Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y el trabajo decente. Son las propuestas marcadas por Naciones Unidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 8, bajo el epígrafe «Trabajo Decente y Crecimiento Económico». Se trata de unos objetivos muy ambiciosos, con el horizonte marcado en el año 2030, pero que ahora, en plena crisis mundial por el impacto del coronavirus, se enfrentan a un nuevo panorama completamente diferente, con millones de personas abocadas al paro en apenas dos meses en todo el mundo. El reto ahora es todavía más grande.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) cifraba en 187,7 millones el número de personas desempleadas en el mundo en 2019, y apuntaba a que ese dato iba a crecer en 2020 hasta los 190,3 millones de personas. Sin embargo, ese informe no preveía el impacto que iba a tener en nuestras vidas la Covid-19.

Solo en España, la Encuesta de Población Activa (EPA) revelaba ayer que el empleo cayó en 285.600 personas en el primer trimestre de este 2020. Y ese período abarca tan sólo los primeros 15 días de confinamiento... no tiene en cuenta lo ocurrido en abril. Cruzando el océano Atlántico, el Departamento de Trabajo de Estados Unidos confirmaba el 9 de abril que casi 17 millones de personas habían perdido su empleo allí en los últimos 21 días.

Esa es solo una muestra pequeña del shock a nivel laboral que ha provocado la pandemia en estados desarrollados. Los daños en los países en vías de desarrollo, donde los problemas de desempleo y precarización o explotación laboral se han convertido prácticamente en algo endémico, son algo que todavía está por calcular. Y no hay visos de que el impacto vaya a ser menor en economías domésticas donde el ahorro no siempre es posible y se sobrevive en el día a día.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 8 se impulsó con la premisa de encontrar soluciones a la falta de oportunidades, la insuficiencia de las inversiones y el bajo consumo. Ahora, en estas circunstancias, el compromiso de los estados que componen la ONU y la sociedad en general es todavía más fundamental para avanzar en la medida de lo posible en este terreno.

Pero el ODS número 8 no solo habla de trabajo, sino que viene acompañado de un adjetivo que resulta clave: «decente». Casi 2.200 millones de personas vivían antes de que explotara la crisis del coronavirus por debajo del umbral de la pobreza en todo el mundo. Para erradicar este problema mundial será necesario crear empleos estables y bien remunerados.

Además, resulta clave que se garanticen las mismas oportunidades en el lugar de trabajo, independientemente de la edad, género, nivel de ingresos o antecedentes socioeconómicos. En el mundo previo a la pandemia, según datos de la ONU, la brecha salarial de género se situaba en el 23 %. Los hombres ganaban un 12,5 % más que las mujeres en 40 de los 45 países de los que se tenían datos y la tasa de participación de la mujer en la población activa era 30 puntos inferior a la de los hombres (63 % frente al 94 %).

El punto de partida ya no es el mismo que el que había hace dos meses. Pero el objetivo sí que sigue siendo el mismo. Para alcanzarlo, ya hay una prioridad marcada: recuperar el empleo perdido por la pandemia.