Transcurridos quince días desde que se decretase el confinamiento del pueblo, Benigànim se levantaba ayer con una magnífica noticia: el número de contagiados activos en la localidad había bajado hasta 39, según la actualización publicada por Sanidad. Eran menos de la mitad de los que se notificaron el pasado viernes, cuando la población aún contaba con 83 PCR positivas detectadas en los catorce días anteriores.

El brote que se disparó a finales de agosto y que llevó a Sanitat a confinar de nuevo a la población de Benigànim -la primera localidad de la Comunitat Valenciana en la que se ponía en práctica la medida- parece ya controlado, al haber cortado la transmisión de la enfermedad con la imposición de la cuarentena.

La buena noticia quedaba diluida por el inicio de la tercera semana de cuarentena, que justo ayer también ratificó el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 5 de València. Responsabilidad, miedo, resignación y hastío eran las palabras que más usaban vecinos y vecinas, preguntados por los ánimos con que encaraban la tercera semana de un confinamiento que no esperaban repetir.

El ambiente que se respira en la calle no es el mismo que en la primera cuarentena. Se ve más gente, muchos negocios están abiertos. Pero resulta imposible abstraerse de la sensación de excepcionalidad desde el momento en que aparecen las primeras señalizaciones de la entrada al pueblo. Según se llega desde Xàtiva por la CV-610, en el primer camino forestal con destino al municipio aparece apostado un todoterreno de la Guardia Civil. Los dos siguientes están cortados. Era el cuarto, por fin, la entrada autorizada, uno de las dos únicas que han seguido abiertas estas dos semanas: desde la Pobla del Duc y desde Xàtiva y el Genovés. «Los primeros días provocamos algunas colas, pero ahora ya conocemos a la mayoría de los coches y los dejamos pasar directamente», contó uno de los agentes que guardaban esta última entrada. Esta semana permanecen en Benigànim unos veinticinco guardias ci viles del GRS2 de Sevilla.

Originalmente eran 33, que junto a un grupo del GRS3 de València, y los policías locales y autonómicos, llegaron a formar en Benigànim un operativo de alrededor cincuenta agentes: en las entradas, controlaban el paso con sus armas reglamentarias a la vista. Desde el aire, un helicóptero realizó algunas pasadas de vigilancia. Con todo, Benigànim pasó algunos días bajo lo que parecía un estado policial digno de otra época.

Este blindaje, junto al hecho de estar bajo los focos de la noticia como el primer pueblo valenciano en ser confinado, provocó entre la ciudadanía de Benigànim un sentimiento de culpabilidad, que con el paso de los días se ha transformado en malestar.

«Al hablar del pueblo como un foco del coronavirus, se nos cargaba con una responsabilidad que no teníamos. Casi como si todo Benigànim estuviese apestado, como si tuviésemos alguna culpa», explicaba el concejal Cristóbal Barceló sobre el sentir ciudadano. Él ha sido uno de los 161 vecinos y vecinas de Benigànim contagiados en esta segunda oleada, desde mediados de agosto. Pasó el virus sin síntomas, y en la segunda PCR dio negativo. Destacaba la labor realizada por el centro de salud: en la última semana de agosto, se estuvieron practicando entre 20 y 30 pruebas PCR diarias; desde que se iniciase septiembre y hasta ahora, la cifra ha aumentado a unas 70 por día, según explicó Barceló. Unos mil habitantes de Benigànim, la quinta parte de la población, se ha sometido al test en el último mes.

Elevado número de PCR

Hay entre los beniganenses contrarios a la cuarentena quien señala este elevado número de PCR como el motivo de la detección de tantos contagios. «Si en los pueblos de al lado, en Bellús o en Quatretonda, se hiciesen tantas pruebas, seguro que también encontraban a muchos positivos», aseguraba el propietario de una cafetería, que no quiso dar su nombre pero que lamentó que el confinamiento únicamente afectase a establecimientos como el suyo, «como si los bares y restaurantes fuesen el único sitio de contagio».

Juan Carlos, otro vecino, aprobaba las medidas y afirmaba que, aun sin salir del pueblo, la gente estaba haciendo «vida normal». «Sí que echamos de menos que se haya abierto la escuela. Con esta van a ser dos semanas sin que los niños vayan, y lo necesitan. Tanto ellos como los padres», sostenía, acompañado de su hija. Un corrillo en la cola de una frutería comentaba los últimos casos de positivos conocidos -«en un pueblo como este se sabe todo», sostenía una de las vecinas- y el caso de un encuentro de varios vecinos, que se habían juntado para cenar el sábado.

Con excepciones como esta, los responsables municipales aseguran que el comportamiento ha sido «ejemplar». Aun con un recelo que no se acaba de ir, todos en Benigànim esperan ya la vuelta a la normalidad tras unas semanas con el virus, de nuevo, como protagonista.