Se juntaron: un muro degradado en un callejón de Xàtiva, la creatividad de los alumnos de un taller de bellas artes, y el talento de un pintor audaz. Así nació, en 2013, la primera obra de la que hoy ya está considerada una ruta pictórica por el casco antiguo de la capital de la Costera. Lleva la firma de José Antonio Espinar (Alzira, 1970) y además de los encargos institucionales, se han sumado obras de menor formato en algún caso fruto de un encargo particular: como el último de ellos, en noviembre, en la pared de una peluquería de caballeros del barrio Nord-Oest.

Espinar ya tiene decenas de obras en muros y medianeras de muchos lugares, entre otros recientes uno en Vallés (la Costera) o el de l'Ènova (la Ribera), del año pasado. Pero en Xàtiva se ha mostrado especialmente prolífico. Y además, en todas sus composiciones hay una clara referencia a la historia de la ciudad. Bien por el camino de la figura de José de Ribera, protagonista de su primer mural, como por el de la leyenda, con la ambiciosa obra que recrea un conocido mito local sobre las ermitas del Puig y Santa Anna.

El primer trabajo en Xàtiva aunaba pintura con soluciones matéricas, puesto que la superficie estaba muy erosionada. Era una actividad para los alumnos de la academia Tratteggio. Y Espinar hizo de la ejecución del mural, al alimón con los aprendices, la clase práctica. El resultado llevó al Ayuntamiento de Xàtiva a encargarle una obra muy ambiciosa: de resultas de un esponjamiento en la trama urbana de la calle las Santas, dos enormes paredes medianeras afeaban el entorno. Allí plasmó, en 2014, su homenaje a Wyngaerde, el pintor holandés que entre 1562 y 1570, por encargo de Felipe II, dibujo 62 ciudades españoles, entre ellas Xàtiva. Con paredes irregulares, en cinco planos, a dos lados y con obstáculos constructivos, aquella obra tuvo un espectacular resultado y Espinar incluyó al artista del siglo XVI como si estuviera pintando al natural la icónica estampa. Ya en 2018, de nuevo el ayuntamiento le encarga que una modesta pared que envuelve a una fuente, en la calle del Puig, alegre la vista. Y Espinar creó El pam de Déu, un gran mural que incluye digresiones futuristas tan de su agrado. Ese mismo año enmarcó otra fuente de pared, la de la plaza Del Mercat. En la calle Trobat, en Caldereria y en la avenida de Selgas también ha dejado su sello, en este último caso en una caseta de la luz. Y el babero Murillo le encargó el último.