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Rostros vulnerables tras la mascarilla

La atención de Cruz Roja a personas necesitadas de l'Horta Sud crece un 55% durante la pandemia Un 67% de usuarios nunca había requerido de asistencia Más de 1.430 familias de nueve pueblos reciben alimentos y productos de higiene

Una usuaria recoge los alimentos, ayer, en la sede de Cruz Roja en Paiporta. c. l.

Faltan cinco minutos para la una de la tarde y casi una veintena de personas se arremolina en la calle Josep Iturbi de Paiporta. Portan mascarillas, pero los ojos reflejan tristeza. Pese a conocerse de cada semana, nadie habla. No hay ganas. Muchos van acompañados de sus hijos, algunos de meses, aposentados en sus carros. Minutos después, sale un voluntario de un bajo con una lista en la mano. Da los buenos días y llama a las dos primeras personas, que arrastran sus carritos y entran en la sede comarcal de Cruz Roja a recoger alimentos y productos de higiene. Firman un papel y van guardando la mercancía. Se despiden y se marchan, casi en silencio. Es la cara de la vulnerabilidad. La de la dura crisis, la vieja y la nueva.

La asamblea de Cruz Roja de l'Horta Sud agrupa a nueve municipios: Paiporta, Albal, Alfafar, Benetússer, Beniparrell, Catarroja, Massanassa, Silla y Sedaví. Su director es Blai Juan, que con solo un dato refleja el impacto del coronavirus: las atenciones respecto al mismo periodo de 2019 han crecido un 55%, de las cuales el 67% son a usuarios que nunca antes había recurrido a Cruz Roja. En el caso de Paiporta han pasado de 64 a 457 familias. Juan resalta el respaldo que han tenido de empresas, administraciones (como Paiporta que ha donado 46.000 euros), así como particulares y socios, «que han arrimado el hombro», admite. También ensalza el compromiso de los voluntarios. «Su respuesta ha sido muy grande y el 60% del censo ha participado en la llamada», explica el director.

Evitar aglomeraciones

En los meses duros del estado de alarma se ha atendido a 1.433 familias de los nueve municipios. Cada día se cita a unas sesenta personas en determinadas franjas horarias para evitar aglomeraciones. Se les entrega una caja con alimentos no perecederos, frescos, verduras y productos de higiene y para menores. También uno de los 150 menús diarios que sirve WCK.

Cruz Roja ha identificado tres perfiles entre sus usuarios. Al que atienden desde meses anteriores a la covid-19, el que fue usuario, dejó de serlo y la pandemia le ha obligado a volver y los nuevos rostros de la crisis sanitaria.

Buscando sombra espera su turno Rodrigo, de 57 años. La crisis de 2008 le golpeó con dureza. Se quedó sin nada y tuvo que buscar ayuda en Cruz Roja durante un par de años. Su situación empezó a mejorar y abandonó el programa. Pero ahora ha tenido que regresar. «El 12 de marzo terminé mi último contrato y ya no lo renovaron por el coronavirus. No he tenido ayuda en estos dos meses largos, pasándolo muy mal. Ayer tuve que venir de urgencia porque ya no tenía nada, y gracias a Cruz Roja que me asistieron para que mi mujer y mis dos hijas puedan comer», admite.

Ana es colombiana y desde hace dos años se ampara a la Cruz Roja. Lleva en su carrito a hija su pequeña, que empieza a llorar al verla hablar con el periodista, desconocido para ella. Con la niña en brazos, Ana explica que llegó hace unos años a España huyendo de la dureza de la milicia. Tanto ella como su marido logran trabajos, todos temporales que les impiden ganar estabilidad. «Pese a todo, aquí estamos mejor, fue una bendición venir y todos los días doy gracias a Dios por la acogida que hemos tenido en España. Con las ayudas de Cruz Roja lo podemos llevar un poquito mejor, es un salvavidas grande», reconoce.

Para Pepe, entrar en la sede de Cruz Roja de Paiporta es nuevo, pero no el hecho de recibir ayuda. Está en programas desde 2008. Es una de esas personas que siguen arrastradas por la burbuja inmobiliaria. Tiene 51 años y perdió su pequeña empresa. «Te quedas sin ingresos, tampoco recibes ayudas por ser autónomo, puedes aguantar unos meses pero al cabo de un tiempo la situación es insoportable. Puedes pedir algo a familiares o amigos, pero tampoco es plan, y poco a poco todo se va deteriorando, estás pendiente de un desahucio durante años, consigues permanecer en casa pero sin luz ni agua, pides ayudas sociales, te pasas años de carestía, con ayuda alimentaria escasa... y vas perdiendo la dignidad, la ilusión y no ves futuro. Es muy duro. No encuentras solución, tiras currículums pero nadie te contesta; sin trabajo no hay ingresos y estás fuera, y si estás fuera, caerás, ahora o más adelante. Hoy dicen que no se va a quedar nadie atrás pero muchos nos quedamos en 2008», sentencia oculto bajo una mascarilla incapaz de esconder su mirada perdida.

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