El reloj aún no marcaba las diez de la mañana cuando los primeros visitantes del Oceanogràfic traspasaban la puerta principal de un recinto que ha permanecido 110 días cerrado por la pandemia de la covid-19 y que ayer recuperaba una «nueva normalidad» marcada por unas medidas de sanidad y un aforo limitado al 75 %. Los empleados del recinto recibieron a los visitantes entre aplausos y al ritmo de una charanga que interpretaba el «Resistiré», el tema convertido en himno desde los balcones, mientras se dibujaban las sonrisas por debajo de las mascarillas.

Arnau y Biel tienen 8 años, son de Cullera y tenían la visita al Oceanogràfic de València marcada en el calendario desde hacía meses para «cuando se pudiera ir». Era el regalo de cumpleaños de sus tíos de Barcelona, Esther y Laure, y como «una promesa es una promesa» ayer estaban los cuatro desafiando al calor y con un listado de animales que visitar. Los primeros de la lista, los tiburones. También desde Barcelona llegaron Enrique y Elisa, con sus hijas Guadalupe y Lourdes, de 10 y 16 años respectivamente. València se encontraba entre los destinos del turismo nacional que realizarán este verano y en su primera visita a la capital del Turia «hay que visitar el Oceanogràfic porque las crías están como locas por ver a los delfines».

Y es que antes y después del estado de alarma, el delfinario y los tiburones siguen siendo los lugares más visitados del recinto.

El Oceanogràfic esperaba ayer a unas mil personas que no querían perderse una visita al mundo marino y sus secretos desde tierra firme. La «nueva normalidad» marca una serie de medidas de seguridad, entre las que destacan recorridos unidireccionales (para limitar la distancia y la posibilidad de cruce entre las personas), un «control estricto» de entrada y salida en las zonas interiores, puntos de hidrogeles por los 80.000 metros cuadrados del recinto, una adecuación de las zonas y locales de restauración y tiendas, y señalética con todas las medidas que hay que cumplir. Se mantienen todas las actividades y exhibiciones a excepción de los espectáculos nocturnos.

El director general de Avanqua Oceanogràfic, Eduardo Nogués, señaló ayer que la reapertura conlleva «alegría, ansiedad e ilusión». En el año 2019, el Oceanogràfic batió record de visitantes con casi 1,6 millones de personas así que «con tener el 50 % este año estaríamos más que satisfechos», afirmó.

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Reproducción en soledad

Con el recinto cerrado a las miles de visitas diarias que generan su particular rutina, la pandemia ha supuesto un hecho histórico a la hora de estudiar el comportamiento de los animales cuando no hay nadie tras el cristal. «Muchos animales no interactúan con los visitantes, como por ejemplo los tiburones o las mantas raya, así que para ellos no ha supuesto cambio alguno», explicaba ayer Marga Ardau, del departamento de Biología y responsable del área Océanos, tras destacar, eso sí, que «muchos animales se aparearon durante el estado de alarma, especialmente los tiburones grises machos, que han estado muy activos persiguiendo a las hembras».

La época de reproducción de las aves también ha coincidido con el confinamiento, aunque éstas sí han aprovechado un espacio libre de visitantes para explorar otras zonas del recinto. «Las aves han buscado nuevos espacios para poner sus nidos y se puede calificar de 'baby boom' aunque a nivel veterinario no hemos detectado comportamiento anómalo por la pandemia ya que se ha mantenido la misma forma de trabajo», explicaba Teresa Álvaro, responsable de Veterinaria y Laboratorio.

Como situación extraordinaria, Carlos Barros, responsable del departamento de aves y reptiles, destacaba ayer la presencia de aves externas al recinto durante el confinamiento. «Siempre nos visitan especies externas al parque y hemos llegado a contabilizar hasta 34 especies foráneas. Con el confinamiento sí hemos detectado especies que son más esquivas y sí nos han visitado».

Andrés Jabois, responsable del departamento de mamíferos marinos y del delfinario, aseguró ayer que a los delfines no les ha afectado al confinamiento porque «el trabajo diario, sus rutinas de juegos y el enriquecimiento ambiental se ha mantenido al máximo y cada día es diferente para ellos».