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"Cuando suspendieron mi oposición todo se desmoronó"

Tres jóvenes opositores valencianos cuentan a Levante-EMV cómo vivieron el varapalo de tener que renunciar a su sueño de aprobar unas oposiciones cuando el estado de alarma obligó a retrasar los exámenes. La planificación de un año, todos sus proyectos personales, se desvanecieron

"Cuando suspendieron mi oposición todo se desmoronó"

Cuando me suspendieron la oposición todo se desmoronó». Parece una exageración, pero esta frase de José Manzanero -27 años, graduado en Magisterio de Educación Primaria y máster en Educación Secundaria- refleja el varapalo que supuso para cientos de valencianos la suspensión temporal de las oposiciones a las que iban a presentarse este año o el que viene, y que por los efectos colaterales de la pandemia han sido postergadas a 2021 o a 2022. Manzanero, como Roser Gabaldó -27 años, graduada en Magisterio y graduada superior en Música, en las especialidades de flauta y pedagogía terapéutica-, y Regina Llobell -graduada superior en Música en la especialidad de oboe y máster en formación del profesorado de Educación Secundaria- pertenecen a esa legión de titulados medios y superiores que se han visto «cortados» por la covid-19. Tienen muchas cosas en común, no solo la edad. Están extremadamente preparados, son exigentes consigo mismos hasta la extenuación psicológica y habitan desde los 20 años en un estadio de permanente formación.

El decreto del estado de alarma les obligó a confinarse en casa de sus padres y les privó momentáneamente de su sueño: conseguir una plaza de maestro de primaria o secundaria que les proporcione una vida nueva con sus parejas, y quizá, en una vivienda propia. «La depresión llegó», comentan con cierto humor negro, cuando la Conselleria de Educación publicó a finales de marzo el anuncio oficial de que se aplazaba la oposición de secundaria de este año, de 2020 a 2021, y la de primaria de 2021 a 2022. «Ahí fue cuando se nos vino la debacle encima», rememora Manzanero. Tanto Gabaldó como este joven graduado iban a opositar para maestros de primaria en junio de 2021. La primera en la modalidad general, para ser tutora de clase; y el segundo, en educación física. En el caso de Regina Llobell, su oposición era este mismo año, en junio de 2020, antes del verano, y aspiraba a lograr una plaza como profesora de educación secundaria.

Conforme relatan su experiencia, los tres expresan cierta frustración, incluso dudan de volver a presentarse, pero saben que un trabajo fijo o al menos obtener un puesto en la bolsa es un tesoro muy valioso en estos tiempos tan duros. «Mi proyecto de vida, todo lo que me había planificado mes a mes se ha retrasado dos años», subraya el candidato a profesor de gimnasia. «Me había reservado este año 2020 para estudiar y había renunciado incluso a trabajar», se lamenta.«Es inevitable que te dé un bajón, fue un mazazo» dice la opositora a secundaria, que antes lo intentó varias veces a músico militar.

Gabaldó: «Me apunté un año antes a la academia»

Las oposiciones de primaria constan de varias fases. Hay que aprenderse un temario, luego preparar un supuesto práctico, y, si superas ambos cortes, tienes que hacer una exposición pública con la programación anual de todo un curso. «Como todo eso lleva mucho trabajo; sobre todo hacer los supuestos prácticos y preparar la programación anual -indica Gabaldó-, lo que hice fue apuntarme a la academia con un año de antelación para prepararme con tiempo». Pero claro, el 14 de marzo se declaró el estado de alarma y a finales de ese mes, se aplazaron las oposiciones hasta 2022. «Mi idea era dejarme la programación hecha y los supuestos prácticos en 2019-20; y estudiarme el temario, en 2020-2021». Ahora, este aplazamiento la va a obligar a posponer sus planes al menos un año, «aunque el trabajo que tengo hecho, por ejemplo, los supuestos prácticos, no los voy a perder, y la programación ya la tengo acabada más o menos». Además, el próximo curso «ya no voy a ir a la academia porque pese a la pandemia seguí asistiendo a clase, de forma virtual, una vez por semana», subraya.

¿En qué le ha afectado la suspensión de las oposiciones?. «Básicamente en que hay que buscar alternativas», comenta esta joven docente, que imparte clases de flauta y coro en una escuela de música de l'Horta Sud. «El curso de 2020 lo voy a aprovechar para estudiar inglés y para hacer otro máster de dirección de centros», añade. Y el año que viene, «quizá me apunte otra vez a la academia o bien me busque a alguien que me prepare de manera individual». Todo eso, «más seguir trabajando» ya que le encanta dar clase a los niños y de hecho recuerda los meses del confinamiento como una experiencia «muy enriquecedora porque hemos tenido que hacer un gran esfuerzo para continuar las clases on line».

Manzanero: inglés y prácticas

No todo ha sido negativo para los opositores. «En mi caso -relata José Manzanero- se especuló con la posibilidad de que también se cambiaran los temarios de las bases, lo que finalmente no ha ocurrido. Pero ante la duda, mis compañeros de la academia y yo, cuando se supo la noticia de la suspensión, lo que hicimos fue acabar todos los supuestos prácticos, durante el confinamiento y a través del Zoom, y luego a partir de ahí dejar de estudiar».

Como explica él mismo: «Estuve dos meses viéndolas venir. Estuve sacándome la capacitación de inglés, que también te da puntos en la oposición y cuando terminé, no tenía motivación ni ganas de hacer más cosas de lo mío. Lo pasé mal en el aspecto psicológico porque la meta, que ya veía lejos ahora la ves aún más lejos, otro año después», remarca con resignación.

En cuanto a su planificación de vida, también por la maldita covid-19, este aspirante a maestro de gimnasia, ha perdido «unos ingresos económicos complementarios» que le hubieran venido «muy bien» . «Yo trabajaba en un hotel y también en un campamento en el extranjero en verano», comenta. «Renuncié a trabajar y me organicé todo pensando en meterme en casa a estudiar desde diciembre de 2020 a junio de 2021, y ese mes, presentarme a examen», relata. Como llegó la pandemia, todo fue a peor. Ni oposiciones ni trabajo. El hotel tuvo que cerrar y se suspendieron los vuelos a Inglaterra donde solía trabajar en período estival.

Desde el punto de vista personal, para este joven el hecho de no haber podido examinarse también supone retrasar dos años la posibilidad de resolver «una duda existencial». «Yo tengo claro que quiero ser profesor -cuenta- pero a veces dudas de si la enseñanza te va a gustar y también de si vales para meterte con 20 niños en una clase durante todo un año». De modo que al no haber oposiciones cuando tocaba, la resolución de estas dudas vitales también se aplazan. «Ese saber lo que quieres hacer con tu vida también se me ha retrasado, esa duda, sobre tu propia valía tardaré un poco más en revolverla», apunta. «Y todo se retrasa dos años, tu deseo de tener una autonomía aunque yo me acabo de independizar y cada vez te ves más cerca los 30 años», relata.

Llobell: «Vemos los 30 años cerca y queremos la plaza»

Los 30 años. Esta es la frontera mental y personal que navega sobre el imaginario común que comparten los tres entrevistados. Son jóvenes pero aún así «se autoimponen la presión» de labrarse un futuro profesional y un proyecto de vida. No piensan más que en sumar un nuevo título o certificado a sus currículos, ya de por sí colmados de méritos.

No piensan más que en mejorar y en no ser una carga familiar. No lo son, pero sobre todo, no lo quieren ser. «Sacarme la plaza, independizarme con mi novio, empezar a vivir en tu propia casa y tener un perro», cuenta Regina Llobell, no sin cierto sentido del humor. «Vemos cada vez los 30 más cerca y queremos independizarnos. Siempre pienso en el futuro, tenía pensado si aprobaba la oposición que podría empezar a dar clase, y si no obtenía la plaza, pero lograba buena puntuación, pues podría entrar en bolsa», explica. Entrar en bolsa es un premio de consolación excelente. «Te llaman para hacer sustituciones, tienes tu primer sueldo, poco a poco vas cogiendo puntos y pasas un año para seguir ganando experiencia», ratifica. «Nos vamos poniendo una presión -dice- pero también vemos con esta suspensión de las oposiciones que las cosas se van retrasando: ahora una pandemia, ahora imagina que no apruebas,... y el tiempo va pasando».

Y mientras, a Regina Llobell, también le asaltan pequeños temores. «También quiero saber ya, si realmente voy a valer para esto, -analiza-, teniendo en cuenta que yo he dado clases a niños de hasta 12 años en las escuelas de música y si me saco la plaza, mis alumnos tendrán entre 12 y 17 años. La cosa no tiene nada que ver». Pues eso, que tendrá que esperar un añito al menos para salir de dudas. Y la espera la desespera.

Eso sí, a diferencia de sus dos contertulios, la instrumentista de oboe ha subido el nivel de exigencia. «A mi el plan se me ha cambiado, -confirma- , voy a presentarme en 2021, ahora ya ha pasado un año, y voy a apostar por aprobar y sacarme la plaza».

«Durante el confinamiento yo ya tenía 15 temas de 70 memorizados, así que cuando se atrasaron las oposiciones, como las mías son el año que viene pues he seguido estudiando, no a piñón, pero con un nivel de tensión elevado», afirma. Y por supuesto, «no he perdido lo que he hecho, al contrario». «Mi idea -anuncia- ya no es ir a tantear el terreno como pensaba hacer en 2020, sino intentar ir a por todas y sacarme la plaza en 2o21».

En fin, estos tres corredores de fondo están en el momento del avituallamiento. Dos de ellos, Roser y José aún tienen un margen para replantear estrategias y dosificar esfuerzos. Pero Regina, no. Ella muy pronto deberá empezar el esprint final. Allá al fondo ya se ve la meta. El ansiado futuro, la esperanza de una vida mejor y el salvoconducto hacia el porvenir. Queda lo más duro pero a buen seguro que sabrán sacar fuerzas de sus propias flaquezas y autoimponerse la fe del ganador. Opositar ya se sabe, es como la vida misma. Un maratón donde sufrir, llorar, reir....

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