Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mantenerse sobrio durante la pandemia

Alcohólicos Anónimos mantiene reuniones telemáticas en Alzira para superar la ansiedad del encierro y evitar tentaciones

Mantenerse sobrio durante la pandemia

Tomar una copa de vino o de cerveza es una acción tan sencilla y cotidiana que rara vez prestamos atención a las consecuencias negativas que puede tener en algunos sectores de la población. La botella ha derrotado a miles de personas, que han sucumbido presas de la adicción. Los integrantes del grupo alcireño de Alcohólicos Anónimos no cejan en su empeño de permanecer sobrios. Sólo 24 horas. Incluso durante la pandemia mantienen sus reuniones, eso sí, telemáticas. En ellas comparten sus amargas experiencias, muchas de las cuales se han convertido en alegres reconciliaciones con la vida.

«El alcoholismo es una enfermedad que no tiene cura. Como mucho puedes parar la adicción. Por eso siempre trabajamos con un sencillo precepto: no probar la primera copa durante 24 horas», explica Juan, un vecino alcireño integrante de Alcohólicos Anónimos. Al menos, en resumen, ya que se trabaja con doce pasos. Habitualmente se reúnen en un local parroquial, junto a la iglesia de Santa Catalina, cada lunes, miércoles y viernes. Ahora mantienen esta cita de manera telemática. «Cuando la pandemia asomaba hablamos con el cura y acordamos que dejaríamos la reuniones presenciales. Pusimos un cartel en la puerta para avisar y dejamos un número de teléfono (el 963 917 160) que está operativo las veinticuatro horas del día y ofrece ayuda psicológica, además desde ahí le pueden facilitar el acceso a los grupos de Skype en los que hacemos las videollamadas que sustituyen a las reuniones», añade.

En tiempos de confinamiento, la ansiedad por permanecer encerrado es uno de los síntomas más habituales. Es muy fácil reconducir ese desasosiego hacia la comida o la bebida. Incluso en una época en la que los bares están cerrados. Pero esa no es la cuestión. «Esto no va de bares abiertos o cerrados. Yo, por ejemplo, soy autónomo y sé lo complicado que es mantener a flote una empresa. Además, no tenemos nada en contra del alcohol ni de los bares, que sirven muchos otros productos. Nos parece perfecto que la gente pueda beberse una cerveza, pero nosotros no podemos porque una ya supone volver a caer», comenta al respecto.

Ni una copa

Las afiladas garras de la adicción no hacen prisioneros. «Como muchos otros, yo intenté luchar contra el alcoholismo solo, pero no pude. Da igual las veces que intentase echarle un pulso al alcohol, al final siempre recaía. En una ocasión intenté hasta planificarme. Me decía: 'hoy solo una copa'. Lo he llegado a apuntar en un papel para autoimponerme que tres era el máximo. Fracasé una y otra vez. También he llegado a estar un tiempo sobrio, pero normalmente volvía a la bebida tras tres o cuatro meses», reconoce este alcireño de cincuenta y cinco años.

Juan llegó al grupo de Alcohólicos Anónimos hace unos cuatro años, aunque con unas reticencias que muchos otros antes en su lugar han compartido. «La verdad es que yo siempre pensaba que lo que me encontraría allí no me iba a gustar, me daba un cierto 'yuyu'. Lo primero que te viene a la cabeza es que vas a encontrarte con un cura que da sermones a cuatro colgados. Pero ahora lo pienso y digo, y si hubiese sido así, ¡qué más da! Evidentemente, la imagen que yo tenía era errónea. Hay gente diversa, de diferentes clases sociales, pero con un problema y deseo común: la adicción y las ganas de dejar de beber», detalla tras una grata experiencia dentro del grupo de autoayuda.

Esa compañía crea un círculo virtuoso de emoción y sentimientos. Unos a otros se retroalimentan. «Es muy especial. Cuando una persona nueva llega y coge confianza, se suelta y habla. Cuenta su experencia, pero al mismo tiempo comprendes que está narrando tu vida. El patrón es el mismo», admite Juan. Las historias de audotestrucción les unen, pero todavía más lo hacen sus ganas de dejar de beber. No para siempre. Solo por hoy, 24 horas. Porque la lucha no se gana una vez, la pelea es continua y los alcohólicos buscan vencerla cada día.

«No era una persona normal»

Las reuniones les ayudan a ello. «Para mí es como para un enfermo que va a diálisis. Creo que cualquier persona que tenga problemas debería conocer nuestra comunidad. Eso sí, hay que entender que esto es para el que quiere, no para el que lo necesita. Somos un grupo que no tiene opiniones sobre problemas ajenos, que no es ninguna secta ni está afiliado a grupo político o religión alguna. Somos gente que comparte el deseo de dejar de beber. A mí esto me ayudó a reencontrarme conmigo mismo y a darme cuenta de que aunque pensara que antes era una persona normal, no era así. Veo que era egoísta e impulsivo», concluye el alcireño. Unas reflexiones muy sobrias.

Compartir el artículo

stats