Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Incertidumbre entre los vecinos

Nuevos aires para Cofrentes

El cierre de la central nuclear supondrá un mazazo para la economía del municipio aunque la empresa recolocará a sus trabajadores

Nuevos aires para Cofrentes

La noticia del adelanto de los trabajos para desmantelar la central nuclear de Cofrentes, de la que informó ayer en exclusiva Levante-EMV, ha sido recibida con cierto desánimo y resignación entre los vecinos de esta localidad del Valle de Ayora. Una zona cuya economía está directamente ligada al futuro de la planta valenciana, que estará operativa hasta noviembre de 2030. Aunque Iberdrola se ha comprometido a recolocar a sus trabajadores y se prevén nuevos empleos durante los 16 años que durará el proceso de desmantelamiento, pocos son los que ven una oportunidad para crecer en otra dirección, enfocada a un turismo más ecológico. «Cofrentes es un pueblo que tiene muchas posibilidades en este sentido, pero no todos podemos vivir del turismo», reconoce Ignacio Cuevas, quien regenta un negocio hostelero en la localidad. «Sin la central yo no tendría mi restaurante y posiblemente tendría que cerrar», admite.

Es el sentimiento general de los habitantes de esta localidad del valle de Ayora, cuyas familias viven de forma directa o indirecta de los beneficios que genera la central de Iberdrola. De hecho, el Ayuntamiento percibe cada año 6,8 millones de euros en impuestos, lo que le permite tener una importante bolsa de trabajo para sus ciudadanos, con un año de empleo garantizado y cuatro meses de paro en turnos rotatorios. Ni siquiera la crisis de la Covid-19 ha hecho mella en su saneada economía y, pese a estar mes y medio sin trabajo, la gente ha podido seguir cobrando. «Son las ventajas de vivir en Cofrentes, pero si cierran la planta nuclear habrá mucha gente que se irá», confiesa María Pilar Arcón, que realiza trabajos de limpieza para el Ayuntamiento y con cuatro familiares directos empleados en la central.

«Aquí el que no trabaja en la central nuclear, trabaja para el Ayuntamiento o en el balneario», aclara Ángel, que lleva residiendo en Cofrentes 43 años. Es precisamente el balneario uno de los lugares que esperan que atraiga a más turistas y pueda reflotar de alguna forma la economía del pueblo una vez ya no tengan las ayudas de la nuclear.

No obstante, el balneario depende también del consistorio municipal y el dinero con el que pagan los sueldos de gran parte de su personal procede también de la central. Además, entre los meses de noviembre a febrero el balneario permanece cerrado por el frío. «No sería factible mantenerlo abierto todo el año, aquí en invierno no vienen ni las ratas», apunta Encarnación García, también con un hijo de 32 años trabajando en la central como electricista desde los 18 años.

«Si cierran la central, Cofrentes se apaga», asegura Ana Pilar Aparisi, quien desde los 18 años se despierta cada mañana viendo las dos torres de refrigeración expulsando vapor de agua desde su ventana. «Por las noches cuando me levanto no necesito ni encender la luz, me ilumina la central», comenta a la vez que muestra su preocupación ante el cierre de la planta, que se ha convertido ya en parte del paisaje de este valle. «Para nosotros es como una montaña más».

Conscientes de que la central nuclear tenía fecha de caducidad, los vecinos ven su cierre como algo inevitable y esperan poder seguir trabajando de alguna forma o bien en el cementerio nuclear o en otras vías de producción de energía como placas solares o molinos eólicos. Para Raúl, que lleva ocho años trabajando en la planta de Cofrentes, todavía es pronto para pararse a pensar en qué harán cuando se cierre. «Todavía queda mucho tiempo y no es algo que dependa de nosotros», se justifica así mismo.

Parte de razón no le falta ya que según confirmó a este periódico el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, el plan acordado con el Gobierno la mantendrá operativa hasta noviembre de 2030, y el proceso de desmantelación de la planta valenciana se intensificará en 2033, con una duración de 16 años. Actualmente trabajan en la central 707 personas, 393 de ellos empleados de Iberdrola y 314 trabajadores externos. Según fuentes de Iberdrola, ya se ha comenzado la integración de este personal y en el desmontaje de la planta también habrá gran demanda de mano de obra.

Pero ni ello convence a los vecinos de Cofrentes, que también recuerdan los ingresos que deja cada dos años la recarga y mantenimiento de la central. «Durante unos 45 días que duran los trabajos se triplica el personal de mantenimiento de la central y eso es gente que viene de fuera a alojarse aquí», apunta Pilar. De hecho, los dos hoteles del municipio se llenan y muchos vecinos alquilan habitaciones en sus casas.

Actualmente Cofrentes, con una población de algo más de mil habitantes censados, cuenta con tres tiendas de alimentación, dos panaderías, una carnicería, una farmacia, tres bares, centro de salud y colegio donde se imparte hasta sexto de primaria. «Para estudiar la ESO ya tienen que irse a Jalance o Ayora». Todos estos negocios se mantienen en buena parte por la central y los meses de verano con el turismo.

Invertir en turismo

Son los turistas que se acercan a disfrutar de este verde enclave junto al río Cabriel los únicos que realmente ven con buenos ojos que la planta nuclear eche el cierre. «Yo no podría vivir aquí, me impacta pensar que al levantarte lo primero que veas sea una central nuclear», confiesa Aurora, que junto a unos amigos vino a pasar el día a Cofrentes desde Elx.

Cofrentes cuenta con muchos alicientes para atraer al turismo, uno de ellos son las actividades de aventura al aire libre y los paseos fluviales. «Habrá que invertir para que venga más turismo, pero ahora mismo poca gente viene asustada por el hecho de tener una central nuclear», reconoce Fernando, trabajador de una empresa de piraguas tras finalizar una de las actividades con un grupo de jóvenes. «Para venir a pasar el día nos da igual que haya o no una planta nuclear», admite María.

Compartir el artículo

stats