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"Da rabia y miedo que haya gente que no vea la magnitud del problema"

María José Gregori, una enfermera de Simat que ha vivido la pandemia en el hospital de Gandia, reclama a los ciudadanos que no bajen la guardia

"Da rabia y miedo que haya gente que no vea la magnitud del problema"

María José Gregori, vecina de Simat de la Valldigna, es, como enfermera, una de las miles de profesionales sanitarias que han luchado en primera línea para hacer frente a la Covid-19. Desde hace dos años trabaja en el hospital Francesc de Borja, de Gandia, concretamente en la sala de traumatología. Allí ha vivido los peores momentos de la crisis del coronavirus.

Explica que, desde el primer momento, la dirección del hospital reforzó las diferentes plantas del hospital para afrontar la llegada masiva de enfermos de coronavirus. Sobre su experiencia, reconoce que no tenía miedo a contagiarse, ya que «es mi trabajo». Desde el centro les dieron la opción a todos los sanitarios de trasladarse a vivir durante esas semanas a un apartamento en la playa de Gandia. Gregori recuerda que, aunque dudó, «si la situación ya me afectaba psicológicamente, el hecho de no ver a mi familia durante tres semanas lo empeoraba». Para evitar el contagio, se duchaba en el hospital y en casa seguía todas las medidas. «Mi marido y yo dormíamos separados, llevaba la mascarilla todo el día e intentaba mantener las distancias con él y mis hijos», señala.

Aislados en la habitación

Para esta profesional sanitaria lo más duro de la enfermedad es la soledad que padecen los enfermos durante los días que se encuentran aislados en la habitación del hospital. «Los médicos hablan todos los días con los familiares, pero no es lo mismo que estar a su lado, ya que cierras la puerta de la habitación y están solos», reconoce. Por ello, desde el centro se pusieron en marcha diferentes iniciativas para que los pacientes se sintieran menos solos. Los animaban con videollamadas a sus familiares. «Recuerdo a una persona mayor hablar con su nieto, no pude evitar llorar al escucharles», explica. Gregori afirma que la gente mayor sólo veía las caras de los sanitarios, ya que los jóvenes podían comunicarse a través de los teléfonos y, por ello, debían hacer que la estancia fuera lo más agradable posible. «Cuando alguien muere, sientes tristeza e impotencia por no haber podido hacer más por salvarle la vida», afirma. Por contra, admite que la crisis sanitaria también ha tenido su parte positiva, que se manifestaba en el alta de cada paciente. «Era una alegría para todo el personal, nos daban las gracias constantemente y era muy emotivo», recuerda con una sonrisa.

«No imaginaba tal magnitud»

La situación actual es muy distinta, mucho más calmada. Gregori recalca que «no imaginaba que el virus llegara a esta magnitud cuando comenzó en China». «Yo viví la gripe A en el hospital de Xàtiva y aquello no fue nada comparado con el coronavirus», reconoce. Sin embargo, afirma que «la desescalada debía iniciarse, ya que la economía debía retomar y hay mucha gente que está pasándolo mal». Por ello, pide responsabilidad y prudencia a la sociedad porque «hay gente que no ve la magnitud del problema y, cuando observo a grupos con tanta gente, tengo miedo». Por eso siente «rabia e impotencia» cuando observa que alguna persona no cumple las normas y denuncia que «si es estresante llevar mascarilla, aún lo es más trabajar toda tapada en el hospital».

«Es responsabilidad de todos»

La enfermera cree «difícil» un rebrote, pero asegura que el sistema sanitario, y en concreto el hospital de Gandia, está «preparado». Una muestra de ello es que «hemos dejado una sala habilitada para posibles casos», indica. «Nos atemoriza pensar que aparezcan nuevos casos conforme vamos avanzando de fase», señala. Gregori sabe que es difícil evitar los contagios hasta que aparezca una vacuna, pero «es responsabilidad de todos y todas y no debemos relajarnos» y recalca que «tenemos que hacer las cosas bien para toda la gente que ha perdido a un familiar». A tener en cuenta.

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