Más noches tórridas, mayor humedad y lluvias muy intensas hiperlocalizadas, que podrían ser frecuentes a partir de mediados de agosto. Todo ello consecuencia del aumento de la temperatura del mar, que en el Golfo de València, el Delta de l'Ebre y puntos de Baleares alcanza ya los 25 grados centígrados. «El efecto más inmediato es que las noches raramente bajan de los 20 grados, con un notable bochorno cuya sensación se acrecienta por las llamadas islas de calor urbano, porque el Mediterráneo está muy caliente y lejos de refrescar transmite una enorme humedad», explica el geógrafo Samuel Biener.

La temperatura del Mediterráneo, un litoral especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático, ha subido 1,3 grados desde la década de los años ochenta. «Puede parecer poco, pero es poquísimo tiempo», destaca Biener que trabaja junto al catedrático Jorge Olcina, especialista en Ordenación del Territorio, Climatología y Riesgos Naturales. «Este aumento ya estamos viendo que se traduce en cada vez una mayor presencia de especies exóticas invasoras y una importante reducción de la Posidonia en nuestras costas», remarca Biener. La Posidonia oceánica, además de ser una planta acuática endémica del Mediterráneo, amortigua el efecto del oleaje que acompaña a los temporales marítimos. De ahí su importancia.

Gota fría en cualquier época

Para expertos como Biener no es descartable que durante las próximas semanas el agua alcance los 30 grados, con las consecuencias que pueden derivarse en forma de Danas en septiembre. Algo que ya ocurrió el año pasado cuando la Vega Baja quedó prácticamente arrasada con las precipitaciones más catastróficas en un siglo en la comarca alicantina. «Las gotas frías, que antes solían presentarse en octubre, ahora cada vez adquieren una potencia mucho mayor y empezamos a verlas en cualquier época del años», advierte Biener.

El informe anual de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), hecho público este jueves, destacaba que durante las últimas cinco décadas el calor en España ha aumentado un grado y medio (de media). El número de noches tórridas, cuando se superan los 25 grados, se ha multiplicado por diez desde 1970 sobre todo en la costa mediterránea y el número de días con olas de calor se ha duplicado desde hace 40 años.