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Estrategia

El "abalismo" vuelve a marcar terreno

La elección de Rubio como subdelegado del Gobierno pese a su imputación es un mensaje (con riesgo) a Puig y hacia descontentos

El "abalismo" vuelve a marcar terreno m. a. montesinos

Hace 15 años, en plena travesía del desierto del PSPV, Ana Noguera, que había tenido ya su experiencia particular con el partido en València y en el ayuntamiento, decía sobre José Luis Ábalos y Rafael Rubio en una entrevista: «Son lo mismo. No se pueden separar. Han caminado siempre juntos, son como siameses».

Dice la leyenda socialista que el hoy poderoso ministro y secretario de Organización del PSOE ya quiso contar con Rubio para el primer Gobierno de Pedro Sánchez, en 2018. Le detuvo la investigación judicial que sobrevuela sobre su viejo compañero de batallas socialistas: está imputado desde septiembre de 2016 en la pieza del caso Imelsa que investiga los llamados contratos a zombis en la Diputación de Valencia (Rubio fue miembro de la corporación provincial y del consejo de la citada empresa pública), aunque él siempre ha mantenido la limpieza de su actuación.

Dos años después, y con el caso sin avances visibles desde hace meses, el Gobierno se ha decidido a reclutar a Rubio. Es cierto que es para un puesto secundario (subdelegado del Gobierno en Valencia) y no para un cargo en Madrid (la evolución de la causa judicial podía tocar mediáticamente mucho más a Ábalos en ese caso), pero no deja de ser un lugar de confianza. Y de más empaque que el que ocupa hasta ahora: coordinador del área de Urbanismo en el Ayuntamiento de València. Eso (con algo de más pompa) pone en su tarjeta, pero el veterano socialista es algo más: es el que se suele enfangar para disolver los conflictos con Compromís en el gobierno municipal (fue pieza importante en la negociación del último pacto), el que tiene un bagaje histórico a su espalda y el que lidia a menudo con interlocutores incómodos.

El Gobierno, y en clave interna socialista el sector más próximo a Ábalos, roba de esta manera a la portavoz y líder en la ciudad, Sandra Gómez, a uno de sus peones.

En el socialismo valenciano hay coincidencia (no es fácil) en dos aspectos sobre Rafael Rubio: que orgánicamente no tiene ningún peso hoy, a pesar de haber sido secretario general en la ciudad y candidato, y que es una de las mejores mentes y sabrá dotar de un perfil propio al cargo. Rubio es un navegante avezado además entre familias internas, con buenas conexiones en unas y otras. Sin el caso judicial que pesa sobre él, algunas fuentes aseguran que tendría un puesto en la Generalitat.

El abalismo, por tanto, envía algunos mensajes con la designación de Rubio, adelantada ayer por Las Provincias. Demuestra que está activo y preparado si llega el momento de una nueva confrontación por el control del PSPV. Que es capaz de sumar a otras sensibilidades: tiene pendiente desde antes de la pandemia la incorporación de Bartolomé Nofuentes, cabeza del Socialismo 2.0, a una entidad dependiente del ministerio de Ábalos. Y también a políticos valorados internamente, con el juego psicológico que puede suponer.

El abalismo no se sabe qué hará dentro de un año, cuando se prevé nuevo congreso de país, pero está demostrando que está en predisposición de disputar el liderazgo a Ximo Puig. Y lo mismo se puede decir sobre la ciudad, la plaza fuerte de este sector socialista, y el poder de Gómez, a pesar de los intentos de esta por evitar choques.

Ábalos, Rubio y el «yonqui»

El abalismo lanza un mensaje asimismo a los posibles descontentos en el partido con Puig, algunos de los que le apoyaron en el congreso de Elx de 2017 y no han obtenido los premios (o el trato) que esperaban.

El abalismo no actúa exento de riesgos. La causa judicial continúa siendo una amenaza sobre Rubio, si bien también lo es sobre el puesto que ahora ocupa. Y en las declaraciones de Marcos Benavent, el yonqui del dinero, aparecía el nombre de Ábalos: se refirió a que en la nómina de la diputación estaba una exmujer del ministro, de la que dijo que no sabía si iba al trabajo y que fue despedida con la máxima indemnización.

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