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Velas para el primer reencuentro

La cuarentena limitó las reuniones, pero con la llegada de la primera fase se vuelven a permitir los encuentros en casa - Teresa y Alicia, hermanas mellizas, celebran su cumpleaños con padres y tíos después de dos meses de confinamiento

Los diez componentes de la familia Calabuig Ortiz se sacan una selfie. Fernando Bustamante

En estos dos meses de cuarentena, el contacto familiar ha sido restringido hasta límites que hubiera resultado difícil concebir. Unos límites que, por fin, empiezan a desaparecer. Teresa vive en València, y no ha podido ver a su hermana melliza Alicia, de Meliana, desde que se iniciase el confinamiento, aquel lejano 14 de marzo. Pero ayer era el día en que la provincia de València entraba en la fase 1 de la desescalada, y con esta llegaba también el permiso de las reuniones familiares.

Así que por fin, Teresa y Alicia se pudieron encontrar. Y en una bonita efeméride: ayer también era el día del cumpleaños que comparten. «Cuando denegaron la entrada en la fase 1, bromeábamos con que era para hacer que retrasarla a nuestro día», contaba ayer Teresa, unas horas antes del esperado reencuentro.

La celebración, en su casa de la capital, se realizó con mascarillas y menos abrazos de los deseados, pero por fin con la familia al completo compartiendo un mismo salón. Una escena que se repetirá esta semana en casas de toda la ciudad de València y del resto de departamentos del territorio que ya han pasado a la fase 1. La primera reunión familiar de la nueva normalidad. A la fiesta, entre comillas, de cumpleaños de Teresa y Alicia, acudieron diez personas, cifra que se ha convertido en el parámetro fijo de los reencuentros de la covid-19, aunque no computen las que vivan en la misma casa. Junto a ellas dos y sus respectivas parejas e hijos —Teresa tiene uno, y Alicia dos—, acudieron los padres de ambas, José Ramón Calabuig y Mari Carmen Ortiz, y su hermana mayor, María José, que también vive en la ciudad de València. La cita caía ayer justo dos meses después del aniversario de su padre y su hermana mayor, que comparten natalicio el 18 de marzo y que ya no pudieron celebrar, al ser ya en la que era la primera semana de estado de alarma. Tampoco pudieron reunirse por el cumpleaños de Mari Carmen Ortiz, el 4 de abril, ni para remojar la celebración por el 40º aniversario de casados de los padres de la familia, el pasado 26 de abril: «Estábamos organizando la celebración y de repente se nos vino encima todo esto. Lo conmemoraremos igual, pero cuando todo haya pasado», explicaba ayer José Ramón, que lamentaba, con irónica resignación, el hecho de que todas las celebraciones familiares hayan coincidido con la pandemia del coronavirus. Todas las velas de la familia Calabuig Ortiz de este 2020 se han soplado por separado; ayer, por fin, pudieron brindar por todas ellas.

Conexión por videoconferencia

A lo largo de estos dos meses sin cafés de sobremesa, las videconferencias han sido la única vía por la que la familia ha podido reunirse en un mismo espacio. Virtual, claro. «Al principio costaba, sobre todo a mis padres, porque para ellos, lo de la tecnología... Al final se han hecho a ello, y ya nos habíamos acostumbrado», relataba ayer Teresa. «Sí, veíamos a los nietos por el móvil a veces. Ha sido la única forma de hablar con ellos», asentía José Ramón. Tanto él y su mujer como María José viven en el mismo barrio que Teresa, por lo que durante los paseos ya permitidos estas últimas semanas pudieron verse con ellos, desde el balcón. «Mi hijo se ponía a llorar inmediatamente», contaba Teresa.

Al final, parece que fue el pequeño de Teresa quien llevó peor las obligaciones y prohibiciones de la cuarentena: «Es extraño, pero al final te acabas acostumbrando a esta vida. Y con el virus aún por ahí, impone cierto respeto volver a las calles», comentaba Teresa. «Como íbamos solo a la farmacia y a comprar», añadía su padre, «se hizo raro incluso salir a pasear por ahí cuando dejaron». En las próximas semanas se tendrá que ir cambiando el chip.

En parte por los impedimentos ya acoplados a las costumbres de la ciudadanía, en parte por el miedo al virus que no se va, al principio la familia Calabuig Ortiz no estaba segura de celebrar ayer el encuentro. «Si no fuese nuestro cumpleaños, estoy segura de que hubiésemos aplazado la quedada», afirmaba ayer Alicia. Ella trabaja de enfermera en el Hospital Clínico de València, y en estas semanas no ha dejado de acudir a la primera línea de defensa contra el coronavirus. El riesgo de contagio, como para todo el personal sanitario, estaba ahí. Conscientes de la necesidad de extremar las precauciones, acordaron reunirse para la celebración.

Más de dos meses después de que se viesen por última vez, sin ser conscientes de la especial condición de aquel encuentro, la familia Calabuig Ortiz pudo reunirse de nuevo ayer por la tarde. Fue difícil controlar que los tres pequeños de la familia cumpliesen con las separaciones. No faltó la tarta, ni las velas para las dos mellizas, que soplaron por todos.

La emoción regó todo el encuentro, especialmente cuando la familia pudo ver, por fin en directo, cómo la hija menor de Alicia, la más pequeña de la familia, ya caminaba sin ayuda. «Dio sus primeros pasos el segundo día de la cuarentena. Desde entonces hemos ido a pasear a la huerta, para que fuera practicando para cuando sus abuelos pudieran verla por primera vez», comentaba Alicia. El encuentro no se alargó demasiado, pero fue un primer contacto necesario. Tras la celebración, todos marcharon un poco más felices. Alicia, de nuevo a su puesto en el Clínico, esperando que la curva de contagios siga bajando en la desescalada.

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