Vilafranca del Cid es un municipio castellonense del interior valenciano, en el sector más occidental, alejado del litoral. Se trata de un territorio protagonizado por las alineaciones montañosas del Maestrat, muestra de las estribaciones más orientales del Sistema Ibérico. De hecho, su término municipal limita con los términos municipales turolenses de Mosqueruela y La Iglesuela del Cid, además de los de Vistabella, Benasal, Ares del Maestre, Castellfort y el Portell de Morella. Un relieve montañoso domina el término municipal: en él se encuentra el «Tossal dels Montllats», que con 1.656 metros de altura es la montaña más alta de Vilafranca y de la comarca de Els Ports de Morella, y la tercera de la Comunitat Valenciana, por detrás del Cerro Calderón (1.834 m.) y El Penyagolosa (1.813 m.).

La altitud del núcleo de población, que supera los 1.100 metros sobre el nivel del mar, constituye uno de los rasgos diferenciadores. La altitud, junto con la continentalidad y la disposición del relieve, condicionan los valores térmicos de esta población castellonense. Su temperatura media anual es de 10 grados centígrados, que varía sensiblemente en verano (alrededor de los 20 grados de media) y en invierno (en torno a los 3 grados). El régimen de precipitaciones es el mediterráneo, con veranos secos y máximos en primavera y otoño. Nos encontramos pues en un municipio bajo el dominio climático mediterráneo de rasgos continentales.

Una economía singular

La población de Vilafranca del Cid como acontece en otros tantos municipios castellonenses del interior ha experimentado un descenso continuo desde 1950. De 3.650 habitantes a los actuales 2.200, la sangría demográfica ha sido constante, a pesar de contar con cierta actividad económica relacionada con la industria textil que retrasó y después ralentizó la emigración. La economía local es conocida merced a dicha industria textil, en la cual destaca la empresa Marie Claire S.A. Una industria que tiene sus antecedentes históricos, pues durante siglos el principal recurso económico fue la ganadería ovina y la producción de la lana. Además, durante los siglos XVIII y XIX, una parte de la economía de Vilafranca gravitó en el comercio de caballerías. Como homenaje a la labor desempeñada por miles de trabajadores y trabajadoras de su industria textil se localiza junto al Ayuntamiento una escultura de bronce del artista José Manuel García Cerveró.

En la actualidad sigue despuntando la industria textil, así como la maderera, debido a las importantes masas forestales del entorno. Los bosques de Vilafranca destacan por su variedad: pinares, encinares, robledales y sabinares. El sotobosque es típico de ambientes montañosos mediterráneos: enebro, espliego, aliaga, coscoja, ajedrea o tomillo.

Vilafranca destaca además por su patrimonio cultural, un recurso excepcional para su desarrollo turístico. En ese sentido, durante ese año 2020 el municipio ha sido reconocido por el Institut Valencià de Cultura con la distinción de «Capital Cultural Valenciana»; una distinción anual de la Generalitat Valenciana destinada a incentivar la vertebración del territorio, así como a promocionar la cultura de pueblos y otras poblaciones.

El paisaje: la piedra en seco

Al núcleo de población se arriba por carreteras de trazado sinuoso procedentes de Benassal, Ares del Maestre o Castellfort. El pueblo se encuentra en un promontorio, asentado en su ladera, y flanqueado por un paisaje abancalado de piedra en seco. El visitante puede apreciar la gran riqueza patrimonial de este pueblo, con numerosos monumentos y lugares de gran valor cultural, consecuencia del pasado histórico. Su Carta Puebla de 1239 establece su fundación. En 1303 fue incorporada como aldea de Morella, y no fue hasta 1691 cuando Vilafranca, junto con otras aldeas de Morella, adquiere el reconocimiento de municipio.

Destaca en el núcleo urbano la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, uno de los mejores monumentos renacentistas valencianos, que acoge el Museo Parroquial; el edificio del «Moderno», de estilo modernista; el Campanario y la Torre de Conjurar; el Museo de la Piedra en Seco y la Lonja gótica; el Ayuntamiento, que custodia el retablo que Valentí Montoliu pintó el año 1455 para la Virgen del Losar; el Portal de San Roque; y las casas señoriales de los Brusca y los Peñarroya.

Vilafranca inauguró en 2006 el primer Museo de la Piedra en Seco de la Comunitat Valenciana. Este espacio museográfico, único por sus características, está ubicado en la planta superior del edificio gótico de La Lonja. En él se puede conocer la técnica de la piedra en seco, las herramientas, los modelos constructivos, las tipologías de casetas o el paisaje humanizado. El municipio es un claro ejemplo de la arquitectura de la piedra. Esta manifestación cultural es la expresión de formas de vida anterior. Los procesos de roturación para acondicionar suelo agrícola generaron durante siglos considerables volúmenes de piedra. Una materia prima que facilitó junto con el «saber hacer colectivo» de los villafranquinos la construcción de cientos de kilómetros de construcciones en piedra en seco: paredes, pasos, caminos empedrados, porteras, abrevaderos, pozos, fuentes, balsas, y los propios bancales. Una arquitectura popular tradicional, singular en esta parte del territorio valenciano, ligada a la sostenibilidad de las sociedades locales, y al anonimato de colectivos artesanos, especialistas consumados de la técnica constructiva de piedra en seco. En Vilafranca destacan los parajes de «Les Virtuts» y el «Pla de Mosorro», pues son excelentes ejemplos de paisajes con una gran número de construcciones de esta materia prima, conservadas en excelentes condiciones.

Otros paisajes patrimoniales

El Bosc de Palomita (1.391 m), declarado Paraje Natural Municipal, ocupa 149 ha, y cuenta con dos microrreservas, es una formación de árboles, principalmente pinos. Se trata de un bosque comunal. Les Coves del Forcall representan un entorno natural muy atractivo y conocido por los habitantes de Vilafranca, apenas a dos kilómetros del núcleo urbano. Estas cuevas se encuentran situadas al sur de la localidad, en el llamado «Barranc de les Coves del Forcall», y consiste en formaciones de piedra calcárea estratificada, que comprenden un conjunto de 16 cavidades, colgadas sobre una mole rocosa de unos 200 metros de altura. El Santuario de la Virgen del Losar es un conjunto arquitectónico formado por la ermita de la Virgen del Losar, del siglo XVII, la hospedería, las viviendas, los corrales, un edificio porticado del siglo XIX, conocido como Els Arcs del Pare Plàcid, y el Peiró del Losar.

La Pobla del Bellestar constituye uno de los mejores exponentes de la arquitectura rural valenciana medieval. Entre los diversos edificios y elementos etnológicos destacan la ermita de San Miguel, de transición del románico al gótico y primitiva parroquia de Vilafranca; el puente gótico medieval que utilizó el rey Jaime I para trasladarse desde tierras aragonesas hacia la conquista del Reino de Valencia; la torre aduana de los Brusca; y la balsa y el molino, entre otros.