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Nuevas especies exóticas amenazan la biodiversidad del Mediterráneo

Un alga originaria de Australia, que está presente en las costas valencianas desde 2010, y otra de Asia ponen en riesgo el fondo marino - Se trata del ecosistema con una mayor irrupción de organismos foráneos, con más de 700 casos hallados

Presencia de la «Caulerpa cylindracea», en el cabo de Creus. levante-emv

La aparición del alga australiana Caulerpa cylindracea en el cabo de Creus o de la asiática Rugulopteryx okamurae en la costa andaluza demuestran que el mestizaje étnico y cultural tradicionalmente asociado al mar Mediterráneo alcanza a la biología marina. Debido a ese trasiego comercial desde el inicio de la civilización, la llegada de especies invasoras no es un fenómeno nuevo, pero el ecosistema ahora se encuentra más debilitado por el cambio climático, la presión urbanística y turística y la sobreexplotación pesquera. Y es esa fragilidad la que favorece la propagación de estos visitantes inesperados, una de las principales amenazas para cualquier hábitat, ya que su impacto no se limita solo al medioambiente, sino que tiene repercusión socioeconómica e incluso en la salud pública.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), las especies alóctonas o exóticas contribuyeron al 25% de las extinciones de plantas y al 33% de las de animales terrestres y de agua dulce. El Mediterráneo está en el punto de mira, dado que los científicos lo señalan como el ecosistema que sufre la mayor invasión biológica del planeta al contabilizar más de 700 especies invasoras. La amenaza adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que algunas de estas especies no nativas son transmisoras o reservorios de patógenos, que pueden causar enfermedades en animales y en humanos, como señala un reciente estudio publicado en Biological Reviews en el que participa la Estación Biológica de Doñana (EBD), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Según Montserrat Vilà, coautora del mismo, el ejemplo más claro sería la actual pandemia del coronavirus, «un caso ilustrativo brutal de la expansión e impacto de un organismo exótico, por lo que la bioseguridad debería ser una prioridad nacional», advierte.

«Las invasiones están ligadas al hombre, son transportadas a propósito o de forma accidental por la actividad humana», resalta Fiona Tomàs, investigadora del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea, UIB-CSIC). En el Mediterráneo, detrás de esa invasión están los barcos, ya sea por especies que llegan ocultas en las aguas de lastre o que se quedan enganchadas en los cascos, anclas o incluso redes de pesca. Y una vez en el Mare Nostrum, se dispersan gracias a las corrientes. El riesgo es mayor teniendo en cuenta la presencia del Canal de Suez, «creado para fomentar el transporte marítimo y que conecta dos masas de agua muy diferentes entre sí».

Especies tropicales

No es extraño pues que especies tropicales propias del mar Rojo, desde algas a peces o invertebrados, hayan aparecido en las costas de Turquía, Grecia o Sicilia. Son herbívoros como el pez león, el pez conejo o incluso el pez globo, garantes de la supervivencia de los arrecifes de coral pero que pueden provocar un desastre inconmensurable en los fondos mediterráneos, plagados de posidonias y otras plantas marinas. Unos bosques submarinos que, además, sirven de guardería para los ejemplares juveniles de ciertos peces, que acaban desapareciendo junto a su refugio.

Las algas y peces exóticos comprados para acuarios, y «devueltos al mar con buena fe cuando la gente se cansa de ellos o se vuelven más grandes», son otro gran vector de transmisión. Algunos invasores no han llegado aún al Mediterráneo occidental, «pero es cuestión de tiempo», destaca Tomas. No todas las especies foráneas logran adaptarse, «pero basta que una lo logre para causar profundas modificaciones en los ecosistemas marinos, alterando hábitats y desplazando, incluso extinguiendo, a especies nativas».

Regular la pesca

Para mitigar el impacto de la Caulerpa cylindracea, considerada una de las peores especies invasoras, Catalunya opta por regular la pesca y el fondeo en el área del parque natural del Cabo de Creus, ya que una vez establecida, y dada su gran capacidad de colonizar hábitats distintos a diferentes profundidades, «su erradicación es prácticamente imposible». En la misma línea, en Andalucía ya saben lo que es tener que renunciar a capturas pesqueras debido a la molesta presencia del alga asiática, que desde el verano pasado causa estragos y ha alfombrado completamente los fondos del estrecho de Gibraltar.

Parte de la dificultad en la eliminación de estas invasoras radica en que cuando se empiezan a considerar un problema ya están muy asentadas en la zona, razona Tomás. Solo se logra en casos muy esporádicos, como hace años en California con el alga Caulerpa taxifolia. La clave estuvo en que se detectó de forma muy temprana, había una vasta literatura previa sobre su comportamiento y se realizó una gran inversión económica para acabar de raíz con el problema. Un ejemplo que el Imedea va a intentar seguir en la isla de Cabrera con la Halimeda incrassata, un alga caribeña que de momento solo se ha detectado en las Baleares.

Por eso, la bióloga señala que la única herramienta eficaz es «prevención, prevención y prevención», para compensar que, «con eso de que no se ve su fondo, hay poca conciencia del mar, que es el 70 % del planeta». Se trata de educar para que las especies compradas en tiendas de animales no se devuelvan al mar, sino a la tienda, o que no se arrojen al agua los restos que aparecen en redes y anclas.

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