De la placidez de finales de junio, al estado cuasi de alarma de los primeros días de septiembre, con poblaciones confinadas y medidas extraordinarias en todo el país. El verano que está acabando ha sido el de la segunda ola adelantada del coronavirus aunque nadie apostaba por ello porque el calor, en principio, iba a ayudar a que el SARS-CoV-2 fuera menos transmisible.

Y es que la evolución que han tenido los contagios en la C. Valenciana -primero con pequeños brotes controlados, después con transmisión comunitaria en varias zonas- se ha comportado más bien como el aceite: primero unas pequeñas gotas moteando la región. Gota sobre gota, los contagios se fueron intensificando y desbordando el territorio, extendiéndose. Y la mancha empezó a crecer.

A día de hoy quedan pocos territorios no colonizados por el coronavirus, 136 de los 542 municipios de toda la Comunitat Valenciana o lo que es lo mismo, en tres de cada cuatro han tenido algún caso desde marzo.

El cómo se ha ido comportando esa mancha de aceite en la nueva normalidad ha sido posible gracias a que la Conselleria de Sanidad ofrece desde finales de mayo la foto fija sobre el mapa de dónde están sucediendo los nuevos contagios. Así, a finales de junio y principios de julio solo una treintena de municipios registraba algún caso nuevo después de los peores días de la pandemia y sumando una semana completa.

Eran, sobre todo, las capitales de provincia y los núcleos más poblados donde mayor entrada y movilidad de personas suele haber: Valencia, Alicante y Castelló. Ahí, el goteo de casos, de hecho, casi que no llegó nunca a cesar. Y con las grandes urbes, sus áreas metropolitanas. Elx, en el caso de Alicante, toda el área metropolitana de València o ciudades aledañas a Castelló como Almassora, Benicàssim o Borriana empezaron a notar pronto cómo llegaban los contagios. La movilidad por cuestiones laborales o de ocio animaba este transporte del virus traspasando términos municipales.

A mediados de julio, la evolución del virus seguía casi encapsulada a los brotes detectados. Es decir, la mayoría de positivos notificados correspondían a los brotes que se localizaban y, por tanto, se podían «controlar», haciendo un buen seguimiento y rastreo de contagios. Las cifras empezaron pronto a no cuadrar y entre finales de julio y principios de agosto los contagios se multiplicaron desbordando los positivos que se podían vincular a un brote. De hecho, en estas semanas fue creciendo el porcentaje de nuevas personas contagiadas que no sabían quién podía haber sido el positivo que les podía haber contagiado: son el 34 % a día de hoy.

Con la pérdida de la trazabilidad y personas asintomáticas con posibilidad de contagiar, el virus siguió haciendo camino hacia el sur y hacia el interior, siguiendo en muchas ocasiones a sus huéspedes de vacaciones a los pueblos de interior y trazando sobre el mapa el camino de las principales vías de comunicación, la A-3 o la A-7. Así, en la provincia de Valencia el virus pronto llegó a comunicar con el interior trazando la línea de la autovía a Madrid, al igual que se propagó por toda la costa de Castelló, de Alicante y también por el sur y el interior sur de esta provincia. Es la misma pauta que se observó en la expansión del mosquito tigre. También en aquel caso el agente contagiador viajaba «con» las personas.

Las vacaciones de regreso al pueblo, en un verano atípico en el que se ha optado por salir poco al extranjero o incluso al resto de España, también han colaborado en la expansión. En los últimos días de agosto, el virus llegó incluso a algunos municipios que habían permanecido con el contador a cero en toda la pandemia como Busot, Atzeneta del Maestrat, Alfauir, les Coves de Vinromà, Olocau del Rey o Llocnou de Sant Jeroni.

El efecto de la movilidad se está viendo, justo ahora, en el caso del municipio de Benigànim, confinado durante 14 días tras descontrolarse un brote inicial de 24 personas. De hecho, la aparición de nuevos casos en poblaciones aledañas en las que el coronavirus no tenía incidencia por efecto de la movilidad con los municipios cercanos (Bellús, Quatretonda, Pobla del Duc y Alfarrasí ) ha servido incluso de base para que la Conselleria de Sanidad consiguiera la ratificación del juzgado para cerrar los accesos perimetrales a la población de la Vall d'Albaida.

Con buena parte del mapa ya «manchado», los expertos esperan que el fin de las vacaciones de verano, de las «nofiestas» entre amigos y familiares que han suplido los vacíos que la covid-19 ha impuesto en las agendas y las medidas impuestas en València y en todo el territorio y que aún están en vigor ayuden a que la ola por fin empiece a bajar de intensidad. No será hasta dentro de unas semanas, sin embargo, cuando se pueda valorar teniendo en cuenta el tiempo de incubación de la enfermedad. Y todo con la amenaza de una «tercera ola» tras la vuelta a las aulas.