Sonaron los himnos (primero el de la Comunitat Valenciana y luego el de España) y se acabó la fiesta. No hubo sorpresa. No podía haberla con una única candidatura en el 13 congreso del PP de València. Claro que cuando se viene de un partido convulsionado internamente por la corrupción (no hace falta recordar todo lo sucedido con la exalcaldesa Rita Barberá y sus concejales) y hecho unos zorros, la tranquilidad y la ausencia de beligerancia ya es noticia. Y no poca.

María José Catalá es desde ayer tarde la nueva presidenta del PP de la capital valenciana. El partido cierra así una etapa de cuatro años comandado por gestoras. desde el estallido del caso Taula en enero de 2016 y la imputación de ediles y altos cargos en la ciudad por presunto delito de blanqueo para financiar campañas.

Ese era el trasfondo, pero no fue el tema del día ayer, en un congreso de color blanco (no es una metáfora), donde no hubo mención explícita a los problemas con la corrupción. Paradojas de la vida, lo poco que se oyó fue cuando el secretario general del PP, Teodoro García Egea, criticó el «poco edificante» nombramiento del socialista Rafael Rubio como subdelegado del Gobierno o las subvenciones a las empresas del hermano de Ximo Puig.

El lector ha leído correctamente: García Egea. El número dos del partido, el hombre que controla los hilos del PP a la sombra de Pablo Casado estuvo en el Museo de las Ciencias de València el día que cerraban las campañas electorales autonómicas en Galicia y Euskadi. Todo un gesto. Una bendición simbólica hacia Catalá, convertida desde hoy en un gran poder del PP de Casado en estas tierras. A partir de aquí, habrá que estar atentos a siguientes pasos de la que conserva el acta de diputada autonómica.

La presencia de Egea es a su vez un indicio de la importancia que Génova da a València y la Comunitat Valenciana en eso que Isabel Bonig llamó la «reconquista». El número dos del partido en España calificó el momento de «histórico» y situó la elección de Catalá como «la primera piedra para que Casado llegue a la Moncloa».

La de València es la primera renovación territorial desde que Casado es el que manda en el edificio de la calle Génova. Otro hito que apuntarse la exconsellera, que agradeció la presencia de García Egea en un día «difícil». «Contigo me siento capaz de todo», dijo a su «amigo».

Al otro «amigo» al que cubrió de parabienes tras ser elegida fue a Esteban González Pons, su gran valedor en el partido, que ejerció de presidente del congreso y dejó en la sala un discurso de tono apocalíptico sobre el futuro inminente y sus crisis: «Lo que viene no está escrito».

Catalá también recordó a Isabel Bonig, en especial por «liderar el partido en los momentos más adversos».

El de ayer fue también el primer congreso político en la Comunitat Valenciana tras la pandemia. Sirve como argumento de una votación no demasiado poblada: 413 papeletas, el 80 % de los afiliados. El partido aquel de los millares de militantes o no era tal o se ha evaporado en unos años.

Sean los que sean, ayer fueron una piña, porque Catalá, única aspirante, cosechó 407 votos a su candidatura (la de la ejecutiva se quedó en 405). De la misma manera, tanto la ponencia de estatutos como la política salieron adelante por unanimidad. Solo cinco enmiendas llegaron vivas con respecto a la segunda.

De su equipo al frente del partido solo dio dos nombres: Juan Carlos Caballero será el secretario general y María José Ferrer San segundo será la coordinadora. El resto de cargos de confianza se conocerán el martes. Pero la propuesta de ejecutiva y los vocales electos de la directiva suponen una amalgama de rostros veteranos, como Asunción Quinzá y Verónica Marcos (procedentes del serafinismo) o de Carlos González Cepeda y Antonio Lis (hoy en los márgenes del Foro Populares donde reina Francisco Camps) junto a nuevos valores.

La ya presidenta del PP de València no sorprendió con su discurso, que se puede resumir como ecléctico, de miras tan amplias como para dar cabida a cualquier simpatizante popular. Con la esencia moderada que confiere situar en el centro a la ecología y la voluntad de escuchar a todos junto con el empaque tradicionalista de querer una València «que ofrezca nuevas glorias a España. No me duele decirlo», destacó. En esa línea, calificó también de amigo al presidente de Lo Rat Penat, Enric Esteve, presente en el auditorio del museo, convertido por un día en un mar de mascarillas azules donde el valenciano solo sonó esporádicamente.