Refugio es una palabra de connotaciones positivas, de seguridad frente a lo externo. Y hasta algo como la guerra originó espacios para la salvaguarda bajo ese nombre entrañable en otro contexto, ya que esconderse en ellos no fuera precisamente ponerse a salvo de una inofensiva ventisca en plena montaña o de una tormenta de verano. Porque un refugio antiáereo era la única posibilidad de permanecer a salvo del horror de las bombas esparcidas desde el cielo; de la siembra de los siniestros aviones que repartían muerte y destrucción a espuertas.

Ontinyent posee algunos de esos refugios, y desde 2017 los ha puesto en valor para que recorrerlos sirva de experiencia y de posicionamiento contra toda guerra. Los refugios antiaéreos de la Guerra Civil de la capital de la Vall d'Albaida son los de la antigua fábrica de Tortosa y Delgado y el del Regall, público. Rehabilitados por el consistorio que preside Jorge Rodríguez, adentrarse en ellos «es descubrir las características constructivas y su función en esta etapa tan oscura de nuestra historia», explican desde el consistorio. El refugio del Regall, datado en 1938, tiene 144,25 metros cuadrados y capacidad para unas 500 personas. Esta protección contra el asedio aéreo no sigue los esquemas de otros refugios de Ontinyent, «y destaca la diferencia del material con el que está hecho, ya que está excavado sobre la piedra», explican desde el ayuntamiento. El refugio de Tortosa y Delgado es también de 1938, y está incluido en el catálogo de Patrimoni Arqueològic, Etnològic i Històric de la Generalitat Valenciana, con la tipología de arquitectura militar. Cuenta con una superficie de 85 metros cuadrados, donde se calcula que se podría haber alojado a cerca de 300 personas. Para el alcalde de Ontinyent, los refugios son «un recurso con historia propia» y su visita contiene una vivencia sensorial, puesto que adentrarse en cualquiera de estos espacios supone contemplar un escenario de guerra. De protección ante la guerra, pero de guerra en definitiva. El consistorio organiza visitas guiadas a lo largo del año, complementadas con recorridos como la ruta industrial, la del río Clariano o la del barrio de la Vila.