podías estar 10 horas sin comer. A los 15 días se dieron cuenta y habilitaron algunas áreas de servicio solo para los transportistas», afirma Abdel. Un camión necesita repostar gas cada 1.200 kilómetros. Con la mínima previsión, la autonomía debe ser suficiente. «La cuestión es que hay pocos sitios dónde lavarse o ducharse, más allá del tema de las comidas, que ahora ya está solucionado», explica Jonathan.

Transitar por carreteras vacías es, desde el punto de vista de la conducción, una ventaja para el camionero. «Vas solo. Antes veías, tramos, a 11 o 12 camiones uno detrás del otro. Ahora te cruzas con 1 o 2. Pero lo mejor es que no te encuentras con coches. Normalmente, te topas con algunos que van a 80 por hora y eso obliga a desacelerar con 24 toneladas que llevas, esperar, volver a acelerar para adelantar. Ahora vamos 'limpios' por la carretera», explica Ramón.

El ruido del moderno carguero rompe el silencio helado del aeropuerto de Manises, prácticamente inoperativo desde el inicio del Estado de Alarma. Los transporstistas graban con sus móviles el aterrizaje, conscientes de que están participando de un momento histórico. «Ya que no hemos perdido el trabajó, qué menos que colaborar», espeta David.

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