La celebración de las Fallas de València oculta una disparidad entre instituciones que se advierte en cada intervención pública. Ni Ayuntamiento ni Generalitat las descartan, pero mientras el primero no las descarta, la segunda le aplica no pocas dudas. Así pudo constatarse en la jornada de ayer, con la doble lectura del tema.

El alcalde de València, Joan Ribó, volvió a dejar claro el estado de la cuestión en versión municipal: celebrar las fiestas en julio no está descartado, hay conversaciones con los agentes de la fiesta, van a continuar haciéndose y no se va a tomar ninguna decisión de momento salvo que, desde instituciones de rango superior, se establezcan órdenes tajantes en sentido contrario.

La «nueva normalidad» establecida por el gobierno central deja un cierto margen a la esperanza. Muy lejos de lo que serían unas fiestas «normales», pero si se cumplieran todos los plazos establecidos, darían pie a un programa de mínimos («sui géneris» los calificó el alcalde). Por lo que ayer lo comparó con «superar pantallas» de un vídeojuego e insistió en que no se va a tomar una decisión en sentido contrario porque «faltan 45 días» para el plazo establecido (a mediados de junio) y que, en todo caso «será producto del consenso con el mundo fallero». Anunciando que «no se descarta nada, aunque no podemos negar que hay sospechas de que determinadas cosas no se podrán celebrar» en alusión a los actos multitudinarios.

Por eso, apeló al «diálogo», sabiendo que «puede haber actos con limitaciones. Puede ser aceptable, pero igual no interesa». O, tal como reconocieron fuentes municipales, «mañana mismo pueden llegar nuevas órdenes que lo desbaraten todo y no opción alguna», pero, a la vez «mañana puede haber también un escenario mucho más propicio».

Pero, a la vez que se abría esa posibilidad al acuerdo, desde la Generalitat se lanzaba un mensaje más frío. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, helaba la opción al subrayar que aunque «vemos la luz al final del túnel, estamos aún en el túnel». Y más duro: «hoy mismo ha habido muertes». Puig indicó que respeta las decisiones que en su día tomó el ayuntamiento, pero aseguró que la celebración de las fallas no es una cuestión que se haya discutido con el Gobierno «ni que se esté analizando en estos momentos».

La clave, los «mínimos»

Resulta evidente que las Fallas de Julio serán un acuerdo de mínimos en el que tienen mucho que ver sobre todo tres patas: las instituciones como reguladoras de las normas; comisiones como base social y artistas falleros como elemento prioritario puesto que, más allá de los profesionales que cerrarán el taller (como en otros oficios), se trata de una profesión amenazada de continuidad pero, a la vez, de protección institucional obligada por la declaración de las Fallas como Patrimonio de la Humanidad. Por el Gobierno de España, Generalitat, Diputaciones y Ayuntamientos.

«Aún es pronto para decirlo» aseguró el alcalde «pero he emplazado al concejal de Cultura Festiva a redoblar las conversaciones». ¿Cuales son los «mínimos» para hacer unas Fallas aceptables como Fallas 2020? Ni siquiera la Interagrupación lo tiene establecido porque «el escenario está todavía por definir» reconoció el presidente Guillermo Serrano. Y los intereses pueden ser contrapuestos. Por ejemplo, los artistas quieren que las fallas se quemen y se inicie un nuevo ejercicio. Pero los falleros no quieren que se las fallas salgan a la calle y se quemen sin casi acompañamiento.

En la actualidad existe un sentimiento, cada vez más extendido en las bases de la fiesta, de olvidar las Fallas de 2020 y guardarlas hasta 2021. Pero sería acercar al oficio de artistas a la extinción. Con la paradoja añadida de que las comisiones han recibido más subvención que nunca (acabarán con un mínimo del 63 por ciento de lo pagado este año, una subvención nunca vista en la historia.