La polémica revelación del entrenador de la Atalanta, Gian Piero Gasperini, al reconocer que padeció en su estancia en València síntomas compatibles con el coronavirus, confirmados meses más tarde con los análisis serológicos, reafirman que el encuentro de octavos de final de la Liga de Campeones entre el Valencia CF y el conjunto bergamasco el pasado 10 de marzo nunca se debió jugar y supuso una seria amenaza en la expansión descontrolada del SARS-CoV-2.

El partido, a puerta cerrada en Mestalla, se disputó con la alarma sanitaria disparada, con el virus en su carga vírica más elevada y con la ciudad y provincia de Bérgamo confirmadas como uno de los principales focos de contagio de la Covid-19. Ya no existía, recurriendo a la terminología futbolística, el factor sorpresa del partido de ida, disputado en el estadio milanés de San Siro. Por entonces, 19 de febrero, solo estaban notificados los casos de una quincena de infectados y la zona cero se limitaba a la población lombarda de Codogno (a 99 kilómetros de Bérgamo). Un mes después, el eminente científico italiano Silvio Garattini constató a Levante-EMV que el desplazamiento de ida y vuelta de 40.000 bergamascos (la tercera parte de la población de la ciudad)a San Siro, así como la euforia en la celebración de la goleada frente al Valencia (4-1), fueron claves para que se formase la llamada «bomba biológica» para la propagación del coronavirus: «El contagio viene de la agitación de toda esa gran masa de gente. En cada uno de los cuatro goles hubo júbilo, abrazos, besos y tantos otros gestos de alegría». La presencia masiva de jóvenes, propia de un partido, tendrá su reflejo en el índice de personas menores de 30 años ingresadas en Bérgamo por neumonía, siendo la más alta de toda Italia.

La movilización masiva de San Siro expandió el virus en el país transalpino, pero también lo exportó a València, a pesar de que el anillo de seguridad del estadio aisló bastante a los 2.500 aficionados valencianistas desplazados. Además, desde el 27 de febrero, doce días antes de la vuelta en Mestalla, se conocían los primeros casos importados por el encuentro europeo, como el del periodista deportivo Kike Mateu, que hizo reaccionar al Valencia con unas medidas de aislamiento de su plantilla que se avanzaban a los protocolos más laxos vigentes en ese momento por las autoridades sanitarias y que fueron motivo de crítica por su aparente sobreprotección. El 7 de marzo, con 197 fallecidos en Italia (30 casos en València y un fallecido del 13 de febrero, confirmado por autopsia, de un hombre de 69 años la presencia de regreso de Nepal), el ejecutivo de Giuseppe Conte ordena el cierre de Lombardía. Contactada por este periódico, esa misma noche la directiva de la Atalanta confirma que su viaje a València no está en riesgo y que como equipo deportivo de élite se ajusta a los permisos excepcionales. En València, con la cadena de positivos conocidos bajo control, la vida transcurre en normalidad y siguen celebrándose actos multitudinarios, como la mascletà. El encuentro se disputó y, con el 3-4 definitivo, la Atalanta rubricó la página más importante de su historia internacional futbolística, con el pase a cuartos de final de la Liga de Campeones y un ingreso extra de 10,5 millones.

Ni el aislamiento previo de la plantilla, ni la medida de jugar a puerta cerrada, evitan que el Valencia encabece una semana después de la disputa de la vuelta de Champions, el índice de positivos no solo entre equipos españoles, sino también en el fútbol europeo. El 15 de marzo, un día después de la declaración del estado de alarma en España, se conocen los casos asintomáticos de Ezequiel Garay, Eliaquim Mangala y José Luis Gayà. Veinticuatro horas más tarde, el club de Mestalla manifiesta que el 35 % de los efectivos de la primera plantilla y del cuerpo técnico de Albert Celades han dado positivo. El club remarca en su comunicado la influencia directa de la exposición al virus tras haber jugado dos veces ante la Atalanta y haber visitado otro foco de contagio en España, como el campo del Alavés en Vitoria.

Zingonia, atípico aislamiento

La claridad informativa del Valencia contrastó con el silencio de la Atalanta, al tiempo que la situación en Bérgamo elevaba su dramatismo. Después de volver de Mestalla, la Atalanta se sometió a una cuarentena atípica. Según la comunicación oficial del club, la plantilla quedó dividida en dos grupos: los futbolistas que vivían sin familia, y por tanto sin tanta posibilidad de entrar en contacto con terceros, quedaron recluidos en la ciudad deportiva de Zingonia. Y aquellos que convivían con familiares permanecieron en sus residencias. Hasta el regreso a los entrenamientos, la entidad no sometió a análisis serológicos a la plantilla y reservó las pruebas PCR a jugadores que manifestasen síntomas, conociéndose solo el caso del guardameta Sportiello. Solo por voluntad propia, y ante el enfado interno de su club, el técnico Gasperini aseguró haber generado los anticuerpos y, por consiguiente, haber contraído y superado la enfermedad. La mayoría de clubes de la Serie A han informado regularmente de sus casos de los resultados de las tandas de pruebas a sus equipos, destacando los 7 casos de la Sampdoria y los 9 de la Fiorentina.