La carrera científica para dar con una vacuna segura y eficaz sigue avanzando. La panorámica de las investigaciones muestra que, en estos momentos, hay 31 inyecciones experimentales que se están poniendo a prueba en estudios clínicos en pacientes. Seis de estos proyectos ya se encuentran en la tercera fase de los ensayos, donde se están testando a gran escala. Estos estudios todavía tardarán unos meses en dar resultado. Pero se espera que hacia finales de este año o principios del que viene ya pueda vislumbrarse cuáles son los compuestos más prometedores.

Más allá de los laboratorios, la prisa por dar con una vacuna capaz de frenar los contagios de covid-19 ha acelerado la aprobación de varios proyectos que, hoy por hoy, todavía no han terminado el proceso de ensayos clínicos. A finales de junio, China otorgó una «autorización de emergencia» a la inyección diseñada por CanSino para que empezara a suministrarse (voluntariamente) a militares y funcionarios. El día 11 de agosto, Rusia anunció que había patentado la primera vacuna del mundo contra el covid-19, bautizada como Sputnik V. Ambos proyectos han despegado sin estudios científicos que los avalen. Algo que ha despertado las críticas de la comunidad científica internacional y el recelo de las autoridades sanitarias.

Varios portavoces de la Organización Mundial de la Salud (OMS), interpelados sobre esta cuestión, han confirmado que ambos proyectos están siendo examinados por su comité de expertos. El organismo de Naciones Unidas ha reclamado a los dos grupos de investigación datos sobre la seguridad y eficacia de sus inyecciones experimentales para valorar su aprobación.

Tras el revuelo causado por sus anuncios, tanto Rusia como China han matizado que han registrado un «certificado condicional» que, a su vez, solo tendrá luz verde si los ensayos clínicos en marcha dan un buen resultado. Así que mientras avanza, la carrera por la vacuna se tiñe cada vez más de geopolítica.