Nos conocimos, Miguel Ángel, allá por el año 1992, estudiando oposiciones. Nos veíamos en la academia de la calle Garrigues; martes y viernes. Todos sabíamos que eras uno de ellos; uno de los que aprueban. No solo porque te lo tomabas en serio y cumplías sino, fundamentalmente, porque derrochabas la actitud que hacía falta para conseguirlo: optimismo y capacidad de sufrimiento.

Y nos reímos juntos con el falso bingo de José Alfonso para cantar los temas de los viernes. Con Vicente, Manolo, Jaime, Pilar, Susana€ y con la manivela de la puerta de Pedro que nunca se llegó a arreglar. Y te recuerdo siempre con esa eterna sonrisa en el rostro. Con esa inocencia maravillosa que la gente normal difumina y deja atrás cuando se hace mayor. Pero tú nunca fuiste de esos. Nunca fuiste normal. Nunca dejaste de hacerlo.

Y luego nos pusimos a trabajar. Y llegaron los juzgados, y los juicios, y el papeleo. Y llegaron los problemas, y los enfados, y las prisas. Pero tú nunca perdiste esa actitud. Tú no creciste nunca lo suficiente como para amargarte y para dejar de disfrutar en tu despacho; entre tus papeles, tus fotos y tus pequeñas manías. Siempre tuviste tiempo para un café, un consejo, una visita al despacho, una sonrisa o para echar una mano al de tu lado.

Y vinieron las bodas, las casas y los niños. Y, sobre todo, llegó Eva: esa cuña de distinta madera que tan bien encajó en tu vida. Recordarás el disgusto aquél, cuando fuimos a ver vuestra casa, cuando mi hijo se cayó del tobogán y acabamos en el hospital. El caso es que no llegamos a subir a tu casa. Y el tiempo pasó, y llegaron Alex, Daria y Victoria. Y llegó la final de Sevilla del año 99, con aquel gol de Mendieta y el agónico regreso a Valencia en el suelo del tren. Penas con pan, que eran menos.

Y también nos pusimos a correr, y cuando tú te pones a una cosa, te pones de verdad. Así que llegaron Blue Line, y Runnersworld, y Runners Ciutat de València. Y llegó el circuito de los domingos, y los 10 k y las medias. Y el mítico 3'59 el kilómetro, con tu hermano Álvaro, de quien nunca te cansabas de hablar. Y los grupos de entrenamiento, donde tus amigos de entonces dicen ahora, con infinito cariño, que eras "el jefe de la manada de gansos". Tu espalda redujo los kilómetros y el ritmo de tus carreras, pero no tu ilusión y tu ánimo de correrlas. Siempre con la camiseta de tu club. Tus compañeros y amigos de Runners CV te dedicarán, próximamente, un entrenamiento de recurso con la admiración y el respeto que se merece quien siempre tuvo una palabra de ánimo para todos.

Pero, sobre todo, cuando te pusiste a hacer cualquier cosa, lo hiciste con toda tu alma. Con el espíritu del niño que nunca dejó de serlo del todo. Siempre el vaso estuvo medio lleno para ti. Siempre pusiste buena cara al mal tiempo. Por eso me cuesta despedirte. Por eso las palabras no quieren llegar hasta el final de este, nuestro homenaje de tus amigos.

Querido Miguel Ángel: allá arriba, donde estás, te veo de pie, de corto, bien peinado, sonriendo y bromeando en el cajón de salida. Te veo trabajando hasta la perfección, pero con discreción y humildad. Te veo corriendo. Te miro a los ojos y veo a un marido, un padre, un hijo, un hermano, un compañero, un amigo. Veo un vacío que llenaremos con el recuerdo de la gran persona que fuiste.

Y es que el mundo nos ha hecho una grandísima faena. Cuando creíamos que estábamos saliendo de este desastre del coronavirus, cuando empezábamos a ver la luz, un golpe tremen do nos arroja a lo más oscuro.

Estábamos pensando como retomar la Administración de Justicia, cómo reconstruir lo que el estado de alarma se ha llevado por delante, cuando nos encontramos que nos va a faltar uno de sus más entregados constructores, Miguel Angel Martínez, Letrado de la Administración de Justicia en Valencia y querido amigo, entre otras muchas cosas.

Aun recuerdo cuando tuve el privilegio de ser testigo de ese merecido premio que recibías junto a tu juez de tanto tiempo, Juan Carlos Mompó, el galardón al juzgado más eficiente de España, nada menos, Recuerdo con la ilusión que preparaste el dossier y la emoción con que recibimos la noticia. También recuerdo tu llamada, a días de la entrega "no será verdad eso de que no vas a venir€". No fue verdad, si tenia alguna duda, las disipaste, e hice encaje de bolillos para poder estar aplaudiendo junto con Eva, tu mujer y compañera de tantas cosas. Qué premio tan merecido, y con que humildad lo recibiste.

Llevar un juzgado de primera instancia, en una tesitura en que las responsabilidades atribuidas a los Letrados de la Administración de Justicia son cada vez mayores, no es fácil. Pero llevarlo al día, como lo veníais haciendo, parecía imposible. Pero así era, día a día y hora a hora. Aquel premio no fue casualidad sino resultado del trabajo en equipo y de algo fundamental, concebir la Justicia como servicio público. Algo que cumpliste hasta el fin de tus días.

No damos crédito a que no estés a la vuelta. No podemos creer que dejes ese hueco en tu actual juzgado de lo contencioso, en la Ciudad de la Justicia y en nuestras vidas. Nada volverá a ser igual.

Con tu marcha, perdemos todos. Tu familia, tus amigos y cualquiera de quienes hemos compartido tiempo contigo. Pero pierde mucho la Justicia, que se ha quedado sin un luchador y un trabajador entregado.

Ya te echamos de menos.

Descansa en paz

Susana Gisbert Grifo y Eduardo Olmedo de la Calle. Fiscales Fiscalía Provincial Valencia.