China aspira a convertirse en el primer país del mundo en producir una vacuna a gran escala contra la covid-19, para lo que cuenta con media docena de países en vías de desarrollo que participan en la fase final de ensayos clínicos de tres proyectos. Así, no es casual que una de estas vacunas que más interés ha levantado, la desarrollada por el Instituto Científico Militar y la compañía biofarmacéutica china CanSino Biologics, tenga lugar en Pakistán, tradicional aliado estratégico de China y que hasta el momento ha registrado casi 300.000 casos y más de 6.000 muertes por la covid-19. A su laboratorio de pruebas podrían añadirse Rusia, México, Arabia Saudí y Chile en un futuro próximo, según la empresa, tras demostrar en la segunda fase que la vacuna, denominada «Ad5-nCoV», es «segura e induce respuesta inmune», según la revista especializada The Lancet.

Otra de las candidatas, la de Sinopharm, estaría lista en diciembre «una vez termine la tercera fase de pruebas», que se suceden en países como Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Perú y Argentina. Mientras, la farmacéutica Sinovac está también probando su vacuna, llamada CoronaVac, en Latinoamérica, concretamente en Brasil, el segundo país más afectado del mundo por la pandemia. Además, China e Indonesia alcanzaron recientemente un acuerdo para probar CoronaVac allí, mientras que el primer ministro chino, Li Keqiang, anunció el lunes que su país dará «prioridad» a los países por los que fluye el río Mekong -Myanmar, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam- para «suministrarles vacunas una vez estén completamente desarrolladas».

Un movimiento geopolítico

China pretende que su precio de venta al público se fije en función de los costes de producción, en sintonía con la OMS, algo que apunta a que su objetivo no es obtener ganancias «significativas». Así lo apuntan también expertos consultados por Efe que creen que China no busca sacar rédito económico porque al gigante asiático le pesa mucho más el prestigio que le otorgaría para reivindicarse como potencia e impulsar su 'poder blando', especialmente entre los países emergentes.

China, proveedor masivo de equipos y componentes médicos en todo el mundo, ya lo intentó con la llamada «diplomacia de mascarillas» con el objetivo de «limpiar su imagen» tras ser acusada de ocultar el brote en sus inicios y ahora busca «dar otro salto», comenta el politólogo Joseph Cheng de la Universidad de Hong Kong.

Por su parte, Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, comenta que «China está a día de hoy entre los primeros países en lograr la vacuna». «Esto demuestra el incremento exponencial de sus capacidades científicas, poniéndose a la par de los países más avanzados del mundo también en ese orden». «Ofrecerla como un bien público global reforzará el relato chino entre un numeroso grupo de países en cuya retina quedará su solidaridad frente a la pasividad de los países desarrollados», agrega el experto.