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Testimonio

"Mi madre me ha dado la vida dos veces"

Justo Martínez sufrió una enfermedad renal sin tratamiento hasta que le trasplantaron un riñón de su progenitora - Hoy es el Día Nacional del Donante

Cuando Justo Martínez le contó a su madre que necesitaba someterse un trasplante renal, ella no se lo pensó dos veces. Le dijo que le donaba un riñón. «Era mi deber como madre», asegura Julia Alcázar. De esta manera empezó un goteo de pruebas médicas para estudiar la compatibilidad entre ambos.

En el caso de Justo, todo este proceso empezó en 2005. En una revisión de empresa le hicieron una serie de analíticas en las que le detectaron que tenía alto el nivel de creatinina y algo de proteína en la orina. Con estos parámetros le derivaron al especialista, a nefrología, y después de varias pruebas y una biopsia le comunicaron su patología. «Me dijeron que sufro una glomerulonefritis y que no existía en ese momento ningún tratamiento para la enfermedad, que con el tiempo llegaría el trasplante renal o la diálisis y el trasplante», recuerda Justo.

Cinco años después, recibe la noticia de que necesita ser trasplantado, momento en el que plantea la posibilidad de la donación. Tal como explica el coordinador autonómico de trasplantes, Rafael Zaragoza, hace unos años se decidió ofrecer esta posibilidad antes de entrar en diálisis. «Se estudia al paciente para ver que se cumplan los criterios porque no todos los enfermos pueden recibir un órgano donado: depende de la patología, de la posible reincidencia? de muchas cosas. Una vez se comprueba que se cumplen los requisitos se buscan a los donantes y se estudia la compatibilidad aunque no sea del todo necesario ya que existen fármacos que permiten modular la respuesta y el rechazo al órgano trasplantado.»

Aunque existen varios tipos de trasplantes, únicamente existe la posibilidad de donar de vivo a vivo un riñón, lóbulo hepático, médula y cordón umbilical. «Que una persona viva done a otra parte de su hígado o un riñón es un acto precioso, todavía se me ponen los pelos como escarpias», reconoce Zaragoza. Un gesto que hoy se conmemora en el Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos.

Aunque en la mayor parte de las veces, donante y receptor están emparentados, es posible que no sea así. En este caso se pone en marcha todo un procedimiento para establecer que no existe una relación comercial entre ambos. «Si una madre le dona a un hijo no hay trampa ni cartón, pero si la relación no es tan evidente se ha de investigar», explica el coordinador autonómico. Además, se ha de comparecer, de forma telemática para agilizar el proceso, en un juzgado para que se apruebe la donación.

Pese a todo, existe la posibilidad de que no sea compatible con el receptor. En este caso se pone en marcha 'una cadena', es decir, se juntan parejas dispuestas a donar para comprobar si son compatibles entre ellas para llevar a cabo la donación cruzada.

Después de pasar todas estas pruebas y establecer que ya existe un donante, se eleva el caso a un comité hospitalario en el que interviene psiquiatría, asistentes sociales, el equipo de trasplantes y el especialista que, conjuntamente, redactan un documento en el que se aprueba que hay un paciente que precisa de un trasplante y que este puede ser de una persona viva.

Precisamente todo este proceso fue el que pasaron Justo Martínez y Julia Alcázar. En su caso se ofrecieron como donantes el padre, la madre, el hermano y la hermana de Justo. Sin embargo, ni el padre, por edad, ni los hermanos, porque tenían hijos, podían someterse a la operación. «Yo no quería que se lo donara ninguno de mis otros hijos, quería ser yo la que le diera un riñón», asegura Julia. Aunque no se acuerdan muy bien cuánto tiempo estuvieron para pasar todo este proceso -casi un año recuerda ella, bastante menos, dice él- lo cierto es que llegó el día que estaban esperando: la llamada en la que le dicen que la operación se va a realizar, que son compatibles.

«El día que me llamaron del hospital fue de una alegría inmensa, sin duda uno de los mejores de mi vida. En ese momento sabes que te vas a ahorrar la diálisis, que es dura, y no tenía ganas de pasar por ese trance. Fue una gran felicidad aunque tenía un poco de miedo por mi madre», reconoce Justo. «Cuando me llamó mi hijo me puse muy contenta, deseaba que se hiciera cuanto antes», recuerda Julia.

Una vez superados todos lo requerimientos, llegó el momento. Justo ingresó dos días antes de la operación. Julia, uno. «Estaba muy tranquilo, era una sensación extraña porque sabes que es el momento en el que va a cambiar tu vida», recuerda Justo Martínez. «Yo estaba muy tranquila, era como si lo hiciera cada día. Para que te hagas una idea, el día de antes le dije a mi marido que si pasaba algo en la operación, nadie quiere que pase pero puede pasar, que no se molestara en denunciar a nadie ni en reclamar a nadie. Durante todo el proceso se han portado en el hospital La Fe de València estupendamente conmigo, me trataron como si fuera de su familia», explica Julia.

Gratitud para siempre

El día de la operación bajaron primero a quirófano a ella. En principio estaba previsto que le sacaran el riñón por una incisión a la altura del ombligo pero no se pudo llevar a cabo así que el equipo decidió abrir por la parte de las lumbares para extraer el órgano. «Ese fue el único problema que tuve, nada más. Solo que se retrasó una hora más de lo previsto.» Y llegó el esperado momento. «El reencuentro con mi madre fue muy fuerte, no tengo palabras. Gratitud hacia mi madre para siempre. Ver sobre todo que ella estaba bien y que el riñón funcionaba perfectamente», de este modo recuerda Justo el momento en el que vio a su madre tres días después de la operación. Desde ese momento han pasado casi 10 años. Hoy en día Justo (49 años) y Julia (73) llevan una vida como la de cualquier otro. Para Zaragoza, «en condiciones normales, el paciente trasplantado hace vida normal. El trasplante es la cura a la enfermedad porque se sustituye un órgano que está enfermo. Es como si a un coche le cambias el motor o los filtros. Lo más importante es tomarse la mediación para siempre.»

Y este es su caso. «Yo animo a todo el que pueda y quiera a que se haga donante. De verdad, la operación no es nada y después solo tienes una revisión al año para controlar cómo vas», asegura Julia. «En estos años he viajado, he hecho vida completamente normal y lo más importante, me he preparado unas oposiciones y he trabajado en varios hospitales como auxiliar administrativo. Espero sacar plaza fija este año», dice Justo.

De hecho, Martínez ha sido uno de los más de 11.000 enfermos con coronavirus en la Comunitat Valenciana. «Estuve un mes ingresado en el hospital», comenta orgulloso de haberlo superado. «Me pusieron un gotero que se pone normalmente a los enfermos de artritis y resulta que me ha ido bien para la glomerulonefritis. Me ha bajado la proteína en orina y me ha mejorado la función renal. Me ha dicho mi médico que van a estudiar si sirve para tratar mi enfermedad.»

Sentada a su lado, Julia, aunque un poco acalorada le mira orgullosa. Ahora que no nos oye su madre, ¿quiere decirle algo que todavía no le haya dicho?, pregunto. Justo se ríe. «Este gesto se lo voy a agradecer de por vida. Mi madre me ha dado la vida dos veces.» «Bueno, pero le di un riñón de abuela», matiza Julia. «Pero es manchego, es un riñón fuerte», concluye Justo.

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