Este verano hemos observado en los espacios meteorológicos de las diferentes cadenas de televisión cómo a menudo se forman nieblas veraniegas en los valles de la Península después de días tormentosos que dan lluvia. A pesar de que las nieblas son más frecuentes en invierno y son típicas de días estables, con fuerte inversión térmica, también se dan en verano. Su génesis, en cambio, es diferente a las nieblas invernales. Son nieblas de poco espesor, no superan los 100 metros como en invierno -cuando las nieblas pueden alcanzar espesores superiores a 800 metros- y están asociadas a días con tiempo inestable, después de días con tormentas fuertes en el interior; o en las cordilleras donde, cuando el cielo se serena y ha llovido bastante, el aire se enfría por debajo del punto de rocío, generando nieblas que pueden sorprender a las personas que asocian nieblas con los meses invernales y no con el verano. Sin embargo, a veces se forman nieblas junto a la costa en verano, así como en primavera, pero no tan a menudo como en aquella estación. Estas nieblas litorales aparecen cuando hay una invasión de una masa sahariana y el aire relativamente fresco junto al mar se condensa por el contraste térmico entre la masa cálida superior y la relativamente fresca inferior, generando nieblas que dan mucha sensación de bochorno en el litoral, a pesar de que las temperaturas máximas son muy inferiores en el interior por efecto de la elevadísima