Contribuyen de manera muy notable a dotar de personalidad a la rica Sierra de Enguera, pulmón verde del interior valenciano. Igual que los montes asturianos tienen sus hórreos, los gallegos sus castros o algunas comarcas valencianas cuentan con sus riuraus, esta inmensa masa forestal tiene en los cucos su seña de identidad.

Se trata de modestas construcciones en piedra seca esparcidas por la montaña con la finalidad de dar cobijo, momentáneo o un poco más estable„ a los aperos de labranza, a la leña o parte de la cosecha. Y vienen de cuando la actividad agrícola y ganadera era todavía tan importante, en el siglo XIX y hasta finales de los 60 del pasado siglo. Hay un total de 48 cucos documentados. Y tanto el consistorio enguerino como Adene (Asociación para la Defensa de la Naturaleza de Enguera) hacen todo lo posible por mantenerlos, preservarlos y potenciar su difusión. Una de las mayores iniciativas al respecto es la ruta de los cucos promovida por dicho colectivo.

Entre los grandes conocedores del cuco figura José María Simón, autor de la ruta gracias a la cual se puede conocer esta interesante muestra de arquitectura popular. Simón recuerda que los cucos «son construcciones en piedra seca que se levantan en las fincas de secano; están relativamente alejados del núcleo urbano» y tienen diversos tamaños, como por ejemplo el del Boneguillo, que es «de grandes dimensiones y en cuyo interior destacan sus dos alacenas y su gran chimenea. Adosado a este existe un cobertizo utilizado para las caballerías. En su parte este y fuera del mismo, en una losa, aún se puede ver donde pisaban la uva y hacían el vino.

Los racimos de uva se recolectaban de la misma finca», describe. El primer cuco que se puede visitar se halla en el mismo Jardín de Adene; fue construido en el año 2000 «y en su interior tiene objetos utilizados por los agricultores enguerinos», indica Simón. Muchos cucos tienen nombre: Boquera-El Saytón, de Jaime Francés, de Primitivo Esteve, de Mónica Peinado... y hasta de José María Simón. El recorrido es de unos 14-15 kilómetros. Y permite contextualizar los cucos en su riqueza natural, aunque en ocasiones el paisaje se ha transformado tanto que hay un cuco que ha quedado aislado en medio de un campo de naranjos, señala.

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