Imaginen un bosque descuidado. Lleno de maleza, con árboles caídos por culpa de un temporal del que ya nadie se acuerda. Sin cortafuegos y sin apenas accesos abiertos para poder actuar desde el interior en caso de incendio. Añadan un tipo que conduce junto a ese polvorín y que lanza una colilla por la ventanilla. Ese monte es hoy L'Hospitalet de Llobregat. Y ese fuego es el brote de covid-19 que ha dejado al descubierto las carencias de unos barrios que concentran muchas de las miserias contemporáneas. «Somos víctimas -rezan los vecinos- de la mala planificación urbanística, social, económica, cultural y de política de vivienda, y el coronavirus no ha hecho más que poner de relieve el problema». Décadas de virus latente. El ayuntamiento se defiende: asegura que ha hecho lo que ha podido con un legado «descontrolado».

El brote de coronavirus detectado en las calles de la Torrassa, y también en las de la Florida y Collblanc, siempre por encima de la vía del tren, que es también un salto de clase social, no ha hecho más que poner de relieve, según relata la periodista y vecina Montse Santolino, «el problema grave de desigualdad y lo mal que se ha hecho la integración de comunidades migrantes».

A ello, además, hay que sumarle que muchas personas residen en infraviviendas, que familias distintas se ven obligadas a compartir piso, que muchos locales sin cédula se han reconvertido en hogares, que son multitud los que en estos últimos tiempos han perdido el empleo. «La gente salió del confinamiento como un toro desbocado, sobre todo los adolescentes, porque sus condiciones de vida eran penosas. No se permiten reuniones de más de 10 personas cuando en muchas viviendas de L'Hospitalet se supera de largo esa cifra. Por eso aquí la gente hace mucha más vida en la calle», resume Montse, que también lamenta que el consistorio no haya buscado interlocutores válidos entre las distintas comunidades de la ciudad.

No obstante Jesús Husillos, el concejal de Igualdad y Bienestar Social del municipio, desvincula el brote de coronavirus de la alta densidad de población de los tres barrios afectados (una de las más elevadas de Europa, con 77.000 personas por kilómetro cuadrado, por ejemplo, en la Florida, cuando la media de Barcelona es de 16.000) y recuerda que las cifras de infectados son similares a las recientes del Eixample Esquerra. Sostiene que en los primeros brotes de la primavera, la zona sur de L'Hospitalet marcó índices por encima de estos barrios. «La densidad es un factor que ayuda a la expansión del virus, pero no es el único», remarca.