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Análisis

El verdadero Botànic II es ahora

Puig plantea un giro tras 5 años de alianza de izquierdas y pone el timón en una gran transformación con destino en 2027 con dinero (no asegurado) de la UE - No convence por ahora ni a los socios ni a Cs para una nueva arquitectura

Ximo Puig y Mónica Oltra se saludan tras el discurso del jefe del Consell el lunes pasado. m.a.montesinos

En julio de 2019 comenzó la continuación del primer Gobierno del Botànic, una segunda parte en toda regla sobre la base de acabar lo iniciado en 2015. El terreno (inestable) que pisamos estos días es diferente: es el de un giro profundo en el cuaderno de bitácora. Es verdad que las circunstancias (pandémicas) mandan, pero Ximo Puig ha visto la oportunidad de un golpe de timón que revitalice un Gobierno después de cinco años, con el inevitable cansancio arrastrado. El enigma es si estará acompañado en una decisión que puede tener los buenos propósitos de preservar el proyecto progresista a medio plazo pero que sin la complicidad de los socios (Compromís y Podemos) puede naufragar. La primera conclusión, digerido el debate del lunes de inicio de curso político, es que de la situación actual de la pandemia se habló, pero tampoco tanto. No es que no exista preocupación por la segunda ola, pero la menor incidencia del virus en el territorio valenciano tiene también su traslación a lo que se cuece en las Corts. La excepcionalidad no se ha asentado en el ambiente. La segunda conclusión es que el jefe del Consell ha tomado el timón y ha marcado un nuevo rumbo.

El horizonte está en 2027, puerto al que pretende que la C. Valenciana llegue transformada económica y socialmente gracias al maná del programa europeo Next Generation: 21.134 millones que vienen a ser el presupuesto de un año de la Generalitat incluido el pago de la deuda. La senda de recuperación de derechos (sanidad universal, eliminación de copagos...) y de servicios públicos (reversión de concesiones sanitarias y aumento de plantillas en educación, sanidad o dependencia) iniciada en 2015 está diseñada. Lo que queda es continuarla, un verbo poco atractivo política y electoralmente. Es uno de los factores del desgaste (lógico por otra parte después de cinco años de gestión), observable en la multiplicación de roces y suspicacias entre los socios. Cuando el gran proyecto común (sacar a la derecha de las instituciones y borrar la mancha de la corrupción) se evapora, sobresalen siempre las pequeñeces partidistas y personales. Sobre la base de lo conseguido en este lustro, Puig marca un destino nuevo, «la vía valenciana del siglo XXI». Podría resumirse en aprovechar el dinero europeo para alcanzar la mejora de servicios públicos diseñada y no realizada (como una nueva red de infraestructuras sociales) y salir de la emergencia sanitaria con la ansiada transformación del modelo productivo (o con los cimientos bien puestos, al menos) para la que nunca hay fondos por la infrafinanciación. Los pilares son innovación, digitalización y economía verde. Nuevo horizonte, nueva arquitectura.

El momento «excepcional» de crisis y su posible agravamiento en los próximos meses es el argumento principal del president y líder del PSPV para plantear romper los moldes del Botànic y buscar un mayor consenso político (y social). Al menos en los próximos presupuestos. Tiene el sostén de los acuerdos de reconstrucción. Pero Puig no ha sido capaz de momento de convencer a Compromís y Unides Podem, como se observó el pasado lunes. Tampoco Ciudadanos termina de pronunciarse sobre si asimila el momento diferente o aspira solo a ser la versión local de lo que es en Madrid y Andalucía, donde se entiende con el PP y, a distancia, Vox. A veces, aunque el producto funcione, la senda arriesgada es la única hacia el éxito. Algo así debe repetirse Puig estos días.

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