En un lugar de la Comunitat cuyo nombre muchos desconocen, la vuelta al cole no está impregnada de polémica. El interior y su adjetivo «vaciado» llevan la falta de habitantes como una amenaza, sin embargo, en un mundo atemorizado por un ser microscópico, muchos municipios afectados por la despoblación ven que esos censos de no más de tres cifras les permite organizar de una manera más relajada el gran acontecimiento mediático de las últimas semanas: el regreso a las clases.

«En todo el colegio hay 26 niños, es lo que hay en una clase de València», explica María Ballester, maestra de Titaguas. «Cuando estudiaba en Sot de Chera éramos 15 alumnos entre los 3 y los 12 años», recuerda Sonia Gómez, periodista, autora del documental Aulas Verdes sobre la escuela rural de su localidad. «En el aulario de Caudete (de las Fuentes) hay 53 entre Infantil y Primaria», afirma Ramón Godoy, profesor de inglés de este Colegio Rural Agrupado. Bienvenidos a las aulas 100 % burbuja de la Comunitat Valenciana.

Realmente, el propio municipio es casi una burbuja. «Aquí no ha habido ningún contagio», indica la profesora de Titaguas, de hecho, los dos únicos que se notificaron a principios de agosto correspondían a La Yesa, una localidad cercana, pero atendidos en el centro de salud de Titaguas.

«Si éramos libre de covid-19 con todos los veraneantes, ahora que se van no habrá ningún problema», asegura Sonia Gómez sobre Sot de Chera donde tampoco se han registrado casos y en verano pasa de los 300 habitantes a 1.300. «Los que están en el colegio son los mismos que luego se ven en el parque», asevera el maestro de Inglés en Caudete de las Fuentes donde ha habido sólo un caso.

De todas formas, habrá cambios en la línea del plan de contingencia. «Estamos con la señalización de las aulas, marcas de los lugares donde se deben sentar los alumnos o poner dispensadores de gel hidroalcohólico», señala Ramón Godoy quien añade que, si se puede, «se hará separación por niveles porque ahora mismo los de primero van con los de segundo y los de tercero con cuarto». «Se puede mantener la distancia sin problema porque hay pocos niños y los colegios estaban hechos para cuando había más gente en el pueblo», expresa.

Profesores itinerantes

En Titaguas sí que habrá modificaciones en la forma de impartir ciertas clases. «Como compartimos profesorado entre aularios, ese ir y venir entre los grupos no será igual». «Hay profesores itinerantes que tendrán que hacer las clases online, en su despacho, por eso hemos instalado pantallas digitales», asegura María Ballester quien recuerda que los mayores de 2º de Primaria «tendrán que ir igualmente con mascarilla, aunque nos gustaría que todos fueran burbuja». Según explica, que no sea considerado todo el centro como una misma burbuja «trae inconvenientes como que no pueden compartir la misma zona de juegos en un patio delimitado por secciones».

En estos centros la docencia, como recuerda Sonia Gómez, está mucho más ligada a la naturaleza, motivo por el que llamó al documental «Aulas Verdes». «El aprendizaje es distinto, es un mundo paralelo al de la ciudad, yo cuando estudiaba aquí creía que todos los colegios eran igual, pero no». La realidad es al revés, el imaginario colectivo lleva a pensar en aulas atiborradas, masificadas, donde las distancias son imposibles. «Aquí no va a haber problemas», coinciden. «Esperamos que el curso sea más o menos normal, todo presencial porque si hablan de hacer confinamientos donde hay brotes aquí estamos bastante tranquilos», asegura la maestra de Titaguas que termina con las ganas de las familias de que los niños vuelvan a las clases: «Lo están deseando».