Detrás del gesto de introducir la cuchara en la paella hay cientos de años de historia. Este simple ritual, que forma parte del ADN de los valencianos, se ha puesto en tela de juicio a causa de la pandemia del coronavirucoronavirus. Compartir el mismo vaso, beber al gallet o comer de la misma paella ya no está bien visto por las autoridades sanitarias. Lo cual supone un problema para la cultura valenciana, ya que dichas recomendaciones chocan frontalmente con el ritual que repetimos cada domingo.

Ayer miles de valencianos tuvieron que adaptarse a las recomendaciones de la Generalitat sobre los hábitos en la mesa. En concreto, la administración valenciana mandó el siguiente mensaje: abstenerse de comer de la paella. Algunos se han adaptado rápido, pero otros lo llevan peor. «A mí me gusta comer de la paella y lo seguiré haciendo», reivindica Manuel, un hombre de 70 años que ha decidido delimitar su círculo social a causa del aumento de casos. «Si te juntas con pocos miembros de la familia no pasa nada. Me estoy quitando muchas otras cosas. No me he ido de viaje, no voy a restaurantes, ni me junto con mucha gente», señala.

Aunque la Generalitat opina que toda precaución es poca, por lo que es recomendable cambiar desde ya nuestro querido ritual. De hecho, ya es historia en muchos hogares de la Comunitat Valenciana. La desinfección, la mascarilla y la distancia de seguridad se han colado en las familias para quedarse, al menos de momento. En casa de David, un vecino de Sagunt, no comparten ni la ensalada. «Repartimos platos tanto para la ensalada como para la paella. Solo comparten aquellas personas que conviven en un mismo domicilio», explica. «Además, procuramos permanecer en el exterior», añade, ya que no portan mascarilla cuando están juntos en su casa del monte. La que no se libra es la cocinera, la madre de David, que prepara la paella a leña con mascarilla.

En el caso de Natalia, una vecina de València, el coronavirus ha alterado el número de familiares que ve cada domingo. «Intentamos respetar al máximo a las personas de riesgo como mi abuela. Si somos muchos, siempre hay alguien que decide no venir por miedo a que ella se contagie. Intentamos turnarnos para venir los fines de semana», explica. Si tuviera que integrarse dentro de un grupo, el de los resiliente o el de los nostálgicos, Natalia sin ninguna duda, entraría en el segundo. «Me da muchísima pena, porque al final veo a pocos familiares, ya que tenemos que cuadrar agendas para coincidir. Si antes veía a algunos primos todas las semanas, ahora los veo una vez al mes», lamenta. En casa de Josefa el ritual ha cambiado aún más. Ante el miedo de contagio, esta vecina de Alzira ha decidido comprar dos mesas de exterior más para comer con su familia en su casa de la playa. «Intentamos respetar al máximo la distancia de seguridad y lo limpiamos todo, como si estuviésemos en un bar». Ella también lleva la mascarilla para cocinar, al igual que para servir el helado o repartir la coca en llanda de la merienda.

Mascarilla siempre

La Generalitat publicó la semana pasada una serie de recomendaciones para seguir cada domingo. Según las autoridades sanitarias, al llegar a la reunión familiar es recomendable no dar ni besos ni abrazos, y es preferible quitarse la mascarilla únicamente para comer. Lo mismo ocurre con las partidas de parchís o de dominó: mejor con mascarilla.

La guía aconseja que se ha de servir todo en platos individuales para evitar que caigan gotas de saliva. Se recomienda que la mesa la ponga una sola persona y que cada comensal retire su plato. También será necesario encontrar a alguien que se encargue de repartir las raciones o servir la bebida así como evitar equivocarse de vasos. Catorce días después, sin síntomas ni avisos de positivos, la digestión de la comida dirá que fue un éxito.