Conchi, conocida como la ‘viuda negra’ de Alicante, acusada de matar a su marido a los 15 días de la boda tras fingir una discapacidad física y moverse en silla de ruedas, negó ayer los hechos en el juicio ante un jurado popular: «Le vi en el suelo y balbuceó algo así como ‘mi hijo me la clavó en el corazón’».

La acusada se sentó ayer en el banquillo de los acusados en la Audiencia de Alicante ante un jurado popular y se enfrenta a una pena de 30 años de cárcel por un delito de asesinato. El otro acusado, un amigo suyo que actuaba como cuidador, también esgrimió que el crimen fue cometido por un desconocido.

Los hechos se remontan al 20 de agosto de 2018, en una zona de aparcamiento de la Playa de la Albufereta de Alicante. La acusada se había casado con la víctima quince días antes. Según explicó, lo conoció a través de su cuidador, en una procesión de la Virgen de la Salud. Nunca llegaron a compartir vivienda.

Tras varias contradicciones indicó que cuando se casó iba en silla de ruedas, la necesitaba porque tenía una enfermedad: «Tengo una placa en el cuello que me chafa los nervios y me produce fibromialgia y a veces me dan latigazos y caigo al suelo. Hay veces que puedo coger un vaso y otras que no. Eso no lo he ocultado nunca», argumentó.

Conchi y su marido se citaron el día del suceso, el 20 de agosto, en el aparcamiento de la playa para ir a cenar a un bar al que habían ido en dos ocasiones anteriores, según ha explicado la acusada. «Había ido dos veces con mi esposo anteriormente, a cenar y a ver la luna y las estrellas y tirar flores a los niños». Preguntada por este último extremo, indicó que siempre hace algo así porque ha tenido dos abortos.

Para trasladarse hasta la playa, la acusada señaló que se desplazó con su cuidador, porque era su chófer. Pinchó una rueda y se retrasaron, apuntó, con lo que llamó a la víctima para avisarle. «Luego él me llamó y me dijo que se saltara los semáforos porque íbamos a llegar tarde, pero le contesté que no porque las facturas las pago yo».

Ese día afirma que iba vestida de «negro o gris», con gorra porque se le «bufaba» el pelo y guantes para que no se le enfriaran los dedos. Al llegar al aparcamiento, salió su cuidador, le preparó para sacarle del coche y se fue al maletero a coger su silla de ruedas. Tras ello, asegura que oyó a su amigo gritar y pedir ayuda, así que salió del vehículo como pudo y se arrastró hasta allí: «Como pude, me impulsé. Medio arrastrándome... Iba como una gata».

«No sabía que pasaba. El decía algo, no se le entendía y yo le contestaba que estuviera tranquilo, que ya venía ayuda». «Balbuceaba y me dijo ‘Mi hijo me lo ha clavado en el corazón». En ese momento también vio a una tercera persona que se subió a un coche, pero no le reconoció la cara. «Sueño mucho con esta persona para intentar averiguar quién era, pero no lo sé», trató de excusarse.

La Fiscalía mantiene que los acusados se abalanzaron sobre la víctima, lo arrojaron al suelo y le clavaron repetidamente destornilladores hasta causarle la muerte.