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Segunda oleada del virus, entre la amenaza y la psicosis

Las cifras de infectados de coronavirus en España en general, y en la Comunitat Valenciana en particular, se han vuelto a disparar. ¿Son rebrotes más o menos normales o es el inicio de una nueva ola? La ciencia y la historia nos dan la respuesta.

Jóvenes esperan a ser sometidos a pruebas PCR esta semana en València.

La gripe de 1918 mató en todo el mundo a entre 50 y 100 millones de personas. Solo en España, según cuenta la profesora de la Universitat de València e historiadora de la Ciencia, Maria José Báguena Cervellera, la pandemia produjo unas 260.000 muertes, el 75 % de las cuales sucedieron durante la segunda oleada. Tras la primera ola, los gobiernos aumentaron las medidas de aislamiento y desinfección, «pero no lo suficiente como para controlar la pandemia de gripe, cuya causa se desconocía, no se disponía de sueros y vacunas específicos y solo se utilizaba tratamiento sintomático», explica Báguena. Casi la mitad de todas las muertes que dejó la gripe de 1918 se registraron en octubre. En València se pasó de una tasa de mortalidad mensual por gripe por cien mil habitantes de 9,82 en agosto de 1918 a 67,68 en septiembre, 335,78 en octubre, 105,78 en noviembre y 10,25 en diciembre.

«Si algo se puede aprender de las pandemias que ha sufrido la humanidad -concluye la profesora- es que la población más afectada es siempre la más desfavorecida y que las mejores armas para controlarlas son la prevención y una buena información por parte de los profesionales sanitarios y de las autoridades, que evite las reacciones de pánico y conductas que agraven la expansión de la enfermedad».

Prevención, expansión y pánico, tres conceptos que nos trasladan del octubre de 1918 al agosto de 2020, cuando otra pandemia mundial -la de la covid-19- que creíamos controlada, al menos en Europa, vuelve a contar a los muertos por cientos y a los infectados por miles. ¿Estamos a las puertas de una segunda ola del virus tan temible como la que asoló el mundo hace 102 años? ¿Estamos condenados a repetir la Historia?

«Aún no estamos en una segunda ola, estamos viendo los rebrotes puntuales que se esperan al final de las epidemias cuando se producen relajaciones de las normas de confinamiento -afirma el virólogo e investigador del CSIC, Santiago F. Elena-. El problema es que el número de brotes localizados está creciendo demasiado rápido. Si no se ponen medidas severas, en breve habrá una transición entre esta fase actual de brotes más o menos localizados y una fase descontrolada de transmisión comunitaria. Esa sí sería la segunda ola».

«Sin vacuna, con una capacidad de transmisión considerable, incluyendo asintomáticos, y con porcentajes bajos de inmunidad en la población, que haya rebrotes es lo esperado al pasar de una situación de restricción fuerte en los contactos como la que teníamos a final de mayo, a una más laxa a final de junio», añade Mireia Coscollà, investigadora del Grupo de Patogénica Bacteriana de la Universitat de València. El término «ola», según explica Coscollà, se suele referir a cuando hay un aumento exponencial de los casos. «Eso afortunadamente no está sucediendo de forma generalizada. Hay muchísimos brotes que se han detectado, controlado y parado de forma temprana, antes de que den lugar a lo que podría ser una ola. En otros casos, ese freno no ha sido lo suficientemente efectivo y ha llegado más tarde, y ha dado lugar a un aumento de casos que se podría interpretar como una ola en determinados lugares, pero no es general».

Para Santiago Mas-Coma, catedrático de Parasitología de la UV, presidente de la Sociedad Internacional de Medicina Tropical y miembro de la OMS, no estamos ante una segunda ola porque «ya estamos en ella desde febrero». «La primera -aclara- es la que empezó en Wuhan y ya se detectó en las aguas residuales de Barcelona en marzo de 2019. El virus estaba circulando pero era menos transmisible y patológicamente se confundió con la gripe. Moría gente que decíamos que había muerto por una gripe muy fuerte y realmente había muerto por coronavirus». Según Mas-Coma, las nuevas olas de un virus se producen cuando este muta, que es lo que le habría sucedido en febrero en Europa al virus que llegó de China, y desde aquí saltó a América y África. «Lo que estamos viviendo ahora no solo en España sino en toda Europa, son rebrotes. Es el mismo virus que ya teníamos que rebrota porque no se controla».

Desde que se detectaron los primeros casos en el mes de marzo, los datos han reflejado que la pandemia ha golpeado menos duro a la Comunitat Valenciana que a la mayoría de las regiones españolas. También en lo que va de verano el panorama vírico valenciano es menos preocupante que en comunidades como Aragón y Cataluña. Pese a ello, esta misma semana la consellera de Sanidad, Ana Barceló, advirtió de que el número de contagios se está acelerando: la media de casos diarios de la semana del 20 de junio (cuando terminó el estado de alarma) era de 8; en esta última semana de julio ha sido de 100. Desde el 20 de junio hasta finales de mes hubo 106 casos. En el mismo periodo de julio ha habido 954 casos, un incremento del 8 %. El pasado jueves se registraron en la C. Valenciana 235 positivos, una cifra muy similar a las que solían registrarse en abril y la más alta desde que terminó el estado de alarma.

¿Significa que estamos igual que en primavera? ¿Se detectan ahora tantos positivos porque hay más casos o porque se hacen más pruebas? «Es obvio que la gente se ha vuelto mucho más descuidada -asevera F. Elena-: bares con gente que no guarda distancias y no usa máscaras, gimnasios donde la gente se agolpa a charlar sin ninguna protección€ y ya no me meto con el ocio nocturno, que como no salgo desconozco, pero me puedo imaginar. Una absoluta vergüenza».

Sin embargo, el investigador también apunta que ahora se están haciendo muchas más pruebas y que eso descubre positivos asintomáticos que no se hubiesen contabilizado a principios de la pandemia. «Pero el hacer muchas pruebas -matiza- solo pone al descubierto el hecho de que el virus lejos de haber desaparecido sigue circulando a sus anchas entre la población. Lo ideal hubiese sido que se hiciesen muchas pruebas y que saliesen todas negativas. Pero estamos infinitamente lejos de esa situación idílica».

Mireia Coscollà se muestra reticente a la hora de atribuir los rebrotes únicamente a un mayor descuido por parte de la población o a un incremento de pruebas y detecciones. «Aunque pueda ser el caso en determinadas actividades en lugares concretos, no creo que esta sea la principal razón», indica. Coscollà recuerda que, por muy cuidadosos que seamos, el simple hecho de que haya más gente infectada aumenta exponencialmente el riesgo de infecciones: «Al acabar el estado de alarma el número de gente infectada debía ser mucho menor que un mes después de reanudar contactos. Y aunque la gente vaya con el mismo cuidado, dos personas infectadas resultarán en menos contagios que veinte».

Más allá de las diferencias a la hora de atribuir la responsabilidad de los últimos rebrotes, los científicos parecen coincidir en que aún no hemos llegado a la siguiente ola de la pandemia y que, pese a lo llamativo de las últimas cifras, la situación no es la misma que la que hizo cambiar el mundo el pasado marzo. «Estamos mucho mejor preparados ahora -subraya Coscollà-. De hecho, los números que tenemos no son de todos los infectados, sino del número de infectados detectados. Y en este caso, la diferente capacidad de detección sí que es la responsable de que sea imposible o irresponsable comparar esos datos de detectados actuales con los detectados de marzo. «Estamos más preparados -corrobora F. Elena-. No solo porque se están detectando los casos de manera muy precoz y se pueden controlar, sino por que los servicios de urgencias están mejor equipados y con protocolos de actuación mejor definidos. La situación de marzo pilló por sorpresa a todo el mundo. No había ni material ni sabíamos como tratar a los pacientes. Al menos esto ahora no será así. Y además, los grupos de riesgo ahora están mucho mejor controlados».

Un dato a considerar es que, pese al incremento de positivos, las cifras de fallecidos han subido muy poco. «El virus es igual de patógeno que antes. Lo que pasa es que ahora la dosis efectiva viral, la cantidad de virus que te inoculas cuando te infectas, es más baja», concluye Mas-Coma. Según explica el epidemiólogo, si recibes una dosis viral alta o repetida son muchas células las que se infectan y tu organismo no puede parar la infección. Si la carga viral es baja, se infectan menos células, al virus le cuesta más extenderse y el organismo tiene más tiempo para defenderse. «En general ahora las infecciones son por dosis infectivas bajas gracias a las mascarillas y a las distancias sociales, de ahí que haya menos fallecidos y menos hospitalizados y no desbordamos el sistema sanitario, que ha de ser la prioridad numero uno».

Lo ideal sería que no hubiesen nuevas oleadas de virus, pero eso es algo que seguramente no ocurrirá hasta que no haya vacunas efectivas o se encuentre un sistema de detección inmediato. Pero una nueva ola no tiene por qué ser peor que la anterior, como también indica la profesora María José Báguena al recordar que la tercera tanda de la gripe de 1918 fue la más leve de las tres. También Santiago Mas-Coma recuerda que, por ejemplo, la fiebre porcina que se detectó en México en 2009 mutó de forma más adaptada al ser humano: «Una tercera ola de covid-19 por una nueva mutación podría traernos un virus más o menos patógeno o más o menos transmisible. Al final lo importante es que estemos preparados».

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