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Mayores en desescalada

El regreso a la «nueva normalidad» comienza a medio gas para mayores y personas con discapacidad

Mayores en desescalada

La capacidad de lucha les caracteriza, pero ya han pasado a un segundo plano una vez iniciada la desescalada. Los mayores ya no son el centro de las informaciones, pero ahí siguen, resistiendo ante el miedo a la Covid-19 y con los nuevos recursos que se han puesto en marcha durante la pandemia, a su disposición. Es estudio «Personas mayores: Fortalezas que surgen de la adversidad», de la Fundación La Caixa, bajo la direccion científica de Javier Yanguas, asegura que los mayores que mejor han soportado esta situación generada por la pandemia se caracterizan «por un patrón claro: son personas optimistas, agradecidas, con recursos personales a los que acuden cuando las nubes ennegrecen el cielo, con flexibilidad para cambiar de roles, con capacidad para ser cuidadores y dejarse cuidar».

Y es que, el mismo estudio revela que «estos mayores son capaces, a pesar de las dificultades, de situar en un contexto temporal más amplio este momento de confinamiento y coronavirus. Saben muy bien que esto no es una guerra, y miran con cierto desdén a quienes proponen dicha metáfora, porque aquí 'ni falta pan, ni agua, ni se pasa frío. Además, están convencidos de que de esta se sale, siendo curioso que los 'vulnerables' confíen más en el futuro que aquellos con menos dificultades».

Levante-EMV entrevista a varios mayores de distintos perfiles para que cuenten su experiencia en el confinamiento. Y así, desde una residencia de mayores, en familia desde sus domicilios, cuidando a sus dependientes a pesar de su edad avanzada o solos, relatan su experiencia en el confinamiento y en una desescalada que ya ha comenzado y abre nuevos frentes.

Arturo Vicente vive en la residencia de mayores de Carlet desde hace unos años, tras verse cuatro meses en una situación de calle, algo «que no le deseo a nadie porque se pasa muy mal y se siente vergüenza». Asegura que ha pasado el confinamiento «lo mejor posible, pero con mucha soledad al estar aislado en la habitación... y eso pesa». Es un hombre activo y dicharachero. Una persona con inquietudes culturales. Eso le ha «salvado» el confinamiento. Eso, y «no ver mucho la televisión, la verdad». Espera poder salir a la calle «como agua de mayo» ya que la residencia donde vive «aún estamos en fase cero y aunque podemos salir al jardín dos o tres personascomo máximo, aún no están autorizadas las salidas. ¡Que ganas tengo! Un paseo corto... con ir al banco y al supermercado me conformo. Bueno, y un corte de pelo, que falta me hace ya», afirma entre risas, tras más de tres meses de encierro que, en su caso, se alarga más de lo previsto.

En una situación similar se encuentra J.C. una mujer de 73 años, que cuida ahora de su marido enfermo. Por eso, aunque ya ha empezado la desescalada, ellos siguen en una situación limitada ya que aún no ha abierto el centro de día al que acudía su marido y que a ella le dejaba, al menos, un poco de tiempo libre. «Mi marido es un buen hombre. Lo era antes de la enfermedad y lo es ahora. El encierro lo hemos llevado bien pero es verdad que ahora, que todo el mundo ya sale a la calle, nosotros estamos más o menos como antes, y eso me pesa un poco, la verdad». La mujer no se queja, agradece la ayuda prestada por el Ayuntamiento de Foios en SAD (Servicio de Ayuda a Domicilio) y reconoce que ha vivido los aplausos de las 20 horas con «mucha intensidad porque era nuestro momento de encuentro con los vecinos».

Doroteo Megia tiene 67 años, un grado de discapacidad del 43%, una mujer luchadora a su lado y una hija de 23 años y con un grado de discapacidad del 96%. Lucía, totalmente dependiente, centra la vida de la familia. «Mi hija iba a un centro de enseñanza y ocupacional que es su vida y en el encierro solo quería salir a la calle. Solo pedía calle, calle y calle. Desde el ayuntamiento (de Foios) le tramitaron un permiso especial para poder dar paseos cortos porque era todo muy difícil», explica. La desescalada «nos ha dado bastante más libertad así que estamos casi todo el día en la calle. Nos ha resultado bastante complicado, y aún nos queda mucho por pasar, pero por un hijo un padre hace lo que sea».

La madre de Ubaldo también cuidó de él hasta que la mujer falleció, con 83 años en 2012. Desde entonces, el hombre -que cuenta con un grado reconocido de discapacidad del 75%- vive solo. Ubaldo es una persona muy querida en Foios y el pueblo respondió con cariño a los vídeos que ha subido a las redes sociales y que le han «salvado» del aburrimiento durante el encierro. «Un día me puse a bailar en directo y fue un éxito. Así que cada día grababa un vídeo y se lo dedicaba a alguien del pueblo. He recibido mucho cariño y doy las gracias por ello», afirma Ubaldo. Su «nueva normalidad» pasa por salir a pasear y poco más. «Menos mal que el ayuntamiento me ayuda. Gracias a David, el trabajador social, me siento arropado porque siempre me presta atención y atiende mis necesidades», señala.

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