Y llegó el show mediático con la primera DANA del otoño climatológico. Alguna vez lo he comentado ya por aquí, pero no me gusta nada lo que está pasando con este término desde que se puso de moda durante las catastróficas inundaciones que hace un año provocaron varias pérdidas humanas y daños materiales incalculables en el sureste peninsular. El DANA, DANA o la DANA (se ha llamado de todas las formas posibles) se ha convertido en un concepto asociado a desgracia, lo cual es un error. Irónicamente, uno de los motivos que explican la aparición de este acrónimo fue para sustituir al término de gota fría, ya que desde la Pantanada de Tous se empezó a usar como sinónimo de lluvias torrenciales.

La historia se vuelve a repetir. En internet hay mucha información, pero una gota fría (lo siento, pero prefiero este concepto tan nuestro) es un elemento atmosférico común en nuestras latitudes, sólo un pequeño porcentaje del total acaban provocando precipitaciones muy intensas.

Es como si un gallego se asustara por la llegada de una borrasca atlántica, cuando todos sabemos que sólo una minoría de las que nos visitan (aquellas muy profundas o que han experimentado un proceso de ciclogénesis explosiva) provocan fenómenos adversos que tienen un impacto sobre la población. Desgraciadamente, algunas páginas de «aficionados» (los de verdad suelen ser gente seria y responsable, y yo mismo soy uno de esos frikis del tiempo) se han sumado al carro del sensacionalismo y fomentan que estas ideas equivocadas calen entre la población, que a su vez se alarma ante la llegada de una DANA. También están los del otro extremo, que no dejan de machacar cada dos horas todos los días de la semana pidiendo tranquilidad y calma, ya que se consigue el efecto contrario. Yo lo siento, pero aunque sea lo más complicada porque quita tiempo, prefiero educar y fomentar la cultura del riesgo a la sociedad mediterránea, algo que por desgracia escasea. Pero de verdad, al igual que pasaba hace unos años con las ciclogénesis explosivas, esto se está volviendo insoportable con cada DANA que nos visita.