La gestión eficiente de la agricultura, silvicultura y acuicultura como herramienta de cambio que permita mejorar la nutrición de la población y erradicar el hambre es la línea estratégica que plantea la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la consecución del número 2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el relativo a Hambre Cero. Actualmente, más de 820 millones de personas padecen subalimentación crónica, con una prevalencia cercana al 20 % en algunas regiones africanas. Paralelamente, más de 2.000 millones de personas tienen sobrepeso u obesidad, un índice que se dispara en la población de aquellos países desarrollados o en vías de desarrollo y que no solo evidencia el elevado porcentaje de hambruna a escala global, sino también la «desigualdad sanitaria, económica y social de numerosas comunidades», como puntualizan desde la institución.

Con el propósito de reflexionar sobre estas cuestiones y realizar un diagnóstico objetivo, un grupo de reconocidos expertos ha participado esta semana en un encuentro telemático organizado por Levante-EMV con el patrocinio de Facsa y Caixa Popular, uno más en la campaña de difusión de los ODS. Así, la mesa de debate contó con la presencia de Carmen Picot, ejecutiva de Relaciones Institucionales y RSE de Consum; Francisco Alós, director de RSC y Relaciones Institucionales de Caixa Popular; Elisa Escorihuela, nutricionista y directora de Nutt; Carles Peris, secretario general de la Unió de Llauradors; Andrea Molina, especialista en atención a personas en situación de extrema vulnerabilidad de la Cruz Roja; y Arantxa Vivó, representante de la cocina solidaria «El Puchero». El debate estuvo conducido por Julio Monreal, director general de Relaciones Institucionales de Prensa Valenciana.

Revertir el hambre y la pobreza

Más de 12 millones de personas se encuentran en situación de exclusión social en España, lo que supone casi el 26 % de la población. Un dato que, según la especialista Andrea Molina, «se ha visto agravado tras la pandemia» y, como defendió Francisco Alós, incide especialmente en las mujeres. «No se han recuperado los índices previos a la crisis de 2008, estamos hablando de una crisis sobre una crisis en una sociedad valenciana en la que la pobreza está feminizada», denunció Alós. En este sentido, ambos coincidieron en señalar la importancia no solo de dotar de recursos que permitan la plena integración de estas personas, sino también de realizar un análisis detallado de las causas. Así, desde Cruz Roja desarrollan diferentes planes de actuación con el objetivo de «contener la precariedad», como explica Molina, y que se materializan en iniciativas como el proyecto de Prevención de la Exclusión Residencial (PER) o FEAR, dentro del marco europeo, mediante el cual se entregan alimentos en especies. Tanto es así que, el pasado año, Cruz Roja repartió 1.200.000 kilogramos de alimentos en la Comunitat Valenciana.

De hecho, esta es una de las instituciones humanitarias con las que Caixa Popular colabora estrechamente. «Acompañamos y dotamos de recursos a diversas organizaciones sociales», explicó el director de RSC y Relaciones Institucionales de la entidad bancaria. No obstante, sus acciones trascienden más allá de ese marco colaborativo y, tras la declaración del estado de alarma, Caixa Popular decidió no cobrar las comisiones de mantenimiento de las cuentas bancarias, así como de las TPV tanto a autónomos como a comercios en un gesto, según definió Alós, de «donación de liquidez». Y es que, según expuso, «el problema no es tanto el hambre, ya que en España el suministro está garantizado, sino que las personas no tengan oportunidades de salir de esa situación de pobreza extrema». En este sentido, reivindicó que «las administraciones públicas deben invertir en acciones sociales, no hay apoyo para revertir la pobreza».

En esta misma línea de pensamiento se manifestó Elisa Escorihuela al asegurar que «nuestros organismos y gobiernos deberían sentarnos y organizarnos. Todos queremos remar hacia el mismo lado, pero no estamos juntos en esto». De este modo, la directora de Nutt puso de manifiesto la necesidad de coordinar acciones, pues «cojeamos en la alimentación y es muy importante centrar nuestros esfuerzos en reducir el hambre» que incide, según destacó, en los niños y niñas. «Un niño desnutrido y que pasa hambre no se concentra igual, por lo que disminuye su rendimiento. Esto genera un problema muy grande a largo plazo, además de un sobrecoste».

Cooperativismo y concienciación

Conscientes de esta incómoda realidad, desde Consum se han coordinado acciones para garantizar el suministro de productos a todos los ciudadanos. «A través del programa Profit fijamos un compromiso en el que se realizó un análisis de valor y se estudió qué alimentos se podían retirar de la venta y destinar a otros usos, como la donación, bajo un criterio de seguridad alimentaria», asegura Carmen Picot, quien añade que «los verdaderos protagonistas de este proyecto son todas las entidades sociales locales que visitan nuestras instalaciones para recoger estos productos y suministrarlos».

Este programa donó, solo en 2019, más de 6.900 toneladas de alimentos, lo que implica un importe de 18 millones de euros. Y es que, según aseguró Picot, «la vida da unos giros difícilmente controlables, por eso debemos ser conscientes que, desde nuestra propia actividad y aquello que sabemos hacer, debemos ayudar a las personas».

Ese mismo planteamiento es el que define la idiosincrasia de la cocina solidaria «El Puchero», que cuenta con dos comedores sociales en València (Orriols y Marítimo) que atienden, desde el año 2013, a un promedio de 400 personas en situación de vulnerabilidad diariamente. «Dar de comer a los hijos es algo que preocupa a todas las familias. Por ello, nuestra labor consiste en suministrar ese alimento para que las personas que acuden a nuestro comedor puedan dedicarse de forma exclusiva a la búsqueda activa de empleo», afirma Arantxa Vivó. «Preparamos una dieta equilibrada, suministrando tanto los platos cocinados como la materia prima, y además entregamos otros productos que entidades como Consum nos facilitan», añade, de modo que su acción no se limita únicamente a la asistencia.

De hecho, durante el confinamiento emprendieron tres líneas de actuación basadas en la donación de entidades, ciudadanos y trabajadores de organismos como el Puerto de València, en concreto los estibadores.

Futuro agroalimentario

El sector agrícola desempeña un rol determinante en la consecución de la erradicación del hambre, un hecho que se ha evidenciado tras la crisis sanitaria del coronavirus. «La demanda de productos frescos ha aumentado, lo que demuestra que somos un sector esencial. El problema es que los sectores que generan valor son los que menos reciben», denunció Carles Peris en relación a las políticas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). «Sus acuerdos internacionales cerrados ejercen una posición de dominio muy grande que perjudica a sectores agrícolas, como el valenciano, mediante exportaciones masivas de productos deficitarios». Así, reivindicó que «se debe apostar por el producto de proximidad. No tiene sentido hablar de que existe hambre en el mundo mientras se destruyen productos porque no se pueden introducir en el mercado».

Pero, ¿qué medidas pueden adoptarse para solucionar este problema estructural y combatir la hambruna y la pobreza? El secretario general de la Unió de Llauradors lo tiene claro: «debe cambiarse la tendencia agresiva de los actores mundiales, de lo contrario no servirán de nada las acciones sociales locales. Necesitamos sistemas de producción justos y equilibrados». Una postura ante la que Picot demanda la fijación de tres patrones: regulación administrativa de la producción de alimentos y apoyo al sector agrícola, análisis del nivel de compromiso social por parte de las empresas y consumo responsable y sostenible por parte de la ciudadanía que genere riqueza en el entorno.

Los seis expertos coincidieron en señalar la concienciación como un factor clave, así como el cooperativismo mediante acciones como el voluntariado. En el caso de Escorihuela, la nutricionista también apuntó a la consolidación de una alimentación basada en hortalizas, frutas y verduras en un 50 %, desechando los productos azucarados y ultraprocesados.