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Balmis: la vuelta al mundo de una vacuna

Memoria del médico valenciano que encabezó la primera expedición sanitaria internacional de la historia que pasó por las Islas Canarias para inmunizar contra la viruela a los territorios de ultramar

Balmis: la vuelta al mundo de una vacuna

La intervención del ejército español en la lucha contra el coronavirus en la fase de confinamiento fue denominada como 'operación Balmis' y quizás muchos españoles no sepan que tal denominación no fue sino un homenaje al médico militar y científico alicantino Francisco Xavier Balmis y Berenguer, que fue el director de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela promocionada por Carlos IV para llevarla por todos los ámbitos del aquel Imperio español que atravesaba ya en aquellos tiempos por una profunda e irreversible crisis política y económica.

Castigado en su propia familia por aquella terrible plaga, el rey respondió a la petición de ayuda de sus súbditos de Santa Fe de Bogotá masacrados por la viruela como otros territorios americanos imperiales impulsando la creación con su real y personal apoyo de una expedición que llevase la nueva vacuna descubierta por el médico inglés Jenner a todos los territorios imperiales de Ultramar en América y Filipinas. De filantrópica se la calificó y, sin duda, lo era, pero sin que faltasen tampoco en sus finalidades razones de alta política cara a restablecer y afianzar el poder imperial español y el prestigio de la metrópoli en aquellos territorios en el contexto de emancipación que comenzaba a extenderse por el continente. Carlos IV ordenó a su valido, Godoy y al ministro de Gracia y Justicia, José Caballero, que apoyasen sin limitaciones aquella empresa sanitaria y política.

Como director de la expedición fue elegido el médico y cirujano militar Balmis y como segundo director el médico catalán Josep Salvany y Llopart. Balmis tenía ya una gran experiencia y conocimiento del empleo que se venía haciendo de la variolización (es decir, la inyección del bacilo de la viruela humana en las personas sanas para provocar su inmunización). Pero en cuanto Jenner descubrió y puso a punto su método 'vacunal' basado en el principio de que el pus infectado de viruela de las vacas inoculado en seres humanos impedía el desarrollo de la enfermedad, se convirtió en un acérrimo defensor de su práctica para luchar contra aquella plaga que asolaba a todo el mundo desde hacía siglos y que era peor por sus efectos mortíferos que las epidemias de peste, el cólera y la fiebre amarilla.

Hombre meticuloso y gran organizador, planeó cuidadosamente el itinerario y la organización sistemática de la vacunación. Su planteamiento era no solo vacunar al mayor número posible de personas, sino también con el apoyo de las estructuras virreinales y de la Iglesia organizar juntas de vacunación con locales y personal preparado para continuar las vacunaciones tras el paso de la expedición. El punto clave de la organización era cómo llevar el fluido vacunal de la viruela bovina activo y dado que no era posible incorporar reses vacunas al viaje la genial solución a la que se llegó fue la de incorporar a la expedición niños inyectados con el virus de la viruela bovina que serían los que transportaran la linfa convertidos en portadores humanos.

Con un grupo de niños hospicianos de Madrid, varios médicos y enfermeros, la expedición viajó a La Coruña, donde Balmis consiguió armar tras vencer muchos obstáculos la corbeta 'María Pita' e incorporar junto a cuatro de los infantes madrileños otros dieciocho niños hospicianos gallegos de entre siete y diez años hasta tener el número necesario de portadores de la linfa. Además de sumar a la Real y Filantrópica Expedición a la rectora del Hospicio coruñés como cuidadora de los niños portadores de la vacuna. Isabel Zendal era una gallega de humilde origen campesino que viajó con su hijo ilegítimo con el ánimo de eliminar en América los prejuicios sociales y legales que suponía esa situación para las madres solteras en la Península. La actuación de Isabel Zendal fue decisiva para el éxito de la expedición, hasta casi ser considerada por Balmis como la verdadera alma del viaje.

El día 30 de noviembre de 1803 zarpaba de La Coruña la 'María Pita' y inició un periplo que se considera hoy como una de las grandes hazañas médicas y filantrópicas que ha realizado la Humanidad. Primero hicieron escala en Santa Cruz de Tenerife, donde tuvieron una excelente recepción y vacunaron a numerosos isleños. Posteriormente llegaron a Puerto Rico, donde la acogida no fue tan exitosa, aunque también realizaron su campaña vacunal. De Puerto Rico pasaron a Cuba, donde su llegada y trato fue excelente, haciendo una importante campaña de vacunación. Viajaron después a Venezuela donde su recepción no fue todo lo halagüeña que esperaban.

En Venezuela, la expedición se dividió: una parte de ella se dirigió a través de Colombia dirigida por Salvany hacia los Virreinatos de Perú y de Nueva Granada, teniendo que salvar innumerables obstáculos geográficos (selvas ecuatoriales y elevadas cumbres andinas) y una gran variedad de climas extremos. Y a pesar de la oposición social de los criollos y en algunos casos de los pobladores indígenas, Salvany y su grupo lograron inocular a más doscientas cincuenta mil personas el suero contra la viruela. Salvany no logró resistir aquel sobrehumano esfuerzo y falleció en Cochabamba durante el transcurso de la expedición.

Balmis prosiguió a México, donde a pesar de la decidida oposición del corrupto Virrey José Iturrigaray realizó con gran éxito su campaña de vacunación por casi todo el territorio azteca, logrando dejar establecida la estructura médica adecuada para mantener activa en el tiempo la vacunación.

Desde Acapulco, de donde partía para los territorios españoles de Filipinas el denominado 'Galeón de Manila', Balmis, con veintiséis niños reclutados en México como portadores de la linfa de la vacuna y la presencia en la expedición de Isabel Zendal, llegó a Manila, donde realizó su campaña de vacunaciones para pasar posteriormente con el mismo objeto a Macao y Cantón. Finalmente regresó a Madrid a través de Lisboa y recibió los honores por su grandiosa hazaña de manos del que había su impulsor, Carlos IV. En menos de tres años, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna dirigida por Balmis había dado la vuelta al mundo difundiendo la vacunación contra la viruela por cuatro continentes.

De la gesta de la expedición de Balmis quizás se puedan extraer hoy también algunas lecciones y advertencias acerca de la distribución de la posible futura vacuna contra el coronavirus. En el Virreinato de la Nueva España fue la competencia entre el poder virreinal y la autoridad del poder real que representaba el médico alicantino lo que dificultó su propagación. Esto es: las rivalidades políticas en busca de poder y hegemonía geopolítica pueden convertirse en obstáculos para una difusión universal y no discriminatoria de la futura vacuna. Pero, sobre todo, la mayor lección para hoy de lo acontecido con la expedición de Balmis ocurrió en el caso de los virreinatos de Perú y de Nueva Granada. Allí la vacuna contra la viruela se convirtió en un mero negocio de comerciantes que dificultó sobremanera su distribución igualitaria entre todos los habitantes, más allá de su raza y origen social. De ahí que el modelo de vacunación que difundió Balmis en América a través de una red estatal de establecimientos, gratuita y universal nos parece el medio no solo más justo, sino también más eficaz para acabar con la pandemia actual.

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