Omar, Atif, Famous y M'Bani tienen entre 18 y 21 años y son de Marruecos, Pakistán, Nigeria y Costa de Marfil, respectivamente. Nos reciben con té caliente y coca de llanda en un piso austero y limpio decorado con un mapa mundi donde no hay fronteras.

Sonríen. Ahora sonríen. Ya les tocaba, tras tantas lágrimas derramadas por tristeza, nostalgia, cansancio, miedo, dolor o rabia. Pero ahora les brilla la mirada. Y eso que su vida, su proyecto futuro, no está asegurado. Pero ya se vislumbra. El eje está trazado y solo falta que no salgan más piedras en el camino, mientras conviven con las que se encontraron hace años, cuando iniciaron una ruta de no retorno desde sus países de origen en buscar de un futuro mejor, de una oportunidad. Están dentro de la red de emancipación de la Generalitat Valenciana para jóvenes migrantes y ocupan cuatro de las 34 plazas que gestiona la Plataforma Social de San Antonio Abad.

Y ahí, en este piso tutelado, cuatro jóvenes migrantes viven el estado de alarma encerrados, como el resto, pero con un techo, con comida, con sus cursos formativos y su reparto de tareas. Se saben afortunados. Por eso sonríen. No es para menos teniendo en cuenta que la red de emancipación solo cuenta con 122 plazas en toda la Comunitat Valenciana para quienes cumplen 18 años en los centros de menores. Y aún así, a pesar de estar bajo el paraguas de la fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás y de la propia administración, su situación administrativa no está resuelta. El director del proyecto, Segundo García, y la coordinadora de los pisos tutelados, Rosana Palomares, explican que el «problema es que los permisos de residencia, las renovaciones, las solicitudes de trabajo, están todon anulado y paralizadon. No sabemos si cuando esto acabe el empresario seguirá necesitando el puesto de trabajo previsto ni cómo se va a dar prioridad a las citas anuladas».

Omar salió del centro de menores el pasado 24 de septiembre al cumplir los 18 años. Su 'regalo' fue pasar a ser una persona sin hogar. Así estuvo un mes y medio. «Dormía en los parques infantiles. El río es peligroso. Pasé miedo, la calle es muy dura». En busca de comida y un lugar para asearse, se encontró con Cruz Roja, desde donde le tramitaron el asilo y le dieron una plaza en un piso tutelado. Y de ahí al actual.

Tiene permiso de residencia, estudia un curso de cocina, habla muy bien castellano y le apasiona el fútbol. «Creo que soy afortunado porque la cocina me gusta», explica. Una suerte porque lo cierto es que ellos no eligen qué quieren estudiar, sino que se acoplan a la plaza que haya disponible en el momento.

Los ojos verdes de Atif llaman la atención. Sin embargo, ha estado tres años y tres meses ocultándolos al mundo. La opción para regularizar su situación pasaba por demostrar «el arraigo» y eso, negro sobre blanco, significa estar oculto y ser invisible tres años. La resolución le ha llegado en pleno encierro. El joven (21 años) llegó a España en 2015 tras casi 8 meses de viaje desde Pakistán, previo pago de unos 9.000 euros a las mafias. El joven ha hecho un curso de cocina y ha realizado las prácticas en el taller de hostelería del centro de Día Don Bosco. «A veces lloro solo, y solo puedo dar las gracias», reconoce a media voz.

Famous está ahora en la situación que tenía Atif: condenado a la invisibilidad hasta que pasen los tres años que acrediten su arraigo. Es el único que no pisa la calle. Ni para bajar la basura. Como en la mayoría de casos, tiene problemas con el pasaporte.

M'Bani intentó saltar la valla de Ceuta 24 veces durante 7 meses. Lo consiguió el 28 de enero de 2018. Esconde las heridas de las concertinas y de la policía. Lo derivaron a un centro en Mérida y de allí, a València. Tras muchos periplos consiguió tramitar el permiso de residencia por una oferta de trabajo. El Estado de Alarma le pilló con una cita prevista para «tomarle las huellas» que sigue a la espera.