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El hábitat urbano poscoronavirus

Gerardo Roger ve la crisis como oportunidad para activar la construcción de vivienda pública de alquiler y del Rey vuelve la vista a los modelos de viviendas colectivas Esteve aconseja reordenar las terrazas de la hostelería y Gradolí aprovechar las azoteas comunitarias

Vecinos confinados en un bloque de viviendas de València durante el aplauso a los sanitarios e.ripoll

La pandemia del coronavirus se presenta como momento clave para rediseñar las ciudades del futuro. La renaturalización del espacio urbano y la movilidad sostenible ganan ahora argumentos, pero los arquitectos también piden una revisión de la normativa de las viviendas, cuyas carencias de espacio, iluminación y ventilación han quedado patentes durante el confinamiento.

El arquitecto y urbanista Gerardo Roger, padre de la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística y otras normativas urbanísticas, considera que la crisis sanitaria global es la oportunidad para, aprovechando la financiación europea que se anuncia, lanzar un plan de vivienda pública de alquiler «que nos ponga a nivel europeo». Roger no ve probable la desaparición del actual modelo de gestión urbanística mercantilista y cree que es una entelequia hablar de hacer viviendas más grandes, pero si más asequibles y de calidad, abaratando costes con elementos como los módulos prefabricados. El urbanista, coautor del nuevo plan especial del Cabanyal de València, aboga por ganar espacio en las calles o en los patios interiores y cita como ejemplo el jardín colectivo de la icónica Finca Roja de València.

Miguel de Rey también vuelve la mirada a los modelos de viviendas colectivas que surgieron en la segunda mitad del siglo pasado. Experiencias de las que debemos aprender, afirma este experto en patrimonio rural y paisaje, quien asegura que el teletrabajo dará una nueva oportunidad al mundo rural y a la rehabilitación de alquerías. Los bordes martítimos también ganarán protagonismo tras la pandemia. Del Rey anuncia el fin de los paseos marítimos de obra dura por su vulnerabilidad frente al cambio climático y aconseja la renaturalización de estos entornos.

Las exigencias de distancia social darán nuevos bríos a la supresión de carriles de tráfico, como se ha hecho hace unos días en la céntrica y comercial calle Colón de València, y a la ampliación de aceras. Si bien el arquitecto Carmel Gradolí y también la urbanista Inés Esteve, autora entre otros del plan especial de protección de Ciutat Vella de València, recuerdan que el espacio público en determinados entornos, como los centros históricos, es «muy limitado». La covid no debería ser coartada para ampliar las terrazas de la hostelería. «Los usos y el paisaje deben convivir», remacha Esteve. Ella y Gradolí proponen revalorizar el infrautilizado espacio de las azoteas comunitarias de las fincas, que en este confinamiento y pese a las restricciones han sido un desahogo para los confinados. «En vez de privatizar o llenar de aparatos de aire acondicionado los terrados pueden ser una zona de socialización y transición» entre las viviendas y la calle, albergando por ejemplo huertos urbanos, que además ayudan al autoconsumo.

La pandemia ha dejado en evidencia las carencias de nuestras viviendas, especialmente en las construidas en las grandes ciudades en los años del éxodo rural, sin ventilación ni iluminación natural, carentes de confort y tan ajustadas de espacio que es imposible tener en ellas un espacio de intimidad. Construir viviendas versátiles, adaptadas a criterios de eficiencia, ventiladas, con vistas y sostenibles es el camino. Y sobre todo revalorizar el espacio de las terrazas y recuperar en estancias como el estudio, que puede verse en las viviendas de l'Eixample, que han desaparecido en el afán de sacar el máximo partido al metro cuadrado.

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