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Globalización verde: Sostenibilidad más allá de las etiquetas

Sostenibilidad, economía circular o reutilización son términos cada vez más recurrentes. Hasta las formaciones políticas más reacias se han subido al carro de lo «verde» con discursos teñidos de proclamas ambientalistas. Más allá de las etiquetas, los expertos reclaman un cambio de modelo

Cubierta verde en el centro de mayores de Benicalap, dentro del proyecto europeo GrowGreen que busca soluciones basadas en la naturaleza para combatir los efectos negativos del cambio climático.

El ecologismo ya no es solo de izquierdas. Lo verde es transversal y se ha globalizado. Hasta el Partido Popular ha dejado atrás las bromas sobre el cambio climático que caracterizaron la etapa de Mariano Rajoy y empieza a hacer suyo el discurso de la sostenibilidad o la economía circular. A la pregunta de si todo ello no acabará desembocando en un significante vacío tras la pandemia, la respuesta de David Sabater es un contundente no. «Esa apuesta ecológica van a tener que dotarla de contenidos y más ahora», apunta este politólogo y consultor de Atrevia. Sabater señala que pocas formaciones políticas, excepto negacionistas interesados como Donald Trump, Jair Bolsonaro o VOX pueden sustraerse ya a estas alturas de la corriente ambientalista que recorre todo el planeta. Aunque los expertos advierten de que hay que pasar de las palabras a la acción, con un cambio de modelo. «Dar una pincelada verde por aquí y otra por allá sirve para tener la conciencia tranquila, como el que consume un producto eco, pero lo único que hace es apuntalar un sistema insostenible», señala el ambientólogo Andreu Escrivà.

Lo que muchos tachaban de utopía hasta hace bien poco adquiere ahora la categoría de realismo ético, de necesidad en tiempos de emergencia climática por los efectos del calentamiento global de la atmósfera. El escritor y politólogo Francesc Miralles incide en que esta transición ecológica tiene «un componente generacional muy fuerte». «Igual que el feminismo, es un cambio cultural. Va lento, pero es irreversible», señala. En ese sentido, insiste en que formaciones como el Partido Popular «o se mueven hacia ahí, o estarán acabadas». «Oponerse al cambio y a las propuestas del 'Green Deal' para que Europa alcance la neutralidad es incongruente, en ese sentido PP o Ciudadanos me parece que van a contracorriente», comenta Miralles, para quien tampoco hay que perder de vista que la economía de mercado, el capitalismo, ha visto un nicho de negocio en lo ecológico, a lo que se une la demanda creciente de la ciudadanía. «La crisis sanitaria nos ha mostrado que con menos coches disminuye la contaminación y por tanto los problemas respiratorios, también que podemos teletrabajar. Ahora hay que ver qué camino seguimos tras esta experiencia que nos ha mostrado que hay otra manera de hacer las cosas», según Miralles.

Para Escrivà lanzar proclamas sin acción todavía está aceptado en materia ambiental. Algo que no ocurre en cuestiones laborales o sanitarias. «Ahí la cosa chirría más y hay un desajuste que la gente sí castiga», incide el autor del libro «Encara no és tard» y el más reciente «Y ahora yo qué hago», cuya presentación quedó pospuesta por el confinamiento. «Aquí puedes decir que eres ecologista y dar mucho dinero a las empresas automovilísticas o puedes vender que te importa el territorio y la emergencia climática, para después plantar una carretera inútil en medio de la huerta», advierte, metiendo el dedo en la llaga. Escrivà no es de los que se muerden la lengua y critica a aquellos que utilizan la sostenibilidad «como un apósito». «La cuestión es si estamos hablando de un ecologismo cosmético, o profundo», incide. Esto último, en su opinión, requiere «de mucho esfuerzo, trabajo y renuncias». Pero, sobre todo, apostilla, implica cuestionar algunos paradigmas actuales y cambiar el modelo económico. «Podemos dar las pinceladas verdes que queramos pero no cambiaremos nada, serán parches que tendremos ahí y que no resistirán el paso del tiempo. En cambio, si vamos a una cuestión de base aunque caminemos lento iremos mucho más seguros», explica Escrivà, doctor en biodiversidad y técnico de la Fundación Observatorio del Cambio Climático del Ayuntamiento de València.

El giro a políticas erróneas en materia energética o a modelos económicos insostenibles lo han de dar ahora los gobiernos nacionales, aunque la Unión Europea ya ha mostrado el camino, con Alemania y Francia marcando el camino para adaptarse a los efectos del cambio climático. París, donde las urnas han premiado la apuesta verde de la socialista Anne Hidalgo, es un ejemplo cercano de gran ciudad que se pasa a la bicicleta. Como lo es València, que además de apostar por una movilidad menos contaminante ha puesto en marcha una cubierta verde en el centro de mayores de Benicalap, dentro del proyecto europeo «GrowGreen» que busca soluciones basadas en la naturaleza para refrescar el ambiente urbano o un pavimento ecológico en Pintor Segrelles que reduce el efecto isla de calor.

En el día a día, lejos de los despachos y del IBEX 35, Javi Valero es de los que lleva el ecologismo a la práctica siempre que puede en el pequeño huerto de su ático. Tiene desde aguacates hasta cacahuetes, todo tipo de verduras y tomates. Aunque reclama a los políticos normativas más restrictivas con los contaminantes o que reduzcan el uso de los plásticos, tiene claro que las acciones individuales son las que marcan la pauta. «Necesitamos una legislación que prohíba materiales de un solo uso, que sea más restrictiva en cuestiones ambientales, pero el cambio lo produce el ciudadano», defiende. Lo cierto es que aunque hay mucho «postureo» entre las formaciones políticas, Escrivà coincide con Valero en la necesaria metamorfosis social. «Hay muchos empresarios poco concienciados y políticos negacionistas, pero no son solamente ellos los malos de la película. Tenemos una ciudadanía que se tapa los ojos y los oídos porque no quiere escuchar realmente las consecuencias que provoca el calentamiento global», detalla. «Mucha gente cree que hacer algo por el cambio climático es hacer un retuit a Greta Thunberg. Y eso no es», concluye no sin ironía el divulgador.

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