La dexametasona es el fármaco de moda. Este potente antiinflamatorio ha saltado a la actualidad esta semana por presentarse como el primer tratamiento que reduce con éxito la mortalidad del coronavirus entre los pacientes más graves, merced a un estudio clínico publicado el pasado martes por investigadores británicos, por lo que las autoridades sanitarias han invitado a extender su uso a todos los centros sanitarios españoles. Los había que ya estaban utilizando la dexametasona para tratar a los enfermos de Covid-19 en estado más crítico; en algunos de ellos, incluso ya con base científica contrastada antes de que llegase el citado ensayo clínico Recovery. Es el caso del Hospital Clínico Universitario de València. Un mes antes de la llegada de la pandemia se publicó en la prestigiosa revista The Lancet un estudio en el que habían participado los jefes de sección de la Unidad de Reanimación y de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital, Gerardo Aguilar y José Ferreres, que probaba que la dexametasona reducía la mortalidad en los pacientes con síndrome del distrés respiratorio agudo, esto es, la inflamación de los pulmones provocada por la respuesta autoinmune a algunas dolencias, infecciosas o no, y que supone la principal causa de muerte entre los pacientes con Covid-19.

El estudio, coordinado por Jesús Villar, investigador del CIBER de Enfermedades Respiratorias en el Hospital Universitario Doctor Negrín, en Las Palmas de Gran Canaria, e integrado por 17 UCIs de hospitales españoles, lleva detrás un trabajo de siete años. Un lapso tan extenso por el reclutamiento de los 277 pacientes participantes: se prolongó marzo de 2013 a diciembre de 2018. «A parte de los criterios de exclusión, el síndrome del distrés respiratorio agudo es una dolencia poco común», explicaba Gerardo Aguilar al respecto; así lo era, al menos, hasta que el coronavirus llenó las plantas de UCI de pacientes con esta dolencia. Para entonces ya tenían los resultados de su estudio, por lo que la aplicación de dexametasona, con la asistencia de la ventilación de protección pulmonar —que aplicaron de forma generalizada en los 277 pacientes de su estudio—, fue la tónica a seguir.

No obstante, observaron también otro hecho: «El distrés pulmonar que produce el coronavirus es algo distinto al convencional. La rigidez de los pulmones no es tan aguda en el primer caso», señaló Ferreres. «En algunos pacientes se veía que los pulmones eran extensibles. Pero el componente inflamatorio era terrible , y la alteración de la oxigenación del pulmón, brutal», añadió Aguilar. Con todo, la dexametasona se demostró eficaz. Entre los pacientes del estudio en el que participaron Aguilar y Ferreres, la mortalidad bajaba del 36 al 21 % si se usaba el fármaco, una mejora más destacada que la que el ensayo clínico de Recovery apuntaba (de un tercio entre los pacientes con respiración asistida, los más graves, y un 20 % entre aquellos que reciben oxígeno).

Nuevo estudio

La variación puede deberse a las cantidades de dexametasona que se aplicaban en ambos casos: el ensayo británico trataba a los pacientes con 6 miligramos diarios durante diez días, mientras que el estudio publicado en The Lancet aplicaba 20 miligramos diarios durante cinco días, y 10 mg. durante otros cinco. Con todo, Aguilar destacaba la importancia de continuar con las investigaciones en busca de un tratamiento óptimo que aún no ha llegado, pero hacia el que ya se han dado importantes pasos. Tanto él como Ferreres ya trabajan en una nueva investigación, también coordinada por Jesús Villar, que buscará ahondar en las conclusiones aportadas por el ensayo británico de Recovery.