Este verano es muy especial en el Mediterráneo. Una pieza básica para la economía de las regiones mediterráneas está sufriendo, más que ninguna otra, las consecuencias de la pandemia. Y la llamada vuelta a la normalidad, no va a resultar fácil en el sector porque el turismo, en su modalidad principal de sol y playa, se caracteriza por ser una actividad altamente vulnerable y expuesta a elementos externos; en este caso a un coronavirus.

Ahora toca aplicar medidas de curación rápidas, no sencillas y que no supondrán la vuelta a la dinámica anterior en el corto plazo. Los modelos climáticos favorecen la actividad en este verano de 2020. Diversos organismos y agencias meteorológicas están señalando que los próximos meses van a ser cálidos. Esto es, un verano cálido. Lo que significa tres o cuatro situaciones intensas de aire sahariano, de aquí a septiembre, y noches tropicales de forma habitual. Son condiciones idóneas para un verano que sería excelente para el turismo si no tuviésemos esta situación sanitaria que estamos viviendo.

Los elementos climáticos juegan a favor de la menor intensidad de los contagios: temperaturas elevadas, brisas, alta radiación, poca contaminación atmosférica. Pero todo esto no sirve si no respetamos las normas profilácticas que debemos cumplir, en los próximos meses más que nunca: distancia social, mascarilla y lavado de manos constante. La prudencia y responsabilidad en nuestros comportamientos del verano será salvaguarda para el otoño.