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Otra vuelta de tuerca sobre el enemigo catalán

«Discusión de otra era», «un clamor», «una muestra de debilidad», «una polémica con intereses». Seis expertos analizan el anticatalanismo, el discurso entre la identidad y el mal ajeno, en una mirada que va hacia el vecino del norte y desemboca en las esencias propias.

Manifestantes de extrema derecha queman una bandera independentista catalana en los altercados durante la manifestación del Nou de Octubre de 2017 en València.

Un discurso basta para reabrir el debate, si es que alguna vez estuvo cerrado. «Injerencias catalanas» en el Puerto de València, «intromisión» del «nacionalismo catalán» en el corredor mediterráneo o «bueno, no es verdad, es que no es verdad» que valenciano y catalán sean la misma lengua. La alocución del líder del PP, Pablo Casado, a los suyos en el XV congreso provincial del partido en València ponía, otra vez, como principal mal de la Comunitat Valenciana a Cataluña. La bandera del enemigo catalán levantada de nuevo... si es que alguna vez dejó de ondear.

«El inicio del anticatalanismo en València no es muy diferente al del resto de España, se da como una forma de españolismo en un proceso de acción-reacción ante el crecimiento del propio catalanismo de finales del XIX». Quien habla es Vicent Baydal, historiador y cronista de la ciudad de València. «La diferencia entre el anticatalanismo en el resto de España y en València es que aquí había una lengua y una historia común; así, mientras el anticatalanismo castellano es como si se pelearan con su primo, aquí es como si nos peleáramos con nuestro hermano, tiene un punto más visceral». Sin embargo, el anticatalanismo ha ido mutando: «El primer anticatalanismo valenciano fue de izquierdas con el republicanismo y el blasquismo mientras que el valencianismo que defendía posiciones más conservadoras como las de Teodor Llorente era cercano a las ideas catalanas». El franquismo rompe ese debate y la Transición modifica las posturas: «En los 70 y 80 cambia; surge un valencianismo de izquierdas y catalanista con Joan Fuster como exponente; mientras que en la derecha surge el valencianismo anticatalanista que tiene mucho de españolista».

Para Baydal, ese valencianismo blavero de la Transición «ya no existe, ha evolucionado» y defiende que «actualmente sus herederos no se presentan como valencianistas sino como españolistas, con ideas recentralizadoras o relegando a la lengua a una cuestión privada». «Al menos el blaverismo pedía rotular en valenciano o una educación en valenciano; ahora mismo ninguno de los tres partidos de la derecha toma la bandera del valencianismo, sí del anticatalanismo».

En este sentido, la politóloga e investigadora de la Universidad Miguel Hernández, Victoria Rodríguez-Blanco indica que el valencianismo anticatalán «no tiene una gran fuerza en la sociedad valenciana». «Si el catalanismo supusiera un revulsivo, en estos años veríamos aumentar la gente que se declara más española que valenciana y no es así». La politóloga se apoya en las encuestas del CIS sobre la identidad de los valencianos y compara que si en 2012 el 31,5 % de los encuestados se sentía más español que valenciano, en 2019 descendió hasta el 23,1 % mientras que los que decían sentirse más valencianos que españoles apenas superaban el 10 %. «El tema identitario no da casi rédito en la Comunitat». De hecho, Rodríguez apunta que los dos partidos que más elementos identitarios llevaban en sus programas electorales, Unidas Podemos y Compromís, fueron, tras el PP, los que más votos perdieron en las elecciones autonómicas de 2019.

Quizás por ello, Rafael Castelló, doctor en Sociología y profesor de la Universitat de València, ve el anticatalanismo «como un síntoma de una debilidad valenciana, no como una enfermedad» y vincula esas posiciones a un españolismo de derechas y no a la defensa de una identidad propia valenciana. Según defiende el coautor de obras como La Definició nacional de la realitat al País Valencià. Nació i identitats. Pensar el País Valencià, el discurso de aquellos que ven un posible asedio del catalanismo hacia la Comunitat Valenciana choca con dos contradicciones: la lengua y el territorio. «Tenemos una lengua asentada, con una educación estandarizada y el debate de separar valenciano y catalán está prácticamente muerto», dice Castelló, quien añade respecto a la segunda contradicción que «los valencianos ya tenemos un territorio que gestionar, con la soberanía que da el estatuto de autonomía, y que aleja la idea de los Païssos Catalans».

No comparte su opinión Enric Esteve, presidente de Lo Rat Penat y uno de los referentes del llamado valencianismo anticatalán (o blavero). «Hay un clamor contra los gobiernos que tenemos tanto en España como en la Comunitat por la marginación al pueblo valenciano y la apuesta clara, decidida y radical por el catalanismo», señala Esteve. No duda en poner como ejemplo «el desprecio que las instituciones autonómicas someten a una asociación de más de 150 años de historia como es Lo Rat Penat». Además, expresa que este nacionalismo catalán es perjudicial para los valencianos ya que «quieren impedir nuestro crecimiento porque no les conviene». Pero si un asunto tiene especial relevancia en esta agenda de «implantación catalanista» es la lengua y la unidad entre valenciano y catalán, un asunto que rechaza Esteve. De hecho, Lo Rat Penat anunció que demandaría a la Academia Valenciana de la Llengua por firmar un protocolo con el Institut d'Estudis Catalans y la Universitat de les Illes Balears para elaborar «una normativa inclusiva y unitaria».

El debate, por tanto, salta a la filología. María Lacueva nació en València y es licenciada en Filología Catalana y doctora en Didáctica de la Llengua i la Literatura por la Universitat de València. «Creo que la polémica valenciano-catalán está bastante desactivada, pero parece que siempre hay quien lo quiere revivir». La profesora en Estudis Catalans en universidades alemanas como Mannheim y Saarland cuenta que en el exterior se estudia el conflicto valenciano-catalán «por interés sociolingüístico e histórico, pero nadie en el mundo académico duda de la unidad de la lengua». Y sentencia: «Es una polémica creada a partir de intereses que no son lingüísticos sino que se utiliza la lengua como una herramienta para tirarse otros asuntos a la cabeza».

El último experto consultado es Josep Vicent Boira, catedrático de Gaografía Humana y actualmente comisionado del Gobierno para el desarrollo del Corredor Mediterráneo, una infraestructura que ha entrado en la polémica al ser señalada como víctima del boicot del nacionalismo catalán. ¿Será que no interesa en el norte? «A Cataluña le conviene que el corredor continúe hacia el sur en un contexto de globalización regionalizada, puede convertirse en la puerta sur de Europa», expresa Boira. Añade como motivo para destacar el corredor el «doble consenso» que consigue la infraestructura en tiempos de disenso constante. Un «doble consenso» primero entre partidos de todas las ideologías y segundo entre territorios con Andalucía, Región de Murcia, Baleares, Cataluña y la C. Valenciana.

El catedrático de la Universitat de València explica que el discurso de Cataluña como enemigo de los valencianos «se encuentra con dos problemas»: «Uno que está limitado al foco político, y no ve que sí que hay una relación comercial, económica o académica entre Cataluña y la Comunitat Valenciana; y el segundo es que actúa bajo un mapa que ya no existe». «Si esa discusión anticatalanista tuvo alguna base en algún momento ahora ya no existe. El mapa que vemos ahora es a escala europea y el corredor mediterráneo tiene visión europea, de construcción de megarregión». En este sentido, defiende una «Commonwealth valenciano-catalana» y lo hace a partir de una frase sencilla: «El anticatalanismo es un mal negocio para la Comunitat y el antivalencianismo es un mal negocio para Cataluña». .

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